Por: Rolando J. Vivas

El perfil de la primer ministro finlandesa Sanna Marin no deja de ser interesante e impresionante. Líder de una coalición de 5 partidos, dirigudos por 5 mujeres, algunas como Marin, menores de 35 años. Esto habla de toda una revolución en el sistema político finlandés. A sus 35 años, Marin compite por el titulo de la jefe de estado más joven del mundo con Sebastian Kurtz de Austria. Luego del divorcio de sus padres, Marin pasó su infancia y juventud con su madre y su pareja, otra mujer. Marin sería la primera en su familia en tener estudios universitarios, luego de recibirse, Marin trabajo un tiempo como cajera a la vez que se unía al Partido Social Demócrata a la edad de 20 años.

Marin es la tercer mujer en sucesión en estar al frente de Finlandia,  rompiendo una tradición de hombres mayores de 50 años, que habían sido primer ministros anteriormente. A los 34 años, Marin se convertiría en la primer ministro más joven de la historia de Finlandia, primer pais en el mundo en admitir a una mujer en su parlamento. “De cajera a primer ministro, esto sólo pasa en Finlandia” diría con orgullo en tono de celebración Marin, ante los cuestionamientos de la oposición política respecto a su juventud y falta de experiencia.

La popularidad de Marin ha ido en incremento, al tiempo que surgen comparaciones entre ella y la primer ministro de Nieva Zelanda, la muy popular Jacinda Ardern. Afin a la integración de refugiados en Finlandia y creyente del sistema de impuestos para impulsar el estado de bienestar en el país, Marin ya ha sostenido una fuerte lucha con la derecha política de su país. A la par, Marin ha asumido la misión de unir a su partido, que se ha visto dividido entre fracciones de clase media y clase trabajadora.

Más allá de la política, Sanna Marin enfrentaría una fuerte controversia y una lluvia de críticas un tanto superficiales luego de aparecer en una popular revista de modas portando un blazer sin nada abajo, muchos señalarían ésto de ser inapropiado para un primer ministro. Muchos de éstos críticos parecerían haber olvidado la abundante cantidad de fotografías del presidente ruso Vladimir Putin sin camisa. A su edad, Marin luce mucho mejor que Putin, quien ya debería olvidarse de esos desesperados intentos de proyectar una imagen de “hombre fuerte” u de acción, no olvidemos que durante la pandemia Putin ha permanecido aislado del mundo, mientras las tasas de contagio en Rusia crecían sin control. ¿Mencioné que Marin ha mantenido al país con un nivel muy bajo de contagios?

El escándalo mayor llegaría a Sanna Marin de una forma muy peculiar, al revelarse el uso de dinero público para el pago de desayunos de ella y su familia. El montón usado de $7,200 pesos mensuales no causarían un escándalo en otros países, pero para la altamente ética y transparente tradición política finlandesa, éste tema se ha convertido en fuerte generador de críticas a Marin, considerando que los desayunos no son parte de sus prestaciones como primer ministro. Por esto, ante las acusaciones de uso personal e indebido del “dinero del pueblo”, Marin ha declarado que restaurará de su bolsillo el monto utilizado. No olvidemos que en ésta región del mundo, la tolerancia a éste tipo de desviaciones es mínima. El caso de una vice ministro que usó dinero publico par comprar un par de barras de chocolate, terminó con la renuncia de ésta. Tendremos que ver si el daño causado en la imagen de Marin se puede reparar antes de las próximas elecciones.

¿Porqué en México y en otras partes del mundo,  éste nivel de ética no puede ser aplicado? ¿No es lo justo que todo servidor público éste sujeto a usar su propio dinero para cualquier gasto no relacionado con sus funciones? ¿Y di aplicaremos ese nivel de exigencia de cero tolerancia a la corrupción? El alto nivel de ética y trasparencia del sistema político escandinavo debiese ser un ejemplo para todo el mundo. En México y en el mundo, la obligación de los servidores públicos a “servir y no ha servirse del pueblo” debería ser algo implícito y supervisado con lupa, tanto por la sociedad, como por las instituciones autónomas correspondientes. Un desayuno de $300 pesos podría no ser un motivo de escándalo para muchos, pero hay que recordar que más allá del monto usado, es el acto el que se debe penalizar para poder acabar con la impunidad de una vez por todas.

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