Por: Rolando J. Vivas

Insistimos en éste tema, uno de los principales problemas en el país, es la impunidad, puede haber corrupción en cada uno de los niveles de gobierno, en cada una de las instituciones y en cada sector de las diferentes dependencias, pero ésta sólo existirá bajo el amparo de la impunidad, cuando ésta se elimine y se impongan los castigos correspondientes los corruptos tendrán que pensarlo muy bien para cometer actos ilícitos, los riesgos siempre existirán, para ello debe haber controles que los disminuyan en la manera posible, pero si las sanciones no se ejecutan, la corrupción, aún con el “ejemplo” y los sermones de moral, no se detendrá. Por casi 15 meses Emilio Lozoya estuvo en el país, luego de ser traído desde España, sin castigo, casi como testigo protegido, a pesar de ser considerado uno de los personajes principales de un acto de corrupción correspondiente a la aprobación de la reforma eléctrica el sexenio anterior. ¿Hubo castigo? No, ¿Hubo impunidad? Si, y ésta no se terminó hasta que Lozoya fue encontrado en un restaurante de lujo como cualquier otro ciudadano libre.
Los controles y la transparencia son básicos en esa lucha contra la corrupción, si no se ejercen las acciones bajo estrictos controles y bajo la más extrema transparencia, el riesgo de que se cometan actos ilícitos dentro del gobierno, o dentro de cualquier institución, es muy alto. Sin controles y en la opacidad, el ambiente perfecto para lo ilícito y lo corrupto se da de forma generosa, si a eso añadimos la falta de sanciones, tenemos la clara respuesta de porqué el país no sólo ocupa lugares críticos en escalas de medición de la corrupción a nivel global. No sólo eso, en la presente administración del presidente López Obrador, seguimos cayendo lugares y exhibiendo la grave situación de corrupción que sigue incrementando en el país. La corrupción no se termina por decreto, ni por la buena voluntad de una persona, la corrupción se termina con estrictos controles, transparencia radical y sanciones ejemplares, nada de lo cual parecemos tener actualmente dentro de la administración de la llamada “cuarta transformación.”
Antes de que comenzara el presente sexenio se hablaba del poder del ejemplo, de que ya no habría tolerancia para los corruptos. La realidad es que el ejemplo ha sido poco efectivo, ya que una vez más, pareciera que el presidente vive en una burbuja y no se da cuenta, o no quiere admitir la grave situación que se vive en el país, por poner un ejemplo, tardó tres años en darse cuenta que había un grave desabasto de medicamentos. Los casos de corrupción continúan y la situación se agrava si consideramos que han aparecido diversos casos e funcionarios de alto nivel en el gobierno que han sido exhibidos siendo parte de actos ilícitos y sólo hemos visto en el mejor de los casos que los funcionarios se retiran o renuncian, pero no hemos visto que se les apliquen sanciones. Se trata de ocultar lo evidente, sin admitir las fallas y sin ejercer la debida auto crítica, algo de lo cual ha carecido tanto la presente administración, ya sea por la opacidad que manejan los funcionarios cercanos al presidente o por el narcisismo de éste, que se niega a admitir los errores que cualquier ser humano podría cometer, pero que se pueden resolver, primero admitiendo y después aprendiendo de los errores.
Lo que hemos presenciado es una opacidad enorme que desde hace muchos años no habíamos presenciado, todos o muchos de los procesos se han confiado a la “buena voluntad”, a sabiendas que en el buen ejercicio de las funciones, nada se puede dejar a la buena voluntad, que los estrictos controles son la base inicial para evitar el riesgo de actos ilícitos dentro del gobierno, y a pesar de esto, más del 80% por ciento de los contratos de gobierno en el presente año, se han llevado acabo por adjudicación directa, es decir, 8 de cada 10 contratos que otorgó el gobierno federal, se hicieron sin una licitación, sin una comparativa, sin un concurso, sin un sustento o soporte adecuado que justifique tal asignación. ¿Qué implicaciones tiene esto? Que se dejó libre espacio y albedrío para la creación de empresas fantasmas, pago de favores y colusión con proveedores generando un alto riesgo para actos ilícitos sin control alguno. Sin un proceso de licitación o sin un concurso ¿De qué forma justifica el gobierno haber asignado los contratos de forma honesta? La justificación es por demás ridícula “Porque el presidente es honesto y ya no hay corrupción en México”. De sobra sabemos que esas virtudes que tanto se auto exaltan de forma pública, son precisamente las que más se carecen, y esto sólo sucede por ignorancia, por ingenuidad o por perversidad, y así, no se puede hablar de honestidad y de combatir la corrupción en una democracia.
