Por: Rolando J Vivas

“Primero los pobres” fue una de las consignas principales del actual gobierno, electo en Julio del 2018. Aunque en sexenios anteriores la pobreza había disminuido de acuerdo a Coneval, la reducción había sido muy marginal para considerarse exitosa. La llegada de un supuesto gobierno de izquierda, daría material para que muchos imaginaran un país con una poderosa política social al estilo del Uruguay de Pepe Mújica o del Brasil de Lula en su primer periodo. Un utópico reinado de la llamada “justicia social”, término que me parece nefasto, a su vez de una disminución de la desigual que seguía creciendo en el país. Se hablaba de un sistema de seguridad social la estilo de Dinamarca. El cual en años recientes nada tiene que ver con el socialismo y sí con una economía de mercado, como le señaló su primer ministro a un muy despistado Bernie Sanders hace algunos años.

Digo supuesto gobierno de izquierda, porque a pesar de que el señor presidente pareciera en ocasiones hablarle a grupos aparentemente radicales de izquierda, vitoreando a la Cuba de Fidel Castro, en su forma de operar no ha dejado las bases asentadas por el PRI hace muchos años. Incluso parecería idolatrar a ese PRI de los 70s, lleno de un amor desmedido por el discurso del nacionalismo revolucionario y su hipocresía, alabando el anti imperialismo y alabando a Donald Trump. Seria muy fácil enfrentar a algún férreo seguidor del señor presidente y hacerlo afirmar que efectivamente, en el corazón del señor presidente late, y muy fuerte el espíritu del nacionalismo revolucionario. Lo lamentable es que éstos seguidores ciegos han decidido pasar por alto que el supuesto gobierno de izquierda no es otra cosa que una versión más primitiva del PRI que tanto dicen detestar.

No me gusta quedar atascado con temas de dogmas ideológicos. Pienso que tanto la derecha como la izquierda política pueden tener la misma vocación y fuerza en un momento dado, de hacer labor social enfocados a la parte de la sociedad en situaciones de pobreza o de pobreza extrema. No hay que olvidar que muchos de los programas sociales de apoyo modernos, tienen su raíz en la Prusia del primer ministro Otto Von Bismark, padre de la Alemania moderna y padre de la seguridad social. Por demás señalar que Bismark no era un personaje de izquierda, todo lo contrario, pero su instauración de un estado de bienestar que incluía un seguro por accidente, por enfermedad y una pensión, elementos un vigentes y relevantes en un estado de bienestar moderno. A Bismark, esto le valdría mucho reconocimiento posterior. La actual Alemania de la Canciller Angela Merkel del partido conservador alemán, sigue ésta línea social aún al día de hoy. Sin ser de izquierda.

Pareciera que la izquierda política ha tomado esa bandera de forma más significativa en los últimos años. O, por lo menos, eso buscan aparentar, desde el punto de vista de la mercadotecnia, esa ha sido la principal premisa de la izquierda. Aunque no por eso resulten más efectivos para resolver las necesidades de los países en que gobiernan. Ahí están desastres económicos como el de Cuba, Venezuela y Argentina. Pero al igual que la derecha, hay izquierdas que por lo menos en lo social, han tenido éxito, como el Brasil de Lula Da Silva que sacó a millones de la pobreza, gracias al auge de las materias primas. Aunque cuando China dejó de consumir aceleradamente, gran parte de los logros de Lula se vinieron abajo. Esto además de que el gobierno de su sucesora, Dilma Rousseff terminó con un brutal escándalo de corrupción que después arrastraría a Lula a la cárcel. La gran desilusión sufrida luego del gobierno de Lula, arrojó al pueblo brasileño justo en las manos de la ultra derecha desastrosa de Bolsonaro.

En México no hubo gran auge de precios del petróleo como en la Venezuela de Hugo Chávez, no hubo entrega masiva de dádivas a los pobres afines al régimen. Tampoco hubo auge de materias primas como en Brasil, Bolivia o Argentina. Por el contrario, el gobierno optó por eliminar muchos de los programas sociales de gobiernos anteriores que aunque no prefectos, habían estado aminorando la pobreza en el país de forma constante. Se optó por una salvaje austeridad que más pareciera tener que ver con la derecha en Alemania. Se realizó un opaco y controvertido censo del que no se supieron los resultados, pero que sirvió como base para la política social del presidente Andrés López. López, desconfiado de las anteriores administraciones, optó por instaurar un sistema que prometía eliminar intermediarios y llevar directamente los apoyos a los más necesitados como parte de la “más ambiciosa política social de la historia del país “. Al día de hoy podemos afirmar con datos, que esto no ha sucedido. Al día de hoy podemos afirmar que los resultados de la política social del presidente, han sido inversos a lo deseado. 55.7 millones de mexicanos en la pobreza, la cifra más alta de pobres en la historia del país.

De acuerdos a estudios de Coneval y a encuestas de la Inegi, los apoyos de dichos programas han crecido en cantidad, pero se han reducido en número de beneficiarios. Hoy aunque se gasta más en apoyos, éstos llegan menos a quien realmente los necesita. Lejos de sacar a millones de mexicanos de la pobreza, más mexicanos han caído en ella. Las cifras tanto de Coneval y de Inegi muestran una gran caída en la tendencia a disminuir la pobreza como no se había visto en sexenios pasados. Se podría decir que la pandemia tuvo mucho que ver en éste tenor. La realidad es que a diferencia de otros gobiernos en el mundo. El gobierno del señor presidente poco o nada hizo por apoyar a la gente y a las empresas. Fueron dejadas a su suerte y esto explica que el gobierno aunque pudo optó por no hacer nada. Tal vez, ojalá no, el empobrecimiento de la población en general fue visto como una oportunidad de reducir la desigualdad. Así estados como Chiapas, Guerrero y Puebla, se sumieron aún más en la pobreza de lo que ya estaban.

