Por: Rolando J. Vivas

En 1962, Stan Lee y Jack Kirby de Marvel Comics, crearon a uno de mis personajes favoritos, el Increíble Hulk. Lo que más me llamaba la atención de Hulk, y tal vez de niño me era difícil entenderlo de una manera más amplia, era su naturaleza literaria. Había leído los libros de Frankenstein de Mary Shelley y el Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson. Era obvio que Stan, enorme admirador de la literatura clásica de fantasía, había concebido (junto a Kirby) a Hulk como el descendiente directo de éstas dos historias clásicas. Si queremos meternos a un contexto más histórico, algo que también deleitaba a Stan Lee y a un servidor, Hulk era una metáfora de la amenaza nuclear latente durante la Guerra Fría, las bombas, los misiles, la radioactividad, algo así como el Godzilla de los japoneses.

Además de los cómics de Hulk que siempre me fascinaron, estaba la serie de televisión protagonizada por Bill Bixby, y por el espectacular Lou Ferrigno. Ferrigno era un gigante capaz de hacer ver a Arnold Schwarzenegger como un enano. Era increíble ver a Ferrigno caracterizado como Hulk. En los 80s, el bodybuilding aún era una subcultura poco conocida, y ver a un ser humano con ese desarrollo muscular no era algo ordinario. Aún así, otro enorme atractivo es que podía ver en pantalla esa lucha del doctor David Banner (en el cómic el nombre era Bruce Banner, algo que le encantaba a Lee, la aliteración, “Green Goblin”, “Peter Parker”, “Fantastic Four”, “Bruce Banner”. Usar las mismas dos iniciales le daba un ritmo y una fortaleza al nombre del personaje, además de que ayudaba a recordarlo con mayor facilidad) para controlar la ira, así, de igual forma, Stan Lee abordaba el tema del llamado “anger management” y el manejo de la emociones, tema que conoceríamos después de forma más ampliamente difundida, pero The Incredible Hulk, en cómics o en la serie, sin duda era todo un tratado sobre éste tema, como no había muchos entonces.

“No me hagan enojar, no les voy a gustar cuando me enojo”, era la frase acuñada por la serie, que se volvería bastante popular, cuando alguine te empezaba enojar, ya casi de manera automática soltabas la popular frase de Banner. Escritores como Peter David (que me parece un escritor excepcional) expandieron la naturaleza psicológica del personaje, más allá de la naturaleza heroica, y expondrían a los lectores a una profundidad científica que determinaría que Bruce Banner padecía de algo llamado “Desorden Disasociativo de Identidad” y “Desorden Explosivo Intermitente”. En pocas palabras, bajo ciertas circunstancias de estrés, la ira bloqueaba de forma momentánea la identidad de Bruce Banner y liberaba o permitía que dominara la identidad de Hulk. Obviamente todo ésto se volvia exponencial por la exposición a los rayos gama, origen de los poderes de Banner.

La primera película de cine de la era moderna de Hulk, dirigida por el genial Ang Lee, tomaba la dirección introspectiva de las historias de Peter David, y profundizaba en el relato de abuso que David había introducido en el pasado de Bruce y la relación con su padre. Ang Lee había también dado ese toque “clasico” al basar un poco la cinta en la clásica película en blanco y negro King Kong, obvio muchos no lo notarían, pero ese ingrediente “nerd” por parte de Ang, era en definitivamente un guiño genial a Stan. En la segunda cinta, veíamos a Bruce Banner lidiar con la ira mediante la meditación, lo cual no dista mucho de la manera correcta en que muchos lidiamos con ella hoy en día. Buscando la manera de ejercer control sobre las emociones y no dejando que éstas tomen control sobre nosotros. No sería extraño que en algun momento Hulk deba acercarse a la filosofía estoica de Séneca o de Marco Aurelio para seguir trabajando, no en suprimir emociones, sino en la forma de usarlas mejor para beneficio propio.

Alguna vez le di una nalgada bastante fuerte a una de mis hijas cuando eran pequeñas, estaba muy enojado por algo que la niña había hecho, “algo me ganó” en definitiva. Me “desconecté”, “no era yo”. Me di cuenta que lo que había hecho estaba muy mal, y me prometí no volverlo a hacer. Nunca volví a repetir eso. Recuerdo que mi mamá mostraba esa cosa del “desorden disasociativo de identidad” y “desorden explosivo intermitente”. Podía ser la persona más cariñosa y dulce un momento, y después ponerse realmente violenta y hacer cosas de las que después se arrepentía. Tenía estallidos momentáneos de furia en los que no razonaba mucho. “No era ella cuando se enojaba”. La recuerdo arrojándome escobas, botellas de refresco de cola de vidrio, lo que estuviera a la mano, era una forma de sacar esa furia que en momentos la desbordaba. Después se quedaba reflexionando en el daño que me pudo haber provocado si no hubiese yo esquivado los objetos. Eso siempre dificultó la relación con ella, me hacía no confiar por completo en ella, a pesar de que la adoraba. Sabía que en cualquier momento podría tener uno de esos estallidos.