Resulta preocupante que ésta situación no sea nueva, y que al presidente, cuando fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, tuvo dos casos notorios de corrupción cometidos por funcionarios de sus administración, uno de ellos continua cercano a él. El presidente podrá ser la persona más honesta del mundo, pero él sólo no puede vigilar cada paso de sus subordinados, en el peor de los casos, el presidente incluso podría estar beneficiándose de toda ésta opacidad, lo cual echa por tierra su “transformación”, lo cual nos dice que las cosas no han mejorado, sino empeorado, y que hoy México es más susceptible a casos de corrupción. Que la principal bandera que ondeó el presidente durante sus casi 18 años de campaña, no fue nada más que eso, promesas que se las llevó el aire, y que lo único que le sucedió a la “mafia del poder”, es que salió una para dejar su lugar a otra igual o peor. Que cómo le sucedió al Brasil de Lula Da Silva y Dilma Rousseff, las obras faraónicas de la presente administración, podrían ser el ambiente perfecto para la corrupción más rampante desde los años 70s en el país. Tanto dieron se manejó en Brasil durante los preparativos para un mundial de futbol y unas olimpiadas, manejadas con la más brutal opacidad, que los millones desviados a diestra y siniestra pasaron desapercibidos en el momento. Dando la oportunidad perfecta para la corrupción y lo ilícito.
Es alarmante pensar que las obras mayúsculas del gobierno actual, un aeropuerto, una refinería y un tren, hayan sido adjudicaciones directas, que hayan sido puestas algunas en manos del ejército, que no se hayan realizado concursos, que los montos destinados originalmente para los proyectos hayan sido ya rebasados y peor aún, que hoy éstos sean “blindados” por decreto, como sucedió en las obras de los segundos pisos en la Ciudad de México durante la gestión del actual presidente como Jefe de Gobierno. La excusa de ser blindados por ser proyectos de seguridad nacional, no es otra cosa que una absurda y ridícula postura para un gobierno que debió poner por delante la transparencia y la rendición de cuentas, que debió privilegiar la apertura al cuestionamiento a las críticas. La realidad es que este gobierno ha actuado en muchas ocasiones de forma totalmente contraria a como prometió al tomar posesión. En su momento se pudo todo el poder en manos de un solo hombre que había despreciado anteriormente a la sociedad civil y a las instituciones autónomas y que hoy, una vez más lo hace de forma rampante y descarada, por ignorante, por ingenuo o por perverso.
Lamentable que hoy se use como una excusa la “seguridad nacional”, cuando poco se ha hecho para realmente protegerla, cuando muy poco o nada se ha hecho para combatir la inseguridad, la salud y la integridad de los mexicanos, cuando se habla de los intereses particulares del gobierno como asunto de “seguridad nacional”, pero no las inquietudes reales de la sociedad, que acabe la violencia en el país, los feminicidios, la falta de medicamentos y de vacunas, esos son los asuntos que deberían ser tratados con celeridad por ser de seguridad nacional realmente. Se habla de acelerar procesos y de acelerar la inversión pero ¿A qué costa? Este se ha convertido en el país de un solo hombre, sin controles, sin transparencia y sin sanciones, lo cual sólo puede llevar a una cosa, más corrupción. Con su decreto de blindar los proyectos e impedir que sean cuestionados, lo único que se ésta haciendo es pisar el acelerador a fondo de la opacidad y de la corrupción, y en un país de un solo hombre, también podemos hablar ya, sin temor a equivocarnos, de la responsabilidad de un solo hombre, que cómo ya hemos visto, ésta más que preocupado por no ser transparente, por blindarse e incluso, desde antes de tiempo, de colocar un sucesor que le ayude a mantener en la opacidad sus obras.
En varias ocasiones hemos comentado que pareciera que la vocación del presente gobierno es destruir todo el sistema de gobierno democrático con que se contaba hasta el 2018, con personajes de dudosa capacidad al frente de las secretarias y de las instituciones autónomas, el objetivo, crear un fallo completo de éstas, una desacreditación total que ante los ojos de la sociedad los dejara mal parados y los hiciera ver como innecesarios, dándole un peso mayúsculo a la presidencia, así hemos visto desfilar secretarios de energía sin experiencia, secretarios de economía sin experiencia, secretarios de salud sin experiencia, y un sinfín de personajes que solamente han destruido voluntaria o involuntariamente el peso de sus dependencias, cediendo poder a los deseos del presidente, ¿El objetivo? Que al final del día el ciudadano, manipulado por el desastre llegue a la conclusión que el único actor político en el país, es el presidente. Así, es cómo se destruye una democracia, destruyendo incluso una de las instituciones más respetadas por los mexicanos, el ejército, cuya reputación también ha sido expuesta en su incapacidad de combatir al narco, de invadir la vida civil y de ser beneficiario de adjudicaciones directas. El objetivo del presidente es que no se crea en nada en éste país, más que en él. Si aplaudimos decretos como el de blindar los proyectos, sale sobrando incluso el congreso, esa es la austeridad o el “austericidio” ¿Para qué un sistema de gobierno con pesos y contrapesos, cuándo un “rey” nos puede salir más barato? Aunque todos sabemos que no es así.
