Por: Rolando J. Vivas

Hace menos de un mes jamás había pisado una pista de hielo en mi vida. No sabía cómo sería entrar a uno de éstos lugares y ponerse unos patines. Lo primero fue aprender a abrocharlos bien, entre más apretados mejor. Así es cómo uno protege los tobillos, que son lo que más expone uno con ésta práctica. Pronto aprendería que unos patines bien apretados son básicos para mantenerse firme y no caer.

Cuando me paré ya con los patines puestos, lo primero que pensé fue “bueno, no es tan difícil caminar con ésto”. Cuando entré en la pista me di cuenta de lo equivocado que estaba en mi primer percepción. No sé cuántas veces le di vuelta a la pista sin soltar la orilla de ésta. Mantenerme en pie por mi mismo parecía una tarea imposible. Ventaja es que lo imposible es una palabra que poco a poco voy eliminando de mi vocabulario, gracias Jobs.

Confieso que en algún momento pensé en salirme de la pista y sólo permanecer sentado viendo a los demás. ¿Qué necesidad tenía yo de estar en una situación así? No soy de los que se rinden tan fácilmente, y cuándo algo de plano se vuelve difícil termina intrigandome más y más la manera en cómo resoverlo. Así que opté por perseverar. Lo primero fue pensar que lo peor que podría pasarme era caer, del suelo no pasaría. Así que si en algún momento me habría de caer, lo haría de la mejor manera.

Lo segundo era disfrutar la incomodidad, “abrazar la peste”, encontrarle el gusto a salir de la “zona de confort”. Cuando uno consigue eso, ya nada te puede detener. Empecé a avanzar poco a poco tomado de la orilla, avanzaba un par de metros soltando la orilla. Poco a poco se hacía más fácil avanzar y mantener el equilibrio. ¿Parecía tonto? Si, tal vez, quién supere esa etapa inicial de sentirse “tonto”, puede aprender cualquier cosa. Quién no lo supiera se queda atorado para siempre  se vuelve obsoleto. Mantente hambriento,  mantente tonto, otra vez gracias Jobs.

Poco a poco fui avanzando más distancia con más confianza. Pienso que la fortaleza de mis piernas por los años haciendo sentadillas ayudó a no caerme. El momento de alejarme de la orilla había llegado, depender sólo de mi fuerza, equilibrio y habilidad. La pista tenía forma rectangular, así que el primer reto sería cruzarla a lo ancho. Si perdía el equilibrio no habría nada con que detenerme. Decía Churchill, si estás atravesando el infierno, ¡Sigue avanzando!

Después de la primera vez que crucé la pista a lo ancho una vez, se siguieron varias más. Conseguí atravesar sin caerme. Lo siguiente era por fin atravesar la pista a lo largo. La distancia se veía enorme, ora vez, lo peor que podía pasar era caerme. Avance y la otra orilla parecía bastante lejana, lo hacía con una mezcla de miedo y emoción. La emoción me hacía seguir adelante, el miedo me hacía cuidar cada uno de mis movimientos. Ya estaba cerca de la orilla y parecía que no iba a llegar. Definitivamente, pienso que la fuerza de mis piernas ayudó mucho a no caerme. Diría Arnold, siempre resultamos ser más fuertes de lo que creíamos.

Al final de la sesión, en una hora aproximadamente, logré mantenerme girando alrededor de la pista. Di varias vueltas completas patinando como si lo hubiera hecho toda la vida. Había superado la pena de parecer tonto al inicio, había decidido seguir adelante y no rendirme. Había logrado aprender algo nuevo, y la emoción de hacerlo era enorme. Lo había imaginado, creí en que podía hacerlo y fue así cómo pude lograrlo. Pienso que todo en la vida se logra a partir de ésto, superando el pensamiento negativo, logrando seguir adelante, aceptando la incomodidad y superando cada vez metas mayores.

Advertisement