Tenía yo unos 16 o 17 años y un día salí con unos amigos a un bar a ver a un grupo de rock. Recuerdo que mi madre me pidió estar a las 12 de la noche en casa. A esa hora pedí a un amigo me diera un “aventón” en su coche. No contaba con que mi amigo estaba obsesionado con una chica que vivía bastante lejos y a esa hora se le ocurrió conducir a casa de la chica sólo para “pasar por su cuadra”. De regreso, su auto, que era bastante viejo falló, y tuvimos que bajar a empujarlo hasta que arrancó de nuevo. Llegué a mi casa pasada la 1 de la madrugada. No había tomado ni una gota de alcohol (a ese bar me habían dejado entrar, siendo menor de edad bajo la condición de no tomar alcohol). Entré a la casa, sabía que mi madre me llamaría la atención por la hora, así que entré en silencio y sin encender luces, caminé por el pasillo, iba pegado a la pared para no chocar con algo en medio de la oscuridad. Entonces se encendieron las luces y mi madre estaba ahí frente a mi hecha una furia. Como usaba la pared para guiarme en la oscuridad, debió creer que estaba borracho o algo así. Obviamente me regañó por llegar tarde, también porque creía que había tomado mucho y que según ella no podía sostenerme y por eso me recargaba en la pared.

Yo le expliqué la situación y no me quiso creer, insistía en que había llegado tarde a propósito y que seguramente había tomado alcohol, caminé hacia mi cuarto y ella seguía regañándome y más enojada que nunca. En algún momento la perdí de vista, me agaché a quitarme los zapatos y entonces sentí un golpe muy duro en la cabeza. Mi madre enfurecida porque ignoraba sus regaños, había tomado mi guitarra acústica y la había estrellado contra mí cabeza, la guitarra se había hecho añicos y yo no entendía qué demonios le pasaba a mi madre para haber hecho eso. Al día siguiente recuerdo que me preguntó cómo estaba, y si quería ir con un doctor a que me revisara. Me quedaba muy claro que en esos episodios de furia, la razón de mi madre se esfumado por completo, no pensaba, no era ella. Al día de hoy hay ocasiones en que me enojo con mis hijas, tal vez mucho. Puedo levantar la voz, pero recuerdo a ni madre que perdía la razón y se convertía convertía otra persona cuando estaba enojada y entonces meto freno. Soy el jinete de mi emociones y les digo por dónde ir, no al revés. La mejor receta para combatir al ira es dejar que las cosas se enfríen. Siempre.

Recuerdo mucho la película Falling Down protagonizada por Michael Douglas (y dirigida por Joel Schumacher, futuro director de Batman), en la que un ciudadano común y corriente tiene un mal día en medio del tráfico y el calor (además de otros temas profesionales y personales), y eso lo hace perder el control e iniciar una serie de hechos bastante violentos por toda la ciudad. En español se llamaba Un Día de Furia. La actuación de Michael Douglas es extraordinaria, quizá no capté muchas cosas la primera vez que la ví, pero a medida que meditas y reflexionas sobre a cinta, te das cuenta de la profunidad del relato psicológico de cómo una persona normal puede sucumbir a la tristesa y a la furia si se conjuntan ciertos eventos en un día cualquiera. Recuerdo también esa película animada llamada Intensa-Mente, nunca fue de mi agrado total. Era bastante novedosa e interesante pero planteaba al ser humano como un ser presa por completo de sus emociones. ¿Y la mente? ¿Y nuestra capacidad de razonar? ¿Estábamos condenados a ser víctimas de nuestras emociones? Y entonces lees a los estoicos, y te dicen en terapia, “es que no puedes vivir como los estoicos, sin sentimientos”. “Los estoicos no viven sin sentimientos, no se equivoquen” suelo responder. Los estoicos no hablan de suprimen los sentimientos. Los analizan, los estudian y los procesan. Los canalizan y los usan a su favor. El enojo es una energía, la felicidad es un regalo, el miedo es una guía para ser cautelosos y planear mejor, la tristeza es un espacio para la reflexión y valorar lo que tenemos, vida, amigos, posesiones.

“All the things that they’re saying & doing
When they pass me by it just fills me up with noise, It overloads me,
I wanna disconnected myself
Pull my brains damn out, unplug myself
I want nothing right now, I want to pull it out.”

