Por: Rolando J. Vivas

El juguete que más anhelé de niño (y qué no tuve) era una nave espacial que incluía una figura de Spider Man (el segundo fue un centro de comando GI Joe, que no tuve tampoco). Estaba aún en el jardín de niños y había escrito una carta a Santa Clós. Había pedido esa nave por la figura solamente, la nave no hacía mucho sentido en el “universo” de Spider Man, mi súper héroe favorito (aunque recuerdo que Spider Man alguna vez tuvo un auto). Había aprendido a leer con los cómics de Marvel antes de entrar a la primaria. Aún no salía la serie de figuras de acción de Secret Wars, que fueron de las primeras en existir en los 80s, así que tener esa nave era la única forma de tener una figura de acción de Spider Man que fuera diferente a las figuras de plástico duro que hacia la empresa PlastiMarx en aquellos años (que si tuve y que hoy en día valen bastante en Internet). Debió ser en tercer año de jardín de niños y un tipo vestido de Santo Clós nos entregaría el regalo sobre el escenario de un teatro. Había visto la caja que me entregarían, estaba seguro por las dimensiones que tendría esa nave con la figura del súper héroe arácnido que pocos conocían en aquél entonces. Todos sabían quién era Superman por las películas de Christopher Reeves y todo mundo conocía a Batman por la serie cómica que protagonizaba Adam West muy en la onda de los 60s. Spider Man no era popular, era un paria, así como Peter Parker. Spider Man era realmente poco conocido y sólo había un par de películas pésimas que no habían tenido mucho éxito en el cine. Llegó el momento, mencionaron mi nombre y subí al escenario, caminé hacia el tipo vestido de Santa Clós, él me preguntó lo clásico, si me había portado bien y qué le había pedido. Nadie debió entender a lo que me refería con lo de la nave y la figura de Spider Man, el tipo me pidió que abriera la caja y así arranqué el papel lleno de ilusión. En uno de los álbumes de fotografías de mis padres hay una foto de ese preciso instante, mi cara emocionado rompiendo la envoltura de aquella caja. Cuando la abrí, me di cuenta que no era lo que había pedido. ¿La foto la tomarían mis padres para ver mi cara al darme cuenta que el regalo no era lo que yo quería? Recuerdo al abrir la caja descubrir una camioneta amarilla a escala hecha de lámina. Exactamente igual a una que ya tenía en casa. Supongo que no era yo tan exigente, y pensé “bueno, tendré dos camionetas iguales”.  En cierta forma estaba confundido. ¿Cómo se había podido confundir Santa Clos y me había entregado un juguete igual a uno que ya tenía? La sorpresa fue mayor cuando llegué a casa y busqué la otra camioneta y ésta no estaba, había desaparecido. Mis padres inventando mil excusas y culpando a Santo Clós. Al día de hoy me sigo preguntando tantas cosas al respecto. No éramos precisamente pobres como para que mis padres no me hubieran podido comprar un regalo, cualquiera. Yo no era estúpido como para caer en el engaño de la equivocación de Santa Clós y la súbita desaparición del otro juguete. Al día de hoy la única explicación que me repito es que a mis padres no les importaba la Navidad, y mucho menos lo que yo pensara al respecto. No habían comprado nada tal vez porque se les olvidó y les importó más quedar bien con todos menos conmigo. Pero sigo pensando que lo peor de todo era haber tratado de engañarme de alguna forma tan poco inteligente. Hacerme creer que la camioneta de juguete no era la misma que yo ya tenía. Así que no esperen una bonita historia de Navidad de mi parte. Hasta éste punto, pudiera haberme identificado enormemente con el personaje del Grinch. Pero no, pienso que mis hijas tienen hermosos recuerdos de la Navidad, excepto por el pingüino electrónico que bailaba y cantaba, que las hacía correr histéricas cuando eran niñas.

