La Gran Oportunidad en el Modelo de Liderazgo en México

Por: Rolando J. Vivas

El liderazgo total, si podemos llamarlo así, es un modelo que se compone de varios factores, el individual, el relacional y el organizacional, cada uno representa una etapa en cuanto a la capacidad de responsabilidad, colaboración y alcance con el fin de que el líder pueda establecer una dinámica adecuada y que pueda llevar a la un país, a una organización, a un grupo o a un colectivo, a seguir un plan de cambio, preferentemente de mejora, en México se habla de una “transformación” a nivel país, por lo que cada parte del modelo es fundamental, se requiere se cubran las tres y no se descuide ninguna de las que va adquiriendo el líder a medida que su liderazgo se va desarrollando.

El modelo de liderazgo empieza en lo individual, en lo cual el líder desarrolla una consciencia propia, una visión en la que plasma su iniciativa por lograr un cambio, se da un paso adelante y se asume la responsabilidad de iniciar “algo”, basado en valores, en los que el líder cree y que su siguiente misión será la de compartirlos principalmente con el ejemplo, siendo congruente, así llegamos al liderazgo relacional, en el cual el líder, ya en pleno dominio de su persona, pone a trabajar sus habilidades de comunicación, comparte con otros su visión y sus valores que pasan de lo personal a lo grupal, y son aceptados, el líder consigue ponerse al frente de un reducido grupo de personas que coinciden en su visión y valores, y con los cuales el líder mantiene éstos elementos de forma firme ejerciendo la cercanía con cada uno de sus seguidores, y aquí, precisamente es el punto en que el liderazgo cobra vida y la comunicación evoluciona de una mera herramienta para compartir, en una herramienta para inspirar, para ayudar a los seguidores a encontrar sentido en la visión y valores del grupo.

Así, llegamos al liderazgo organizacional, que va mucho más allá de un grupo, que trasciende el carisma propio del líder y se enfoca en conseguir cosas extraordinarias, tanto que incluso aquellos más allá de su grupo original, y que no comparten al 100% su visión y sus valores, encuentran puntos de valor en común, y aceptan apoyar al líder de forma condicionada en base a resultados y ciertas metas comunes, se diferencia aquí, del liderazgo relacional, en que los grupos externos no son incondicionales, sino que cuestionan fuertemente al líder, y éste consigue ganar la confianza de los “grupos ajenos” explotando nuevas habilidades, como lo son la estrategia, el pragmatismo, y la capacidad de adaptarse a los incesantes cambios del entorno.

En México, un país, cabe mencionarlo, con muy pocos ejemplos del liderazgo total desplegado, hemos sido testigos del desarrollo del estilo de liderazgo presidencial, hemos visto el despegue de un personaje que se cuestionó sus mismos valores primarios, que partió de un grupo o partido y se orientó hacia otro, que eligió una visión, aparentemente de izquierda y que forjó valores muy personales, los cuales poco a poco se fueron compartiendo a otros, vimos la eficacia de sus habilidades de comunicación, su cercanía desplegada mediante constantes viajes a muchos de los municipios en el país, sin embargo, el modelo de liderazgo total del presidente no está completo, y su carencia principal está en la capacidad de generar un liderazgo organizacional, que trascienda más allá de su grupo primario, partido, aliados políticos y seguidores.

El problema real que se presenta con el presidente es su incapacidad de trascender más allá de estos grupos primarios, de establecer acuerdos con grupos opositores o del sector de la iniciativa privada, que es precisamente dónde se ha generado el mayor conflicto en estos dos años de gobierno y en dónde se ha generado al área de oportunidad más grande, sin duda, parecía que el presidente, aún cómo candidato había conseguido dominar éste tercer rubro, estableció puentes con los empresarios y con otros partido de ideología opuesta a la suya, la estrategia fue tan exitosa que rindió frutos y se ganó la presidencia, el detalle es que la estrategia una vez realizada exitosamente, y alcanzado el objetivo, se dio un fuerte retroceso tanto en la cohesión del grupo primario, como de las alianzas con grupos externos, por un lado, riñas internas en el partido oficial que denotan la falta de compromiso real con la visión y valores originales, y rompimiento con esos lazos que el presidente, entonces candidatos, había tendido durante la campaña.

Para superar éste “bache”, enorme que se ha generado y que ha detenido el avance de la economía nacional por dos años, el presidente va a tener que analizar si le es posible recrear ese liderazgo relacional que se ha perdido en su base primaria, que hoy en día presenta divisiones, y aclarar que no fue un “caballo de Troya”, usado por esos “seguidores”, solo para llegar al poder, aunque una acción radical para “regresar al origen”, podría generar un mayor divisionismo en su grupo primario, o un fuerte viraje al fundamentalismo y la rigidez, por otro lado, el liderazgo organizacional sólo regresará en la medida de que se replantee una estrategia real, con compromiso a largo plazo con la oposición, como ha funcionado en otros países como Alemania o Nueva Zelanda, y que se tiendan nuevamente lazos a la inversión privada, nacional y extranjera con el fin de crear relaciones reales de confianza, el presidente va a tener que mostrar una extraordinaria capacidad de adaptación, lo que al día de hoy parece ir en contra de su visión conservadora, generar nuevas alternativas más incluyentes y menos fundamentalistas, y en general abrazar el pragmatismo con el fin de hacer a un lado ideas obsoletas que rondan por su mente y aceptar nuevas ideas que pudieran ser más eficientes, aún y que vengan de sus “adversarios”.

El líder populista resta y divide, el líder total suma y multiplica.

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