Por: Rolando J. Vivas

Hace una semana dejé mi automóvil en el taller para el servicio programado de mantenimiento. Tenía mucho tiempo que no abordaba un taxi y opté por solicitar uno en una de las aplicaciones más conocidas de servicio de movilidad. En la aplicación no me aparecían unidades disponibles, pasaron varios minutos y volví a revisar. Unos minutos más y nada. Caminé un par de cuadras y tomé un taxi de los que circulan comúnmente por las calles, para poder llegar a tiempo a la oficina. A mediodía volví a buscar una unidad en la aplicación y nuevamente, no habían autos disponibles, lo mismo me sucedió a lo largo del día, incluso, por la tarde que iba a ir a recoger mi auto, tuve suerte de salir con tiempo ya que tuve que caminar un par de kilómetros hasta que localicé un taxi en la calle.

Antes de la pandemia había escuchado muchos comentarios positivos sobre el uso de autos mediante aplicaciones como Uber, DiDi o Cabify. El uso de éstas aplicaciones se volvió bastante común y sabía de la alta disponibilidad y rapidez del servicio. En meses recientes, los comentarios han cambiado mucho. Es común escuchar que no es muy difícil encontrar autos, que el servicio ya no se distingue como algo especial como era antes y sobre todo, que las tarifas se han vuelto bastante caras, o más bien dicho, exageradamente caras, al grado, que de acuerdo a varios reportes que he leído, incluso en algunos viajes, más caros que un boleto de avión, algo por demás absurdo. La realidad es que la pandemia ha hecho estragos realmente en éstas aplicaciones y en el servicio que dan, presentan problema derivados de su naturaleza algorítmica, de las leyes de la oferta y la demanda, de la ley de la causa y efecto, y claro, de la propia naturaleza humana.

La pandemia redujo considerablemente los viajes hace dos años, muchos pasajeros dejaron de salir de sus casas por un tiempo, parte de las plantillas laborales permanecieron en sus casas haciendo “home office”. La novedad de pedir una unidad mediante la aplicación se acabó con la pandemia y los clientes comenzaron a escasear. Muchos conductores a falta de demanda de viajes, optaron por dar otro tipo de servicios que tomaron gran auge, como la paquetería y la entrega de alimentos. Viajes más cortos y más enfocados en un solo sector y en horarios determinados se volvieron más populares que viajes largos. De ésta forma, muchos choferes dejaron de dar servicio de transporte a pasajeros. La oferta de viajes comenzó a escasear y por consecuencia los viajes disponibles se volvieron, por mero calculo algorítmico, estratosféricamente caros. Esto mientras el auge por la paquetería, derivado de trabajar lejos de la oficina comenzó a incrementar, y la entrega a domicilio de alimentos se volvió un fenómeno sumamente exitoso que muchas cadenas de alimentos supieron aprovechar muy bien. No por nada empresas como Dominós crecían, y siguieron creciendo de forma asombrosa  antes y durante la pandemia.

A nivel mundial éstas aplicaciones pasan por un período de grave crisis, hay poca oferta de choferes y esto hace que la demanda incremente y por consecuencia los viajes aumentan su llamada “tarifa dinámica”, difícilmente los choferes que pasaron a las aplicaciones de mensajería y entrega de alimentos regresaran al formato de traslado de pasajeros, considerando las ventajas que ofrece el primero, menos contacto directo con personas, menos necesidad de moverse distancias largas, horarios de trabajo más breves. Por el momento, aplicaciones como Uber, DiDi y Cabify buscan desesperadamente la forma de atraer choferes a sus servicios de traslado de pasajeros, con el fin de volver su servicio más accesible, pero pareciera que la pandemia les ha dado un golpe bastante duro, del que se antoja difícil se puedan recuperar. Es muy probable que el servicio de éstas aplicaciones se siga expandiendo en temas de paquetería y entrega de alimentos, y que pierda cada vez más su fuerza en el servicio de traslado de clientes, al final, probablemente la siguiente gran trasformación en éste rubro sea la incursión de automóviles autónomos, los cuales no sólo “salvarían” el servicio de taxi y ayudarían a reducir considerablemente las tarifas gracias al uso amplio de la “inteligencia artificial”, aunque también el uso de éste tipo de autos y tecnología impactará fuertemente a la mensajería y a la entrega de alimentos, que en un plazo no muy largo, seguramente empezará incluso a hacer uso de otros vehículos como los drones.

Resulta interesante comentar un par de opciones que se han estado generando en México respecto a la escasez de mano de obra derivada de la pandemia. Por un lado  el gobierno de la CDMX anuncia afanosamente el apoyo a la aplicación MiTaxi, como medida para contrarrestar las excesivas tarifas por escasez de conductores. Resulta por demás ridículo que la jefa de gobierno, Claudia Shienbaum señale que la aplicación será de gran utilidad al ciudadano, una vez que se cuente con más taxistas en éste servicio ¿No habrá entendido Shienbaum, que precisamente ese es el problema, de origen, la falta de chóferes? Basta recordar la situación desastrosa acontecida en el Reino Unido, en que, la falta de chóferes para camiones transportistas desató una grave fuerte de escasez alimentos y combustibles en todo el país  luego de que el Brexit dejara sin permiso de trabajar en aquel país a miles de chóferes de origen extranjero. Países como Francia hicieron uso extensivo por décadas de la mano de obra migrante para convertirse en la segunda potencia dentro de la Unión Europea  Alemania lo continúa haciendo también. En Monterrey, México, la cadena de tiendas de conveniencia Oxxo hace el estallar anuncio de que con autorización de la Secretaria de Relaciones Exteriores empleará a migrantes haitianos en sus tiendas. ¿Podría ser el fenómeno migrante también una posible solución inmediata a la falta de chóferes de taxi?

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