La de hace un par de días fue una de las Navidades más calientes que recuerde. Cuando hace calor en Navidad, no parece Navidad, recuerdo algunas Navidades cuando era niño en que todo se congelaba. En definitiva, hace más calor en éstos días que cuando era niño. En casa de mis padres nunca tuvimos aparatos de clima, algunos abanicos sí. No recuerdo a mi padre encender el clima del auto jamás, por lo general siempre viajábamos con los cristales de las ventanas abajo. Pienso que efectivamente el planeta se calienta cada vez más. Tal vez a los reptilianos así les gusta. Aunque también  pienso que David Icke es un fraude como los regalos de Navidad de mis padres. ¿Hay un desastre causado por el humano que está acelerando el cambio climático? Pienso que sí, considerando que el clima y las estaciones se han ido desplazando de alguna forma, Diciembre y Enero ya no son tan fríos, Febrero y Marzo ahora lo son. El año pasado hubo una tormenta invernal severa en Texas, y eso fue a finales de Febrero ¿Podría esto ser causado directamente por el hombre? No puedo afirmarlo, tampoco negarlo. Pero puedo afirmar que contaminamos y ensuciamos el planeta, y mucho, y cada vez lo hacemos mal. La inmovilidad por el COVID nos permitió por momentos ver cielos más limpios y respirar un mejor aire (aunque con nuestros cubre bocas puestos). El recuerdo más bonito y emotivo que tengo de mi niñez en Navidad, es una canción de un comercial de Coca Cola. Aún la escucho y me estremece por alguna razón. Otra vez, la Navidad no es bonita para mí. La disfruto ahora gracias a mis hijas, gracias a que con mi familia tengo todo y no necesito nada más. Pienso que si el mundo terminará algún día, la Navidad sería una fecha perfecta para esto. Dicen que la Navidad y el Fin de Año son fechas para reflexionar, yo suelo reflexionar muy seguido, casi a diario, pero el hecho de que muchos reflexionen en éstas fechas, lo hace aún mejor para que el fin del mundo ocurriera casi a fin de año (aunque los chinos lo terminan allá por Febrero, cuando inició el COVID hace dos años ya). Por lo general los cometas en el pasado eran interpretados como señales de algo catastrófico, enfermedad, guerra o muerte. Aunque la estrella de Belén es parte fundamental del mito de la Navidad, y no creo que alguien piense en esa estrella como algo catastrófico. Recordemos el meteoro que cayó aquí cerca, en Chicxulub, en la península de Yucatán, y que significó la muerte del 75% de las especies vivas en el planeta, hace unos 66 millones de años. Para el ser humano, ese evento más que catastrófico, significó que el camino estaba libre para el reinado del hombre, una vez exterminados los dinosaurios. Pensar que el hermoso estado de Yucatán, estado que  seguramente se convertirá en un “hub” logístico en unos años, en algún momento fue uno de los sitios más mortíferos del planeta, resulta alucinante. Pensar que un meteorito podría significar el fin del mundo y en Navidad no suena al final, tan descabellado. ¿Sería esa la razón por la que Netflix estrenaría Dont Look Up el 24 de diciembre? Las películas de Adam McKay me resultan increíbles, desde su primera etapa con comedias surrealistas junto a Will Ferrell, hasta su segunda etapa, en la que pareciera decidido a ser más mordaz y anti sistema que el mismo Michael Moore. Dont Look Up es extraordinaria, no al nivel de The Big Short, que me sigue pareciendo una joya y lo mejor de McKay. Si te encanta de verdad el humor negro y desconfías del capitalismo salvaje, McKay ha creado una alegoría visual sumamente entretenida y con momentos espectaculares. Cabe señalar que McKay no es, ni será el primero en mostrarnos de forma tan interesante la amenaza de un objeto estelar aproximándose a la Tierra, otros ya lo han hecho. Aunque nadie más nos ha mostrado la estupidez humana de forma tan obvia al reaccionar a tal evento. Bueno si, Los Simpsons hicieron algo parecido, y con resultados insuperables como siempre.

Al final, cómo nos lo han dejado claro McKay y los Simpsons, no necesariamente un evento de destrucción masiva global serviría a la raza humana para unirse y olvidar las diferencias, Paul Krugman hablaba de una invasión extraterrestre, Alan Moore tomaría en parte esa idea para The Watchmen, aunque la realidad es que el COVID nos ha dejado claro lo fácil que resulta cerrar los ojos, dividirnos e ignorar la seriedad del problema y la facilidad con que algunos sacan provecho mientras otros cierran los ojos, o prefieren no ver para arriba. En la película de McKay, un par de astrónomos (Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, irreconocibles) señalan un objeto enorme en curso de colisión con el planeta. Cuando exponen la situación a la presidente de los EEUU (una ex actriz que pareciera la versión femenina de Trump interpretada por la colosal Meryl Streep), ésta al no ver la manera de sacar provecho político, los ignora al inicio, después buscando usar la situación como “cortina de humo”, decide usar el evento, sólo para nuevamente prestarse a la manipulación de una multinacional, que pretende explotar el objeto para generar enormes ganancias. Al final, éste no es el típico cine de Hollywood de final feliz y de cómo la raza humana se une para destruir al objeto, no hay canciones de Aerosmith, ni aparece Bruce Willis. Es más cercana a Melancholia de Lars Von Trier, sabemos lo que va a pasar desde el inicio. Y así pasa, se acaba el mundo. Claro, es una comedia muy negra, y aunque Adam McKay se acerca a Michael Moore una vez más, no es Stanley Kubrick, y aunque Dont Look Up, no es Dr. Strangelove, la realidad es que la temática y la historia resultan bastante similares en su naturaleza post apocalíptica y de humor muy negro. Al final la estupidez humana continua siendo la peor amenaza a la que enfrentamos, y siempre habrá algunos “no tan listos” pretendiendo serlo, y muchos otros que desafortunadamente, los seguirán ciegamente. Esa podría ser la gran tragedia de la humanidad, el COVID nos lo ha dejado muy claro, y las grandes afectaciones al medio ambiente y el cambio climático, podría ser algo aún peor. Pero no lo queremos ver. Hay unos cuantos que siguen sacando provecho y utilidad del proceso de destrucción del planeta, y hay muchos que les siguen ciegamente. La corporación BASH, que en la película busca sacar provecho del objeto que está por colisionar al planeta, al final no es muy diferente de la corporación LIVE (ambos comparten sus “namastés” y sus filosofías new age) que aparece en Lluvia de Hamburguesas, y que también busca sacar provecho de una desgracia que a pesar de toda su tecnología no puede resolver, al final la ambición convierte al más inteligente, en un estúpido. Así, mientras Bill Gates se convierte en profeta del cambio climático, y es crucificado acusado de ser el creador del COVID, Jeff Bezos y Elon Musk apuntan al espacio, a Marte en particular, usando como bandera la salvación de la raza humana, aunque logrando contratos para la minería intergaláctica.

