Herzog, Sin Miedo
Por: Rolando J. Vivas
Mi director de cine favorito es el alemán Werner Herzog, muchos podrán relacionarlo con la llamada “Nueva Ola de Cine alemán”, pero, ¿Cuántos de los directores e esa “ola” siguen vigentes?”; Stanley Kubrick sería el segundo lugar en mi lista, aunque como ya sabemos, Kubrick dejó este mundo hace ya varios años, todavía tengo el recuerdo escapar de mis amigos, cuando era adolescente, en una visita guiada que hicimos a la Ciudad de México, preferí ir a la Cineteca Nacional a ver una muestra dedicada a Herzog, allá por los 90s, ninguno me quiso acompañar a ver al director de las películas del “loco que subía un barco a una montaña”, o la del “loco que navegaba en una balsa llena de simios”, en referencia a las geniales Fitzcarraldo y Aguirre, La Ira de Dios, en las que Herzog, además de enfrenarse al feroz y explosivo actor Klaus Kinski, se enfrentaba a la brutal selva Sudamericana, la vida no se trata de evitar el riesgo, se trata de enfrentarlo y sobrellevarlo de la mejor manera, en eso deben de estar de acuerdo tanto Nassim Nicholas Taleb, autor del Cisne Negro y Herzog, quien a punta de pistola, o manipulando la inestable mente de Kinski, pudo filmar algunas de sus mejores películas con el actor como protagonista en los 70s y los 80s, seguramente después de Kinksi, dirigir al intenso Nicolas Cage en Bad Lieutenant, en la devastada Nuevo Orleans, después de Katrina, debió ser un paseo por el parque, en tiempos anteriores a la pandemia, claro, porque hoy en día, Herzog habla de ser realmente agresivos con el Covid, “matar de hambre” al virus quedándonos en casa, recomienda el director.
Así es, Herzog es ese extraño personaje premiado por las academias y festivales de cine, pero que en lo personal desdeña la educación formal de los directores en dichas escuelas, prefiriendo la acción real como mejor experiencia de aprendizaje para dirigir películas, retando temerariamente a muchos jóvenes aspirantes a hacer sus propias películas, a cambio de comerse su propio zapato, lo cual ya ha hecho frente a las cámaras, hervido y con sal, claro; a diferencia de otros, para Herzog, la pandemia tendrá un efecto positivo en el mundo el cine, ya que impulsará al espíritu creativo de los cineastas, así como la plaga que asoló Florencia en el Decameron de Bocaccio, trayéndonos cientos de historias en poco tiempo, así, Herzog se revela ante nosotros como el “Bruce Willis” de los directores de cine, un tipo “duro de matar” que ha filmado (en ocasiones en estilo de “guerrilla”, con cámara en mano, sin permisos, por sorpresa y a punto de ser arrestado, como también lo ha hecho John Waters) entre osos, aunque al protagonista de su documental y a su esposa, los hayan devorado, bajo el agua, en el desierto y hasta en la boca de un volcán peligrosamente activo (una de mis escenas favoritas), uno de sus grandes deseos es filmar en Marte o en la Luna, y tal vez cada día éste más ceca de hacerlo, lo extremo para nosotros, es la normalidad para Herzog, hoy en día, Herzog hace más películas que décadas atrás, el mundo moderno acelerado y caótico funciona a su favor (y se ha adaptado a la perfección a las nuevas tecnologías, sin miedo a experimentar con ellas), a diferencia de otros directores de su época, que han dejado de sentirse relevantes o que han decidido vivir de sus viejas glorias, Herzog puede grabar hasta dos o tres películas por año, entre documentales, dramas y sus únicas mezclas entre película y documental, en ésta última categoría tendríamos que incluir su más reciente filme, Family Romance, LLC, basada en un artículo sobre la posibilidad de rentar una familia en Japón, la nación más industrializada del mundo, una de las más automatizadas, y en donde a medida que la población envejece, se va volviendo cada vez más solitaria.
Existen personas que contratan a “Santa Clos” para Navidad, a un “novio temporal” para presentarlo a sus padres, damas de compañía, o plañideras para llorar en los funerales, Herzog se peguntará ¿Por qué no rentar una familia? Obtener a través de una agencia, actores preparados para convertirse en una esposa o a una hija, en una especie de juego de roles bizarro, al principio algo así como una actuación, y después una aceptación de la personalidad real de los actores rentados que forma una alucinante conexión en la que se establece por cierto tiempo (a cambio de un pago claro) y que termina en algún momento, ¿Resulta extraño tener una familia rentada? Tal vez, pero Herzog se cuestiona cuántos de nuestros “amigos” en redes sociales, realmente lo son, al final para Herzog, la realidad, el drama, la ficción y el documental terminan perdiendo sus límites y todo se vuelve una experiencia única, inclasificable, una poética y polémica oda a la soledad, en plena época de un solitario confinamiento global, en la que Herzog señala que otras pandemias más habrán de venir como parte de una nueva realidad, en la que él seguirá capturando historias de forma temeraria.