La Gran Caída

Por: Rolando J. Vivas

El siguiente capítulo, los que ya tenemos un par de décadas en el mercado laboral lo conocemos, a diferencia de los que dicen que “ya tocamos fondo”, no, aún no lo hacemos y aunque se ha “reactivado” supuestamente la economía, la parte más compleja de la crisis económica estará por hacerse sentir, una parte de la población ha perdido sus ingresos, no sólo en la economía formal, con el desempleo causado por el primer golpe de la crisis sanitaria, derivada del confinamiento, la economía informal también fue afectada ante las restricciones de movilidad que ocurrieron, ahora, que las empresas y los negocios han vuelto a su operación pseudo normal, nos encontramos operando en un nivel más complicado, el de enfrentarnos a una operación que no recupera su nivel anterior, y que ha visto reducida la demanda, así, aunque posiblemente en una tienda de conveniencia, antes de la crisis sanitaria se recibían 200 clientes, hoy sólo se reciben 160, el impacto es comprensible y está claro que se irá recuperando, lo aterrador es que los tickets promedio o lo que consumía cada uno de los clientes se ha reducido de forma radical, lo cual pone a la empresa y al empresario con la espalda contra la pared, sostener una operación y una plantilla operativa con menos clientes y menos consumo.

Hace poco más de 10 años que me tocó vivir un escenario similar, cuando trabajaba en una gran empresa transnacional, ante una crisis global, las decisiones tomadas por la dirección general no fueron precisamente las más creativas, y se resumieron en lo que muchos ya sabemos, se redujeron las plantillas y se despidió a gran parte de los que trabajaban en las empresas, en cada uno de los departamentos se eliminó un determinado porcentaje de puestos, en mi departamento, tuvimos que disponer de dos personas, dos personas con familias, dos personas que hacían un buen trabajo, pero que la empresa ya no podía mantener, mi departamento era relativamente pequeño, en otros departamentos, se despidieron a 10 o 20 personas, para el área de suministros en la que trabajaba, el trabajo era el mismo, relativamente, costaba el mismo esfuerzo analizar los inventarios de más de 3,000 tiendas y varios centros de distribución y solicitar el abastecimiento de infinidad de productos, la diferencia quizá era que en vez de 100 cajas de un producto, pedías 50, en realidad el esfuerzo era el mismo, pero la rentabilidad era menor, así que entre menos tuvimos que trabajar más, por lo menos aún teníamos empleo.

Industrias como la automotriz o de la construcción, aplican una lógica automática, menos demanda de autos, menos proyectos, se dispone de gran parte de la plantilla de empleados, así, rápido, y esa reducción de actividad y de trabajadores formales empieza a impactar en toda la red de empresas alrededor de esas industrias, algunas tratan de mantenerse, otras actúan en reflejo y despiden gente, al final, la reducción de empleos formales repercute en el consumo, los que ya no tienen empleo dejan de consumir drásticamente para sobrevivir, los que conservan el empleo también reducen sus gastos, previniendo la posible pérdida futura del empleo, una mayor población desempleada, amplia la oferta de candidatos para las posibles empresas que por alguna circunstancia tienen que contratar, y eso hace que los puestos de trabajo se vuelvan muy requeridos y permite a las empresas reducir los sueldos ofrecidos, la dinámica de la economía se va reduciendo.

A medida que algunas empresas van desapareciendo, incapaces de sortear la crisis, la oferta en el mercado de productos diversos va disminuyendo, lo que empieza a generar menos opciones para el consumidor, y empiezan a crearse monopolios como consecuencia y eso provoca una escalada de precios, al final, para el trabajador formal que conserva su trabajo, la situación se vuelve complicada, y para el desempleado, el panorama se vuelve peor, la disminución del flujo económico termina afectando también a la economía formal, por lo que la escalada de cierres, reducciones de plantillas de trabajos y precariedad se convierte en una bola de nieve difícil de parar en el corto plazo, las recuperaciones se empiezan a sentir 3 o 4 años después de ocurrida la crisis, por lo que el sufrimiento no es cosa de unos meses, es cosa de años, y todo esto incide en una sociedad ansiosa en extremo, y molesta, al borde del colapso en ocasiones.

En el caso de México, la economía estadounidense nos sirve como un remolque, al momento que en el vecino país del norte, la recuperación empiece a acelerar, seguramente creará un efecto de “jalón” a la economía mexicana, esa podría ser una de las posibles salidas a ésta crisis económica que apenas se asoma, pero a diferencia de otras ocasiones, no parecemos estar tan preparados, hay una gran incertidumbre en los empresarios, hay una falta de planes de educación a la altura de los nuevos retos, una falta de infraestructura para montarnos en la ola digital, una carencia de capacitación en el uso del idioma inglés, en el uso de los medios digitales, al final, la economía estadounidense nos dará el “jalón”, pero podemos terminar convirtiéndonos en un lastre, y no en un aliado para seguir avanzando, al final, nadie quiere terminar arrastrando un cadáver.

Es muy posible que la “gran caída” no sea del tamaño de las estimaciones que hacen muchos de los expertos, al final, el miedo y las condiciones adversas, terminan sacando lo mejor de muchos, y al final la recuperación puede ser antes de lo previsto, se hablan de caídas en el PIB inéditas en más de 90 años, se habla de una recuperación hasta el 2025, tal vez la economía no caiga tanto, y tal vez la recuperación sea en menos tiempo, se vale caerse, claro que sí, y el énfasis debe ser en levantarse rápido y recuperar el terreno perdido, la oportunidad de aprender nuevamente sobre las crisis económicas y cómo sacarles provecho está ahí, tenemos que prepararnos para lo peor y esperar lo mejor, las claves para la pronta recuperación están en la generosidad, la confianza y en asumir riesgos, el consumidor va a tener que ser más optimista en el futuro, arriesgarse a gastar para inyectar flujo a la economía, sin embargo, si no hay una gran reciprocidad por parte de del la iniciativa privada, soportando la posible escalada de precios e invirtiendo en nuevas fuentes de productividad y empleo, y toda las buenas intenciones se vienen abajo si el gobierno no es capaz de crear el ambiente propicio, con seguridad, facilidades y creando confianza, esa es la clave principal.

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