Hablar de justicia social me parece una gran injusticia, ya que a fin de cuentas implica quitar a unos para dar a otros, algo injusto si lo hace de forma arbitraria el gobierno. Uno pensaría que si se defiende la bandera de la nefasta justicia social, por lo menos la desigualdad de éste país estaría disminuyendo, pero tampoco ésto es verdad si consideramos que de acuerdo a cifras y estudios menos gente en estado de pobreza recibe apoyos y más gente de clase social alta recibir más apoyo que en el sexenio anterior. Por el contrario, la brecha entre los más ricos y los más pobres se sigue acrecentando dramáticamente en éste sexenio. Aquí pudiéramos afirmar basado en hechos que no estamos ante un gobierno de izquierda realmente congruente, o simplemente estamos ante un gobierno que no es realmente de izquierdas. O peor aún, un gobierno de izquierdas inepto que ha hecho peor trabajo que el de la derecha que tanto criticaba.

En sexenios anteriores, una mayoría de la población en pobreza tenía acceso a éstos programas de apoyos (61%), hoy una minoría de esa población (39%) es la que los está recibiendo. Lamentable que una administración cuya bandera fueron los pobres y que en lo social debiesen tener un manejo ejemplar de su política, también aquí estén fracasando como les ha sucedido en muchos otros rubros. La desaparición del Seguro Popular, sustituido por el Insabi, nos ha traído una institución el doble de costosa que el Seguro Popular y la mitad de efectiva que éste para atender las necesidades de los mexicanos menos afortunados. Anteriormente un 16% de la población no tenía acceso a ningún sistema de salud, hoy es el 28%, casi duplicando el porcentaje de quienes no pueden acceder a algún tipo de seguridad social, específicamente a temas de salud. Lamentable. Esto sólo nos habla de un lamentable retroceso en temas sociales y de salud en el país. Por demás hablar del fuerte desabasto de medicamentos y vacunas.

La supuesta izquierda que hoy gobierna el país y que pregonaba sobre la justicia social debió velar por una mejor distribución de la riqueza en el país, no por distribuir intensamente la miseria. De acuerdo a la más reciente encuesta de Inegi, éste objetivo no se llevó acabo. Peor aún, los apoyos a las familias con mayores ingresos, subieron de un 6% en el sexenio anterior, a un 12% en éste sexenio, lo que nos habla de un brutal fracaso en el tema de la distribución de la riqueza. Izquierda, socialismo, social democracia, cómo le quieran llamar, en México, durante éste sexenio, la buena ejecución de la política social ha sido todo un desastre. Pésimamente manejada. Claro que las anteriores administraciones tuvieron grandes fallas, claro que no fueron perfectas. Pero también en lo social, ésta ha fallado como ninguna otra, aún más que las que tanto criticó. El gran fracaso del gobierno actual supuestamente de izquierdas, es que en lo social ha desprotegido más s los pobres y ha aumentado la desigualdad en el país, semejante fracaso es histórico.

Un censo mal llevado al inicio del sexenio. No transparentado y realizado con cierta inclinación electoral, sería la principal causa de tan pésima ejecución. Una falta de foco y de verdadero análisis ha llevado a éste gobierno de fracaso en fracaso, aún en lo social, que debiese ser una de sus fortalezas. Toda una mentira ha resultado la ayuda a los más necesitados. No sólo se ha gastado más, también se ha apoyado menos. Los apoyos se han reducido para los que menos tienen y han aumentado a los que tienen más. Algo inaudito y que si no fue hecho de forma perversamente intencional. Denota una pésima ejecución de éste gobierno, que ya no sorprende en lo mal que ha gobernado al país.

Para muchos el argumento es la justicia, pero la misma vida no es justa. La política social debiese ser una poderosa herramienta para apoyar a todos sin distinción y sacar a muchos de la pobreza, la gran meta debería ser el desarrollo económico de toda la población, el incremento de la riqueza para disminuir la desigualdad y no el incremento de la pobreza para hablar de que somos un país menos desigual. Aunque cabe destacar que es posible que la desigualdad exista, que los ricos sean más ricos y los pobres menos pobres. Algo que para muchos pareciera una herejía. No veo a la política social como una herramienta que debiese quitarles a unos para dárselos a otro. Sino como una herramienta para asegurar que todos los mexicanos tuviesen un inicio parejo. Con acceso a salud y educación universal desde el nacimiento. De ahí en más, ya depende del esfuerzo de cada quien. El gran deber del gobierno de izquierda debiese ser proporcionar piso parejo para todos los mexicanos que nacen y se preparan para el futuro.

Esto además de proporcionar una red de seguridad para aquellos que por circunstancias adversas pierden su empleo o enferman, ayudas para que las madres solteras puedan trabajar y sus hijos ser cuidados. Para ellos es que debería existir esa política social que sirviera como red de seguridad y que les permitiese regresar rápidamente a la parte activa de la sociedad. O en su defecto compensar con apoyos que permitan vivir de manera digna. Es casi seguro que en el futuro estaremos hablando más de temas importantes como el ingreso básico universal o el seguro de desempleo, que permita realmente sacar a muchos de la pobreza por el simple hecho de combatir la pobreza y ayudar a los menos afortunados. No usarlo como una herramienta clientelista que está generando costos más altos del país y sólo esta beneficiando, ricos y pobres, a los que se muestra sumisos ante el oficialismo. La política social realmente debe hacer uso ejemplar del presupuesto, hacer más con menos a través de sus programas, y no al revés. Los modelos de intervención y las reglas de operación deben ser claras y transparentes, algo que en éste sexenio no ha estado funcionado de la mejor manera. En lo social también vamos hacia atrás.

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