¿Podemos Medir la Felicidad?
Por: Rolando J. Vivas
¿Podemos medir de forma objetiva y general la felicidad? Para empezar, ¿Podemos definir la felicidad? ¿Pudiéramos llegar a un conceso no global, mínimo nacional de qué es la felicidad?, Una breve búsqueda en Internet arroja que “La felicidad es un objetivo del ser humano”, Es un estado de ánimo”, “Es algo que implica plena satisfacción o disfrute de algo”, considero que la felicidad es algo relativo, para algunos, la felicidad será una cosa, para otros, algo muy distinto, mientras que para algunos la felicidad puede ser alcanzar y obtener algo, para otros podría renunciar a algo y dejar de obsesionase por tener o alcanzar algo, así de complejo se podría volver el tratar de definir la felicidad, de hecho, ¿Llega un punto en que “alcanzamos y podemos mantenernos felices”? o ¿Una vez que creemos alcanzarla, se nos vuelve a escapar y seguimos en su búsqueda?, Incluso, ¿Puede ser que seamos muy felices, y no nos hayamos dado cuenta? ¿Puede ser que nuestra “falta de felicidad”, sea felicidad ante los ojos de los demás”?, ¿Serán más felices los hombres que las mujeres, o viceversa?
Más que un indicador de desarrollo de una sociedad, o un indicador de eficiencia de un gobierno, la felicidad, o la búsqueda de felicidad es una filosofía, que algunos países han propuesto o tratado de seguir para poder plasmar el estado de desarrollo de su sociedad, un concepto inicialmente originado en el sur de Asia, e inicialmente abanderado por Bután, una monarquía, cuyo rey a inicios de los 70s, creó la denominación “Felicidad Nacional Bruta”, con el fin de autoproclamarlo como la principal meta del país, reemplazando el conocido Producto Interno Bruto (que engloba temas como el consumo privado, la inversión, el gasto del gobierno y las exportaciones netas), aquí hay que observar dos cosas, una la fuerte influencia de otra filosofía, el budismo (el país fue fundado hace varios cientos de años por un monje budista), cuyos tratados sobre la felicidad, de principio nos dice que ésta “ya está dentro de nosotros”, y no hay que buscarla en el exterior, es decir, en las cosas, también señala que somos reacios a admitir que somos felices, y que sólo lo hacemos en algunas ocasiones, y finalmente resume que la felicidad es un estado de ánimo.
La segunda cosa que hay que observar, es que Bután, lugar de origen de éste “índice de felicidad”, es un país poco desarrollado, liderado por una monarquía, con un parlamento sumiso al rey, en dónde los derechos de las mujeres no están al nivel de los de los hombres (y en cuya cultura el maltrato a la mujer es visto por ellas mismas como una señal de amor y atención), en el que la pobreza abunda, con constantes épocas de hambruna y enfermedades como el SIDA atacando a una población poco informada al respecto, y en donde el mismo gobierno se ha encargado de llevar a cabo una limpieza étnica, obligando a muchos ciudadanos a dejar el país y buscar asilo en naciones vecinas, ¿Será éste un lugar realmente feliz?, si consideramos el principio budista de rechazar lo material para alcanzar la felicidad, ¿Cuándo empezará el rey de Bután a renunciar a su “derecho divino”, para tratar de ser más feliz?, ¿Tomará el “índice” en serio el gobierno de Bután, o sólo será un artefacto de propaganda para ocultar las violaciones a los derechos humanos llevadas a cabo por un régimen autoritario?
Yo pienso que efectivamente, es tiempo de ir más allá del Producto Interno Bruto para poder medir el desarrollo de un país y la efectividad de su gobierno, no que esto quiera decir que se deje de medir, ya que es necesario conocer la “salud” económica del país, pero también es necesario conocer el grado de bienestar del desarrollo, ambos a la par como principales indicadores de un país que avanza y un gobierno que hace bien las cosas, intentar socavar la información que nos arroja el PIB, sería un grave error, seguir omitiendo el conocimiento, no del nivel de “felicidad”, sino del bienestar de la sociedad.
Es imperativo para seguir avanzando rumbo al verdadero desarrollo, ambos indicadores tienen que avanzar de igual forma, ese sería el gran reto para los gobiernos en un futuro inmediato, poder llevar a buen puerto los indicadores económicos y de mercado que se miden mediante el PIB, y poder considerar en otro indicador una medida que englobe el desarrollo socioeconómico de las familias, el tiempo libre disponible, la preservación del medio ambiente y la promoción de energías renovables, la promoción de la cultura y el arte, el impulso a la salud y la educación universal y de calidad, el derecho a la libertad, la seguridad y a la ejercer la democracia, y obviamente, la cercanía del gobierno como ente de servicio a la sociedad, algunos países de Occidente ya han empezado a tratar de crear éstos nuevos estándares de medición (muchas empresas a la par de su rentabilidad, ya miden su “clima laboral”), unos realmente preocupados por poder medir de forma equitativa el desempeño económico y el clima social, otros, como ya hemos visto, tratando de ocultar sus deficiencias como administradores y servidores públicos con términos subjetivos como la felicidad, que es un concepto personal, que emana del individuo y que no debiéramos quebrarnos la cabeza en tratar de medirlo y menos de imponerlo como un estándar a todos.