Por: Rolando J. Vivas

A sus 37 años había logrado llevar a cabo más del doble de proyectos de lo que muchos de sus contemporáneos realizaron en toda su vida, presumía que sus días tenían 26 horas, aunque por los resultados,  parecería que tenían más de dos horas extras, obsesionado con no parar y siempre estar trabajando, en ocasiones incluso en varios proyectos a la vez, se involucraba y vigilaba de forma obsesiva cada detalle de sus proyectos y se mostraba implacable consigo mismo y con sus colaboradores, a los cuales solía llevar al extremo de sus capacidades, en jornadas de trabajo maratonicas, se diría incluso que su trato era cruel, aunque sus colaboradores apreciaban que él supiera sacar lo mejor de ellos, su ética de trabajo era frenética, al grado que dormía poco y descuidaba bastante su salud, solía señalar que tenía más de una personalidad y por ello era capaz de ser doblemente productivo, lo que le permitía hacer más con menos, lo cual lo hacía altamente competitivo, era sabido que tenía dificultades para manejar sus emociones y en ocasiones tenia estallidos de furia, su obsesión por crear no tenía límite, su personalidad extravagante tenía una naturaleza anarquíca, parecería que estoy describiendo a Steve Jobs, a Elon Musk, o a Jeff Bezos, emprendedores extremos que definitivamente cumplen con muchas de éstas características, y cuyos principios inequívocamente  aparecen aquí, aunque en realidad estoy hablando de uno de mis directores de cine favoritos, el alemán Rainer Werner Fassbinder, un emprendedor extremo que pareciera haber sentado un precedente en cuanto a ética de trabajo, que muchos emprendedores de hoy en ponen en práctica en todo momento.

Fassbinder tenía un porqué, un claro propósito en su vida, una misión más allá de su propia naturaleza, que lo impulsaba y motivaba a lograr más que los demás, a hacer lo que muchos pensaban imposible, y sobre todo a persuadir a inversores, productores y actores a que lo apoyaran a materializar su iconoclasta visión de cambiar el cine para siempre, así como Jobs haría con la informática, Bezos con el comercio electrónico y Musk con la aeronáutica, creando increíbles campos de distorsión de la realidad que lo llevaban a hacer posible lo que para la mayoría podría parecer imposible, cuando los excesos le pasaron la enorme factura a Fassbinder a los 37 años, el director, escritor, actor, guionista y ensayista, había logrado realizar 40 películas, dos series de televisión, además de de decenas de obras de teatro, más del doble de lo que muchos de sus contemporáneos lograrían finalizar en toda su vida, famoso por llevar una vida de forma intensa, extremadamente creativa y tormentosa, Fassbinder lograba crear películas a bajo costo, de profundo contenido, desafiando por completo los estándares del cine tradicional de la época y logrando producir una cinta tras otra a una velocidad alucinante, así se convertiría en el director alemán más prolífico de todo los tiempos y en una leyenda del cine de vanguardia.

Anarquista en su manera de no ajustarse a los cánones de la época, en su manera de retar a la realidad y vivir en su propio universo, no por nada, al momento de morir, Fassbinder trabajaba en un guión para su próxima cinta, basado en la vida de la anarquista Rosa Luxemburgo, otra anarquista de la imaginación y con corazón, como diria John Cale, de los Velvet Underground, Luxemburgo, de quien en alguna ocasión escribí aquí, y cuyas ideas sobre la anarquía han inspirado a personajes del mundo del emprendimiento, como el fundador y director de Whole Foods, John Mackey, quien por cierto, se volvería socio de Jeff Bezos, Fassbinder dejaría herederos en el mundo del cine tan importantes como Pedro Almodóvar, Lars Von Trier, Francois Ozon, Todd Haynes, o John Cameron Mitchell, personajes tan transgresores e iconoclastas como el mismo Fassbinder, obsesionados por el arte creativo y por transformar su industria más allá de lo que muchos creerían posible, volviéndose tan interesantes, exigentes, obsesivos, creativos y emocionantes como Jobs, Musk o Bezos, y Fassbinder a su manera, en su campo, ya nos presentaba una profecía del emprendimiento, anárquico, extremo y brutal, pero altamente efectivo.

“Descansaré cuando haya muerto”,  solía decir, Fassbinder y su manera de trabajar encontraría obvio eco en la ética de tengo de muchos emprendedores modernos, mientras Steve Jobs hablaba de hacer lo que uno ama, de dejar una huella en el universo, de pensar diferente y de crear experiencias insanamente interesantes Fassbinder ya lo ponía en práctica décadas antes, mientras Elon Musk nos habla hoy en día de acelerar el proceso, de abrazar el fracaso, de eliminar la complejidad, de persistir, de cuestionar las limitaciones, Fassbinder ya lo hacía cómo método de trabajo en cada uno de sus proyectos, y mientras Jeff Bezos pregona sobre siempre vivir en el día 1, aprender y ser curioso, pensar en grande, tener altos estándares de exigencia, elegir siempre la acción, y hacer más con menos, la monumental obra de Fassbinder conformaba que éste hombre con su filosofía de operación,  había antecedido por muchos años a los modernos emprendedores extremos.

“Nos pasa a todos, lo que no funciona, es lo que nos mantiene interesados.”
RWF

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