Escalofriante saber que en proyectos como el del Aeropuerto Santa Lucía, cuya construcción se encuentra a cargo del ejército, se hayan otorgado contratos millonarios a empresas fantasmas, de acuerdo a un reportaje publicado recientemente, empresas que realmente no existen, que carecen de un dueño o de una dirección, ¿No es por eso que inicialmente se había cancelado de forma abrupta y arbitraria, en una consulta a mano “alzada” y mal organizada, el propuesto Aeropuerto de Texcoco? La historia se repite, como decía Marx, “primero como una tragedia y después como una farsa”, cuando nos damos cuenta que se concedieron contratos a empresas de juegos infantiles para proveedor servicios de tractocamiones, o a una tlapalería de colonia, contratos de material hidráulico. No señor presidente, no nos estamos transformando, nos estamos degradando más y más, ese es el resultado de su administración. Nadie pone en tela de duda la labro heroica del ejército en gestas de ayuda a al sociedad, pero el que se hayan prestado para un proyecto para el que no está en su naturaleza de institución llevar a cabo, sólo los ha puesto en un sitio muy desafortunado y que terminará destruyendo su tan valiosa reputación.
Ya no es una sorpresa para nadie los niveles históricos en que la inversión extranjera ha estado dejando al país en años recientes, se sigue lastimando al “estado de derecho”, un tema que siempre se ha señalado y que no se ha podido remediar. Las cancelaciones de proyectos ya acordados, aeropuertos, fabricas, etc, de una forma tan burda, como las consultas “a mano alzada” siguen aumentando la inquietud y la inconformidad de los inversionistas. Mientras el presidente continua aplaudiendo el aumento de las remesas ejercidas, supuestamente por paisanos en los EEUU (que pudieran ser un grave aviso de la falta de oportunidades en el país, o una nueva ruta para el lavado de dinero por parte del narco), la atención debida a la seguridad que se le pueda proporcionar a la inversión mediante el buen ejercicio del estado de derecho, no es un tema que pareciera tener prioridad alguna en la agenda del presidente. No hay que olvidar que la disminución de la inversión extranjera, reduce la competencia, refuerza los monopolios, aumenta los costos y al final es nuevamente más, una fuente directa de la que se alimenta la corrupción.
¿En qué está gastando el gobierno el dinero? ¿Cuáles son los controles bajo los cuales se asignan los contratos? ¿Cuál es la debida diligencia aplicada a los proveedores contratados? Esas son las preguntas que debería estar preocupado el presidente en responder, en lugar de continuar con su doble moral, en la cual pregona “abrazos y no balazos” y por otro lado acusa a la oposición de corruptos y traidores a la patria. Hablaba tanto el presidente y el oficialismo de un golpe de estado, cuando justo lo que estamos viendo es una complicidad entre entre el mismo gobierno y el ejército, en un ejercicio de imposición y secrecía de la voluntad de una sólo hombre, todo un atentado a una democracia y a los importantes avances en éste rubro que se han dado en los últimos 20 años. Es vergonzoso ver a aquel hombre que acusó las obras del Aeropuerto en Texcoco, de ser un ambiente propicio para la corrupción, algo que nunca pudo demostrar, buscar ocultar todos los datos y detalles de los proyectos de su administración, ésta vez su proyecto de Aeropuerto, plagado de sombras en sus transacciones. El presidente ya no sólo ha optado de actuar de forma inconstitucional, ya no sólo nos ha fallado en su lucha contra la corrupción, sino que ha hecho algo mucho peor. Ha vuelto a la corrupción legal, protegiéndola de cuestionamiento y de crítica.
Ese hombre que se jactaba de trasparente e incorruptible, hoy nos ha dado una muestra enorme de sus mentiras y posiblemente nos ha revelado claves importantes de su verdadera naturaleza, una en la que sólo su opinión cuenta, una en la que la critica y el cuestionamiento son atacados, una en la que se da espacios para la corrupción rampante y una en la que se gobierna por decreto, como un dictador que literalmente manada “al diablo a las instituciones”, tal y como ya lo había mencionado y como ya sabíamos que lo volvería a hacer. Una vez más es momento para ejercer la democracia y que la sociedad exija el buen gobierno y la transparencia, hacer las cosas en la opacidad y sin el debido proceso, respetando el correcto estado de derecho y las instituciones, sólo es llevar al país directo al precipicio. Si antes íbamos dando pasos hacia atrás, hoy hemos dado por completo la vuelta y empezamos ha correr de forma demencial hacia un pasado que sabemos fue desastroso para el país.
ahora el kk´s ya se descaró y se convirtió en un dictador en toda le extensión de la palabra
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es un enfermo que esta obsesionaod con el poder, lo sabíamos desde hace tres años, lo advertimos y ahora ya esta expuesto
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estúpido como siempre el predidente de mexico
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hay que pedir la revocación inmediata de éste burro
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