Por: Rolando J. Vivas

La llamada “batalla cultural” es un chiste bastante malo que ha sido revivido de forma reciente para ser explotada de forma comercial por algunos oportunistas que escriben libros y dan conferencias abusando de la ignorancia de la gente y de la falta de conocimiento de las nuevas generaciones. Muchos de ellos acusan a empresas de entretenimiento como Disney o Netflix de “corromper” la cultura prevaleciente introduciendo temas de raza y género que, según éstos sectores “ultra conservadores” y primitivos, destruyen a la sociedad y por consecuencia pretenden “destruir a la raza humana”. Peor aún, muchos de éstos personajes intolerantes, gran parte de las veces lo hacen escondiendose bajo la bandera de los valores “cristianos”, olvidando uno de los principales mandamientos de la doctrina cristiana. “ama a tu prójimo, como a ti mismo.” Par éstos pseudo cristianos, el “prójimo” es únicamente quien piensa y cree en lo mismo que ellos.
Disney ha sido blanco de éstos ataques de sectores ultra conservadores, religiosamente intolerantes y de moral primitiva, recientemente por sus ofertas de entretenimiento que han tomado una postura más realista con respecto a la sociedad. Hay que recordar el pasado ultra conservador de Disney que trajo muchos de los clásicos que hoy conocemos, La Cenicienta, Blanca Nieves y La Bella Durmiente, clásicos pertenecientes a una época en que el machismo, el racismo y la intolerancia eran vistos de manera “normal” por la sociedad”. En gran parte de éstas películas, se adoctrinaba a los niños de forma tal que, “las princesas” eran incapaces de valerse por si mismas o de salir adelante sin su “principe azul”. Eran creaturas indefensas, casi de ornato o condenadas a labores domésticas, hasta no ser desposadas. Los protagonistas eran todos blancos, los personajes de otro color de piel, por lo general eran representados por sirvientes, a las órdenes de los reyes.
Es entendible que para éstos sectores de conservadores retrógradas, el retrato real de la sociedad diversa les cause repulsión, la realidad es que el mundo no ha cambiado en los últimos años, sino que el cambio ha sido gradual y para muchos darse cuenta de ésta realidad les resulta casi un agravio a la humanidad. Diversidad de razas siempre han existido, diversidad de orientaciones sexuales siempre han existido, a lo largo de la historia han existido mujeres que han roto con la imposición de patriarcado, llevando ellas mismas el liderazgo de sus familias y abriéndose paso como profesionistas. Esta nueva realidad que ha ido avanzando hacia una igualdad de oportunidades sin importar raza o género, es algo que para muchos ultra conservadores primitivos, resulta intolerable, y de ahí que usen las redes para fijar éstos blancos de ataques y adjudicar en ocasiones eventos de naturaleza casi “mágica” para condenar los cambios de dirección en la industria del entretenimiento que cada vez se acerca más a la realidad de que todos somos diferentes.
El pasado casi absurdo del cine, nos trajo temas grotescos como un John Wayne personificando a Gengis Khan, un Marlon Brando haciendo un papel de japonés y la mismísima Elizabeth Taylor ejecutando el rol de la reina egipcia Cleopatra (o cuando el actor asiático Toshiro Mifune interpretó a un indígena mexicano en Animas Trujano). Basta irnos a nuestra niñez y recordar las películas de contenido bíblico, tan presentes en la llamada “semana mayor” o “semana santa”, en que Jesús de Nazareth por lo regular es protagonizado por un actor blanco y de cabello casi rubio. Resulta casi hilarante que esa “realidad”, sea a la que muchos ultra conservadores primitivos y fanáticos, pretenden defender a capa y espada. ¿Sabrán que Jesús no era blanco, ni estadounidense, que era migrante ilegal y que no venía de una familia “nuclear tradicional”? Por supuesto que no, son víctimas de un dogma y en el dogma, nada se puede cuestionar, sólo se siguen instrucciones de forma ciega, sin cuestionar. Si vieron Tropic Thunder, dirigida por Ben Stiller, el personaje llevado a cabo de forma magistral por Robert Downey Jr., es precisamente una poderosa y corrosiva sátira de lo rídiculo que es el pensamiento ultra conservador con respecto a los personajes y las razas, y obviamente al en ocasiones fanatismo actoral.
Hay que aplaudir el valor de Disney por el giro en su pasado ultra conservador y poco realista en su visión de la sociedad, y empujar hacia una dirección en que la raza o el género no es un tema relevante, y la igualdad de oportunidades va por delante. Así, hemos visto un giro en las “princesas”. Algunas de ellas prefieren vivir solteras, otras se niegan a someterse a los matrimonios arreglados por sus padres, otras toman las armas y se defienden por si mismas, otras sin importar su color deciden emprender negocios por ellas mismas y ser dueñas de su destino. La realidad es que para cualquiera que tenga hijas o hermanas y desee lo un mundo mejor para ellas, el escenario que plantea Disney, es uno bastante esperanzador. Entiendo que para aquellos seres incapaces de cambiar, imposibilitados de evolucionar, todo esto se convierte en una pesadilla, la imposibilidad de “comprar” a una mujer, de decidir por ella e incluso de violentarla o condenarla a el hogar en contra de sus deseos. Esos personajes misóginos y machistas, deben estar viendo su vida entera viniéndose abajo.
