Rolando J. Vivas

Hay que considerar que Morena no se vaya a ir del poder en el año 2024. Es muy posible que Claudia Sheinbaum,  Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal o Adán Augusto lleguen a la silla presidencial en poco más de dos años. No es una buena noticia. Habla de la fuerza y arrastre, hasta cierto punto incomprensible  que posee el actual presidente. Habla de los liderazgos unipersonales que se han enquistado en ese partido. Más un motor para impulsar presidentes y crear redes clientelares que gobernar realmente un país. El actual presidente ha desperdiciado su presidencia en la búsqueda de la perpetuidad de su visión. Probablemente el no lo vea como un desperdicio, se está asegurando ser el hombre fuerte por lo menos los próximos poco más de 8 años. Pero ha dejado ir la oportunidad de conformar lo que muchos que votaron por él hace casi 4 años aseguraban ciegamente  que sería el mejor presidente de la historia del país. El presidente no pudo confirmar la esperanza de sus votantes, pero si ha procurado ña forma de como su proyecto podrá seguir. Para conservar el poder, para continuar favoreciéndose de la silla presidencial, o por lo menos a su familia o para cubrir sus espaldas con la ayuda de su sucesor. El presidente juega a muchos frentes  apuesta a muchos caballos, apuesta supuestamente a una candidata, pero a la vez mantiene a tres más viables. Apuntala su gobierno en el ejército, como institución transexenal que podría jugar un papel decisivo, si su administración se saliera de control y pudiese aumentar el descontento social. También apuesta a fortalecer su red clientelar complicando el papel de benefactor social a la iniciativa privada. Por su fuera poco ha optado por usar un instrumento de revocación de mandato para golpear duramente al Instituto Nacional Electoral, a quienes ha recortado el presupuesto y a la vez les ha encomendado realizar el proceso de revocación, un proceso nacional que se antoja complejo realizar con un bajo presupuesto y que incluso se antoja está de más y se vislumbra como un ejercicio de ego y de agitación social a favor del presidente.

Resulta desconcertante que el presidente haya iniciado su proceso de “destape” de su candidato tres años antes de la elecciones, el PRI, cercano al corazón del presidente estilaba éste ritual de “destape”, aunque no con tanta anticipación. Por otro lado, la candidata “consentida”, Claudia Sheinbaum no parece precisamente una carta fuerte para las elecciones  su mayor fortalece reside en su cercanía al presidente y en su total sumisión a los deseos de éste. Sheinbaum podría convertirse en el frente de un nuevo sexenio en el el presidente podría ejercer el poder desde las sombras. Si ésto se ejercía en sexenios anteriores, ahora resulta por demás obvio. Primero fue una tragedia, ahora luce como una auténtica farsa. El “talento” de Claudia Sheinbaum ha consistido en aplicar al pie de la letra la primera “ley del poder” de Robert Greene, autor de Las 48 Leyes del Poder, que consiste en nunca opacar al maestro, en ésto Sheinbaum se muestra avezada como nadie, y sabe que es principal “virtud”, así llegó a ocupar el segundo puesto político más importante del país, siempre opaca y con resultados cuestionables al grado que las elecciones intermedias resultaron en un duro golpe al poder del partido oficialista en la Ciudad de México. Si Shienbaum ha aplicado exitosamente la primera ley, el presidente ha hecho suya la segunda. Nunca poner demasiada confianza en sus amigos y en aprender a usar a sus enemigos. Así, el presidente ha alejado de su círculo de confianza a gente como Alfonso Romo, a Gabriel García, César Yañez, Yeidckol Polvevnsky y John Ackerman, piezas claves en su campaña presidencial en el 2018. En su lugar el presidente ha usado eficazmente ha gente como Ebrard y Monreal, quienes han servido de forma leal al presidente,  a pesar de diferencias notables en años pasados. Ebrard alguna vez fue rival del presidente en una campaña interna en el PRD, en su momento declinó por el presidente y ésto le valió ganarse toda la confianza y un papel protagonista en el gabinete actual. Ricardo Monreal, un auténtico animal político en temas de cabildeo ha mostrado diferencias con el presidente, ha amagado con abandonar la causa del presidente en irse a la oposición, la final ha sabido negociar y actualmente es un fuel colaborador del presidente.

La tercera ley, es una que aún estamos pendientes de confirmar que será usada como herramienta camino al 2024. Oculta tus intenciones. Y en ésto hasta ahora el presidente ña ha jugado de forma brillante. Ha avanzado una de sus piezas más adelantadas, Claudia Sheinbaum, pero también ha empujado a una de sus piezas más atrasadas, su amigo y cercano colaborador, Adán Augusto, quien hoy preside el puesto de Secretario de Gobierno, y quien sin duda ha estado avanzando a pasos agigantados en formar un frente político que le respalde, la CONAGO, a quiénes logró volver a reunir, lo que debe tener mucho muy contento al presiente. De igual forma, el presidente ha permitido que personajes como Ebrard y Monreal se “auto destapen” para el proceso electoral del 2024. El presidente los ha dejado expresar su interés en ser candidatos, a la vez que ha acercado a Augusto cada vez más a su círculo más cercano. Podemos decir que el presidente ha permitido que cada uno de los posibles candidatos “sueñe” con ser ser candidato designado por el presidente. Ese que reciba todo el apoyo presidencial y por lo tanto le trasmita parte de su arrastre popular. Difícil saber si el presidente buscará la manera de continuar un sexenio más, luego del ejercicio de revocación. Difícil saber si el presidente dejará actuar de forma autónomas Sheinbaum.  Difícil saber si el presidente entregará el poder a cartas menos seguras o confiables como Ebrard o Monreal, de quienes se ha pensado en caso de no recibir el apoyo del presidente como candidatos, podrían buscar el poder dejando el partido y buscando una nueva plataforma para impulsar sus candidaturas. Difícil pensar que Ebrard o Monreal dejen escapar la oportunidad de ser presidenciales presidenciales el 2024, estando tan cerca del poder y siendo una elección en la que pudieran beneficiarse de su relación de trabajo con el presidente. No es tan arriesgado pensar que el partido oficialista conservará el poder en el 2024. Para el 2030 se antoja completamente incierto.

