Ulver, Flowers of Evil, 2020

Por: Rolando J. Vivas

Pocas cosas que éstos noruegos no puedan hacer, y es que en 25 años de historia musical y poco más de 15 discos, la evolución de la banda ha sido como la muy pocos grupos, trazando un increíble camino desde sus ultra oscuros y subterráneos orígenes en la escena del black metal, hasta llegar a convertirse en los amos del pop más audaz hecho con sintetizadores, difícil de categorizar y con más recursos que muchas bandas synth pop, abriéndose un camino propio y singular dentro del amplio espectro de la música electrónica, sin demasiadas concesiones a la música mainstream, con un Kristoffer Rygg, a la cabeza de la banda, como multi instrumentalista y voz principal, el programador Tore Ylvisaker, además de personajes habituales como el guitarrista fuera de serie Stian Westerhus y el poderoso baterista Ivar Thormodsaeter.

Flowers of Evil es un paso más allá para a banda, desde su anterior grabación The Assasination of Julius Caesar, aquí la banda se sumerge en un sonido aún más melancólico, inspirado en la música de sintetizador de los 80s (rescatando esa exquisita nostalgia de unos Tears For Fears), agregando algunos toques ligeros del mundo del rock progresivo, tomando como base los ritmos bailables de su disco anterior en el tema que se encarga de iniciar el disco, titulado One Last Dance, con vocales y líneas de sintetizador que nos podrían llevar de unos Pink Floyd, o los Emerson Lake & Palmer, a unos Tangerine Dream o los Kraftwerk.

Russian Doll es un perfecto ejemplo del sonido de la banda en éste momento, sofisticado, oscuro, denso en sus capas de sonidos y texturas, una posible referencia al nostálgico fin de los 80s y la caída de la URSS, con líneas brutales de bajo sintetizado y ritmos mecánicos que avanzan como un auto oscuro en medio de la noche, mientras que para la curiosamente titulada Machine Guns and Peacock Feathers, los ritmos se vuelven más duros en algo más cercano a una versión sintética del rock, acercándose un poco al territorio de los Daft Punk, en lo que podría ser una de las piezas más memorables del disco.

Hour of the Wolf es otro tema memorable, desde su título, nos hace pensar que éstos “lobos” (el nombre de la banda es una referencia a ellos), a diferencia de la especie animal cercana a la extinción, si han sabido evolucionar, creando un sonido completamente propio que los coloca al mando de su propio universo, con sus propias reglas y su propia lógica, como un huracán del que es imposible escapar, y cuando hablamos de lógica propia ahí está Apocalypse 1993, un tema exquisitamente bailable para esperar el fin de mundo, para avanzar a toda velocidad por las calles oscuras de la ciudad, en medio de la noche en que el mundo colapse en caída libre, mientras otros sólo trabajan y duermen en un ciclo sin fin.

La banda se da la oportunidad de experimentar de forma más frenética en Little Boy, que bien pudiera tratarse de una producción de Brian Eno en sus momentos más inspirados, aunque aquí la producción corre en partes iguales a cargo de Michael Rendall y Youth, leyendas de la producción y con sus propios proyectos, The Orb y los legendarios Killing Joke, y por si fuera poco, partes de guitarra del genial Christian Fennesz, personaje que ha llevado a la guitarra a niveles fuera de la órbita a la que estamos habituados.

El disco cierra con dos temas, Nostalgia, que podría ser el tema más accesible del disco, y con un Rygg atreviéndose un poco más allá con sus vocales, finalmente llega A Thousand Cuts, que es una excepcional manera de terminar éste disco, un tema más orgánico que nos permite disfrutar de Rygg en un ambiente diferente al resto el grupo, con las baterías de Thormodsaeter en una versión más “humana” y la guitarra de Westerhus siempre en continua transformación, para así poner fin a un disco que termina con el sonido de olas, como disolviéndose eternamente en el mar, para muchos familiarizados con el sonido inicial de los Ulver, Flowers of Evil será un disco imposible, algo que no querrán ni saber de su existencia, para los amantes de la experimentación, siempre con la mente abierta, ésta es una genial oportunidad para seguir siendo testigos de la increíble evolución de la banda noruega, perteneciente a una clase única.   

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