¿Qué hay con los objetos amenazantes que caen del cielo, y que pudieran significar ahora el fin de la raza humana? Alguna vez vi uno en plena madrugada cayendo sobre el Cerro de la Silla, si, en esa ocasión estaba tomando con unos amigos, pero lo que vi fue muy claro y no fui el único, resulta al final una fortuna tener la oportunidad de ver algo tan poco común. Morning Star fue un disco de los suecos Entombed, una de mis bandas favoritas de música extrema. El disco fue publicado en el año 2001, hace ya más de 20 años. Un disco en que el sonido de la banda se volvía una vez más trascendente y sin mido a probar cosas nuevas. La canción Rebel Angel, o el “ángel rebelde” merodeó por mucho tiempo en mi cabeza. Siempre he pensado que tuvo que ver con a elección del nombre de una de mis hijas. Hace unos meses, uno de mis escritores favoritos, el noruego Karl Ove Knausgaard publicó The Morning Star. La cercanía entre Suecia y Noruega no hace otra cosa que hacerme pensar que Knausgaard, un escritor bastante aficionado a la música, en algún momento debió escuchar a los Entombed. The Morning Star no es cualquier novela para Knausgaard, quien luego de seis enormes tomos de su “Mi Lucha”, finalmente retomó el estilo literario de ficción, alejado de su conocida afición por la no ficción biográfica, una corriente que ha tenido gran resonancia en la literatura. ¿Porqué menciono The Morning Star? Por la sencilla razón de que en la novela, un grupo de personajes y sus actividades, comienzan a girar alrededor de una extraña estrella que aparece de forma sorpresiva un día. Esto me lleva nuevamente a Melancholia, una de mis películas favoritas del danés Lars Von Trier. Un drama apocalíptico como pocos. Una obra maestra bastante personal que sólo pudo venir de alguien como Trier. Una de las premisas de Melancholia es que las personas con depresión reaccionan de forma más calmada a las situaciones de mucha presión, la explicación, es que de entrada ellos ya esperan que algo malo pase. La película no deja duda alguna, en sus primera escena vemos como un planeta colisiona con la Tierra. Me resulta sumamente interesante como Von Trier consigue hacer una película tan estremecedora y enigmática, a pesar de prácticamente ya conocemos el final. Aunque uno pudiera pensar que Melancholia trata sobre la destrucción de un planeta, en realidad, el idioma extremadamente poético de Von Trier nos habla sobre la destrucción emocional de una persona. Irónico que Von Trier nos presente la certeza del fin del mundo en un par de segundos de inicio de la cinta, considerando que muchos “locos” han vaticinado el fin del mundo y este no ha llegado. Mi madre decía que no me preocupara por el fin del mundo, que ya desde épocas de su abuela se hablaba de esto. Mi padre me decía que el mundo se acababa cuando uno moría. Pienso que así es. Si algún día nos llegase el fin de ésta forma, con una bola rápida dirigiéndose hacia nosotros en el billar cósmico, sabremos que no hay escape, sabremos que es algo que hemos estado esperando por mucho tiempo y que el fin de la raza humana no puede ser un virus en constante mutación, tampoco un huracán o un tsunami. Una explosión intergaláctica, ese si sería un fin épico para nuestra breve estadía en el universo.

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