Henry Rollins, Disconnect, 1994

Decía el ex Johnny Rotten, hoy John Lydon, “anger is an energy”, “la ira es una energía. El ex Black Flag y uno de los personajes personajes realmente admiro en grande, Henry Rollins hablaba sobre lo mismo, usar la ira como combustible. Y vaya que ambos lo hacían de la mejor manera imaginable. Pienso que mucho del punk rock se trataba de eso, de canalizar toda esar ira, ese coraje, esa furia y conseguir algo positivo de todo ello, crear arte, crear una obra maestra. Basta con leer los cómics llenos de furia de alguine como Garth Ennis, The Punisher, Judge Dredd, The Boys, es obvio que Ennis está lleno de furia contra los clichés del mundo de los superhéroes, primero los analiza, despúes los decontruye y despúes incluso los destruye, como en The Boys. El fin de semana terminé de ver el documental Some Kind of Monster, filmado en el período en que Metallica grababa lo que sería su disco St. Anger. La banda no conseguía avanzar con sus grabaciones y sentían que la inspiración les había abandonado. El bajista Jason Newsted había dejado la banda. De alguna forma los integrantes restantes se cuestionaban sobre lo que estaban haciendo tan mal ¿Cómo podría dejar alguien a la banda de heavy metal más grande del momento?

James Hetfield, líder de la banda, sentía que perdía el control creativo del grupo, a la par que descendía por el infierno del alcoholismo, poco a poco la banda comenzaba a ser conocida como “Alcoholica”, por lo que Hetfield decidió dejar la banda varios meses y recluirse a un centro de rehabilitación. El baterista Lars Ulrich se llenaba de dudas respecto a los pocos temas que habían podido grabar ¿Eran lo suficientemente buenos?, esto al tiempo que se enfrascaba en una batalla pública con la plataforma de intercambio de archivos digitales Napster. Los más antiguos seguidores de Metallica, que habían conocido a la banda, desde sus inicios en el “underground”, no podían creer que Ulrich emprendiera una batalla contra quienes descargaban su música de forma ilegal. En el mundo del heavy metal, el intercambio de cintas grabadas de forma “pirata” y compartidas era escencial para la difusión del género ¿Cómo era posible que ahora Ulrich renegara de esto y además persiguiera a quienes lo hacían? Ulrich así entendía una dura lección. Nada está por encima del arte.

El guitarrista Kirk Hammett, alumno del maestro Jose Satriani y conocido por sus espectaculares solos de guitarra, era relegado, casi convertido en el “hombre invisible”, así como había sucedido a Newsted, ya que Hetfield y Ulrich habían decidido que los solos de guitarra ya “no estaban de moda”. En las escenas de Some Kind of Monster, es posible ver a cada uno de los miembros de la banda y el productor Bob Rock, discutiendo en todo momento de forma acalorada. Los managers de la banda, desesperados, se vieron en la necesidad de contratar a un terapeuta con el fin de dirigir sesiones ante las cámaras con el fin de mantener a la banda unida y que recuperaran su espiritú creativo y de colaboración. Al final del documental, Ulrich, un auténtico pelmazo, declara sentirse orgulloso al terminar de grabar el disco St. Anger. Me queda claro que Ulrich no sabe nada de nada. Muchos de los grandes discos de la historia se han hecho en condiciones de ira y furia por parte de miembros de muchas bandas, empezando por los Beatles y discos como Let It Be o el Abbey Road. Metallica no fueron los primeros y no lo resolvieron ellos mismos, obviamente los managers no querían perder su mina de oro y por ello hicieron lo que nadie había hecho antes, traer a un terapeuta para mantener unida a una banda de heavy metal…frente a las cámaras.

St. Anger es un disco furioso. Tan furioso que se nota en la interacción de cada uno de los miembros. St. Anger es un disco lleno de rabia. Ulrich podrá decir que la “canalizaron” para hacer un buen disco. Si, pero no fueron ni los primeros ni los últimos, y aunque St. Anger es un buen disco, está muy por debajo de los discos clásicos de la banda. Kirk Hammett está ausente, obviamente no hay un bajista, Ulrich toca como simio mecánico de juguete y Hetfield está en su viaje personal, lidiando con la ira, tratando de manejarla y traducirla en música. Su ejecución de guitarra sufre, se vuelve confusa, pierde identidad, mientras que su voz refleja el descontrol que padece. Suelo preguntar cosas cómo “¿Si existiera Iron Man, qué música escucharía?” Pienso que Fear Factory. “¿Qué música escucharía Thor?” Pienso que Burzum. “¿Qué música escucharía Hulk’” Yo pienso que tal vez Bruce Banner escucharía a Mozart, seguramente Reed Richards también lo escuchará. Brian Eno podría decir que Hulk escucha Another Green World. Yo lo dudo, yo escucho Rollins Band, Helmet o Andrew WK cuando estoy molesto. Pienso que Hulk escucha St. Anger. Hulk y St. Anger son tan primitivos, minimalistas y furiosos (son una identidad distinta por un momento) que son uno para el otro.

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