Seguramente el partido oficialista ganará las elecciones presidenciales en el 2024. Claudia Sheinbaum,  Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal o Adán Augusto, gracias al apoyo del presidente y de todo el aparato corporativista y clientelar que han creado, tendrán relativamente sencillo ganará la elección. El presidente ha establecido un juego unipersonal en el que el futuro de su partido se centra en una sola persona. El partido es sólo un comité electoral para ésta figura  y percibirá que el resto de los partidos,  e incluso el votante acepte con gusto éste juego. Los partidos políticos han cedido su lugar, no a verdaderos liderazgos populares sino a liderazgos caudillismo, un juego peligroso y que consiste en la creación de liderazgos a los que hay que invertir mucho tiempo y que por consecuencia no pueden ser retirados en corto plazo. La oposición no podrá construir ese tipo de liderazgos en un par de sexenios. Pero no todo está perdido, hay una carta muy importante que la oposición debe jugar. Esta en la historia y deben estudiarla muy bien para jugarla de forma exitosa. Hace casi 30 años, la “dictadura perfecta” comenzó a desmoronarse, los reflectores internacionales se encontraba sobre el país y denunciaban un posible retroceso democrático. El presidente Carlos Salinas buscaba integrar al país en la dinámica del libre mercado y el globalismo. Aunque su modelo inicial eran países como Singapur y China, ésto parecía que llevaría al país por una senda a una dictadura más opresiva, por lo que algunos cambios y concesiones tuvieron que llevarse a cabo. A partir de ésto la oposición comenzó a ganar posiciones en las cámaras y en los estados, ese fue el principio del fin del PRi hegemónico. El partido oficialista hoy practica un hiperpresidencialismo similar al del “viejo PRI”, aunque más personalista. Este poder está fuertemente apoyado por la arrasador mayoría en las cámaras, y que ha ido ganando posiciones en los estados. La oposición hoy se ve débil y fragmentada, sólo en el principio de que no posee un liderazgo personal, formado a lo largo de los años, ésta no fue una novedad, ya que anteriormente Cuauhtemoc Cárdenas había ejercido un exitoso liderazgo similar al del actual presidente. El poder absoluto lo perdió el PRI en las cámaras, y el partido oficialista lo ganó también ahí. Aunque ego de las elecciones intermedias, también lo comenzó a perder ahí mismo.

El 47% de los votantes, no votaron por el presidente en el 2018, así que, claro que hay una oposición a la actual administración, la cuál también perdió fuerza en las elecciones intermedias, esa es precisamente la clave para que el contrapeso democrático retome fuerza en el país. Vicente Fox, primer presidente de oposición en México, electoral electoral el año 2000,a pesar de contar ampliamente con el apoyo del votante, se enfrentó con una dura oposición en las cámaras. Fox, un populista de derecha no pudo llevar acabo sus iniciativas más extremas. Fue confrontado y obligado a llegar a un consenso con la oposición. Esos consensos entre poderes opuestos es lo que hizo avanzar a México, aunque a paso lento, desde hace 4 décadas, y su pérdida nos ha frenado en los últimos 3 años. Ese enfrentamiento democrático nos ha salvado a nivel global de personajes como Donald Trump o Jair Bolsonaro, a permitido avanzar de forma consistente a países como Alemania, Suiza  Australia y Nueva Zelanda y la completa ausencia de éste ha levado a países cómo Venezuela y Argentina a la ruina. Para la oposición hoy es imposible crear un liderazgo personal a la par del presidente en poco más de dos años. Es imposible, pero también es poco recomendable. Lo que si es posible es tomar el poder de las cámaras usando esa oposición del 47% de los votantes y parte de los votantes decepcionados de la gestión del actual presidente. La elección Chilena del día de mañana nos dejará a todos una importante lección. El país puede enfrentar una difícil decisión presidencial, se puede elegir no al mejor presidente y cometer un error en la decisión, pero la democracia y un sistema de contra pesos equilibrado, de rendición de cuentas y de continuo consenso es la mejor garantía para continuar avanzado a pesar de una mala decisión. Podemos tener a un mal presidente una vez más, pero hay que asegurarnos que no tenga el poder. Hay que asegurarnos que las cámaras y las instituciones autónomas tengan la fuerza para exigir un consenso y evitar que los errores de una persona lleven al país a la ruina.