Quien trate de negar la diversidad sexual, sólo da muestras de ceguera y el deseo de estrellarse de frente contra un muro. La diversidad sexual ha existido a lo largo de la historia del ser humano, definitivamente por mucho más tiempo que los 200 años de historia de la llamada “familia nuclear tradicional”, y nada de éstos ha sido impedimento para que la raza humana siga existiendo. Muchos ultra conservadores entran en pánico ante las “nuevas modas”, cuando la realidad es que la llamada “batalla cultural” se llevó a cabo hace casi 6 décadas (Marvel, asociada de Disney en las películas de superhéroes, lleva décadas de ser una de las empresas más incluyentes en su visión, en el mundo), en la que las mujeres, las minorías raciales y la diversidad sexual, realmente ganó la batalla. Las mujeres adquirieron el derecho a estudiar, a trabajar y votar, la gente de color tuvo acceso a la educación y a tener los mismos derechos civiles que los blancos, e incluso las minorías sexuales adquirieron derecho a no ser vistos como criminales y a vivir su vida en paz, sin ser molestados o acosados. El pánico masculino blanco se viene derivado de su incapacidad para evolucionar, y cómo bien sabemos, dijo Darwin, la capacidad de evolucionar y adaptarse, es quizá la más importante herramienta de supervivencia.
Hace poco fuimos testigos de dos extraños y absurdos casos con películas de Disney precisamente. El actor mexicano Tenoch Huerta fue duramente criticado por su aspecto físico, luego de ser elegido para interpretar al Príncipe Namor en la cinta Wakanda Forever. Muchos se escandalizaron señalando que era un tema de “agresiva inclusión” al elegir a un actor mexicano, y una agresión al espíritu original del personaje de cómic. Namor es uno de mis personajes favoritos del universo de Marvel debido a que es un “antihéroe”, en ocasiones es un héroe, en otras un villano dependiendo de las circunstancias (algo que sin duda lo hace más “humano” que muchos superhéroes, a pesar de ser de la llamada raza “homo mermanus”). Namor (que serviría de inspiración para el personaje del Señor Spock, de la serie Viaje a las Estrellas, que en la serie era de origen vulcano, y era interpretado por el actor de origen ucraniano Leonard Nimoy) no es ni caucásico, ni ario, ni asiático, es un mestizo nacido de la unión de un ser humano y una mujer atlante. En lo personal me hace bastante sentido que se haya buscado a un mexicano, siendo México un país mestizo por excelencia, y una ocurrencia genial que el “nuevo” Namor tenga un origen entre maya y azteca, como descendiente de una raza perdida en en Mar Atlántico. Seguramente Stan Lee estaría orgulloso del replanteamiento del origen de éste Namor. Por otro lado es mucho más original y creativo que usar a Chris Hemsworth, un actor estadounidense de ascendencia inglesa que, nada tendría que ver con un dios nórdico como Thor. ¿Y que decir del Aquaman de la DC, interpretado por el actor hawaiano Jason Momoa? Me resulta curioso que no vi a muchos quejándose por ésta versión de Aquaman, que en el cómic de la DC, es incluso rubio. ¿Qué les habrá entusiasmado a los ultra conservadores de Momoa?
El otro caso es el de La Sirenita o The Little Mermaid, que será interpretada en la cinta de “live action”, por la actriz y cantante de color, nominada al Grammy, Halle Bailey. Para los sectores ultra conservadores, la designación de Halle Bailey se ha convertido en casi una afrenta para la raza blanca. Para ellos, debiera explicárseles que probablemente Disney tuvo problemas para encontrar actores de la raza anfibia requerida (con branquias, claro) para ser recreada fielmente la versión original. En su lugar, Bailey, extraordinaria cantante de color, será la protagonista (aunque se dice que la actriz originalmente contemplada era Zendaya, seguramente “discriminada” por no ser cantante. El actor español Javier Bardem, hará el papel del Rey Triton (otra vez no hay suficientes seres anfibios hoy en dia para cubrir los roles). Para el papel del principe Eric, el actor inglés Jonah Hauer King fue el elegido, lo que aún no he visto, desate la furia de los ciudadanos daneses, al no incluirse actores nacidos en Dinamarca (lugar en dónde tenia lugar el cuento). La realidad con respecto a ésta ADAPTACION del cuento de Hans Christian Andersen, es que el foco de atención ha sido el color de piel de Bailey, y más que tratarse de un tema “cultural” o de “exterminio” de la raza blanca o “inclusión forzada”, lo que estamos viendo es la manifestación más descarada de sectores profundamente racistas e intolerantes, que han comenzada a usar la bandera de de la “cultura” y la “religión”, para desatar sus verdadera vocación racista e intolerante. Hay que recordar que esos que hoy en día, se dicen luchar contra el “marxismo cultural”, no son diferentes a los nazis que decía luchar contra el “bolchevismo cultural”. La llamada “batalla cultural”, no es otra cosa que un “caballo de Troya” que lleva en su interior odio, misoginia, racismo, intolerancia y homofobia.