Por: Rolando J. Vivas

El día de hoy ya podemos confirmar que Giorgia Meloni de 45 años será la nueva primer ministro de Italia. Meloni es la líder del partido Hermanos de Italia, un partido con raíces originadas en la Italia fascista de Mussolini (originalmente conocido como Movimiento Social Italiano). Sin embargo, antes de rasgarse las vestiduras y denunciar la segunda venida del fascismo a Italia, hay que señalar una s cuantas cosas. En primer lugar, Meloni es mujer. Esto no debería ser algo alarmante o a qué darle importancia de más. Pero el punto relevante es la posición política de los otros acompañantes de la coalición encabezada por Meloni. Por un lado, el ex ministro Matteo Salvini (que si la suerte ayuda a Meloni, irá perdiendo poder en su propio partido), y por otro, el ex primer ministro Silvio Berlusconi (a quien Meloni considera su mentor, algo que no habla muy bien de ella).

Matteo Salvini sabemos bien quién es, un ex ministro de interior y líder del partido nacionalista de ultra derecha y euroescéptico La Liga. Salvini es bien conocido por su postura anti inmigración, anti Unión Europea y sus lazos secretos y estrechos con el Kremlin. Silvio Berlusconi, para los que no lo sepan, quizá por la juventud, es un magnate de los medios televisivos en Italia, fue el político que creó la fórmula del populismo moderno, algo así como el padre político de Vladimir Putin y Donald Trump, pero también, representante de la política más corrupta imaginable. Berlusconi es la viva representación de la corrupción en la política, sorprende que, a pesar de su turbia reputación, junto a su partido Forza Italia, siga siendo una figura en la política italiana. Si hay un grave peligro para Italia en el presente y el futuro, son Salvini y Berlusconi, no Giorgia.

El peligro no es Meloni, ni su desteñida versión de la derecha conservadora (Meloni no es Mussolini en definitiva, pero sigue los pasos de Trump y de Orbán). Pienso que la visión de Meloni es abismalmente distante de la de Salvini o de la de Berlusconi (un depredador de mujeres, ya condenado), obviamente. De entrada Meloni es mujer. La primer ministro en la historia de Italia, que es mujer. Eso sin duda ya hace una diferencia, el problema es que Marine Le Pen, líder del partido Agrupación Nacional, antes el Frente Nacional, y ex candidato a la presidencia de Francia, también es mujer, y la ultraderecha de aquél país, cuándo se volvió inminente que Le Pen no ganaría las elecciones, la abandonó y apoyo a un candidato, hombre, y abiertamente racista y misógino, Eric Zemmour. Pocas, muy pocas representantes tiene la ultraderecha en el mundo, y en varias o ocasiones han sido “desechadas”, Beata Szydlo en Polonia y Frauke Petri en Alemania. La ultraderecha prefiere mantener candidatos hombres como sus representantes y líderes, como Trump, Bolsonaro, Kast, Abascal, entre otros. Es más el riesgo que corre Meloni de desaparecer políticamente hablando, que el riesgo que corre Italia.

Ahora, la visión de la Italia de Meloni, difiere bastante de la visión de Salvini y de Berlusconi, y ese será el gran conflicto al interior de la alianza. La manera en que se tomaran las decisiones al interior de la alianza, será determinante para su futuro, en un entorno político que ha dado en promedio gobiernos de coalición que no duran más de 15 meses. El anterior, de Mario Draghi apenas llegó a los 18 meses. Italia ha tenido ni más ni menos que 30 primeros ministros desde 1946. Meloni, de pocas experiencia política a comparación de sus compañeros de colación. Meloni, niñera y camarera, tendrá que lidiar con los dos principales problemas con que enfrenta Italia, la deuda pública, que es enorme, y el conflicto entre la Unión Europea y Rusia. Meloni ha declarado su intensión de ceñirse a las medidas fiscales dictadas por la UE, y a apoyar las sanciones en contra de Rusia, pero seria difícil afirmar que podrá convencer a sus compañeros de coalición, que están a favor de un mayor gasto público (Berlusconi) y de establecer mayores lazos con Rusia (Salvini).

Hay que recordar que el gran éxito de los partidos “anti sistema), ha sido precisamente el mantener su distancia del poder, Berlusconi y Salvini se han visto fortalecidos al dar la contra al oficial y se han visto afectados al ser parte de él. Sus discursos no están hechos para ser parte del sistema. El Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo y la Liga de Salvini, perdieron fuerza al llegar al gobierno y revelar que sus propuestas no eran más que aire caliente (tanto el M5E, como la Liga, surgieron como movimientos (ni de izquierda, ni de derecha). Es posible que Meloni corra la misma suerte al dejar de ser anti sistema e integrarse a éste. Seguramente la intolerancia en algunos temas, que han llevado al triunfo a los Hermanos de Italia, se diluya en el consenso al que están obligados a pasar en la coalición. Sus ataques contra los inmigrantes africanos o de medio oriente y su resistencia a los mandatos de Bruselas, tendrán que pasar primero por el filtro de la coalición, y es muy probable que allí mismo pierdan fuerza.

Meloni no es un candidato de ultraderecha ordinario. Nacida en un matriarcado, la familia de Meloni no era una familia convencional. Nació en un hogar dominado por las mujeres en el que no había hombres. Curiosamente Meloni replicó éste modelo en su propia familia, tiene una hija y no está casada, aunque se sabe tiene pareja, un presentador de televisión que trabaja para Silvio Berlusconi. Meloni es un personaje carismático, si, pero incómodo para la ultraderecha dominada por hombres. Celebró que en la Italia machista por excelencia, y tercer potencia de la Unión Europea, una mujer haya llegado al poder, eso es admirable. Pero las circunstancias que la han llevado allí, son más la desesperación de los italianos que el convencimiento de que algo debe cambiar. En un par de años han tenido el doble de primeros ministros, han probado la izquierda, el centro, la derecha, la nada (M5E) y la ultraderecha y ahora sólo les queda lo que podría parecer el último recurso, una mujer. Después de eso, regresaran probablemente a la desesperación de que nada funciona y a aceptar más propuestas de gobiernos extremos.

Italia, a pesar del caos político que exhibe, posee una democracia bastante sana y una economía muy sólida que permite éstos desvarios en la cabeza del sistema, han cambiado constantemente de primeros ministros, han pasado largos períodos incluso, sin gobierno, pero han desarrollado una fortaleza que les permite seguir adelante sin colapsar, eso sí, estancados económicamente ante tantos cambios extremos. 30 primer ministros en menos de 70 años, un promedio de 14 meses de gobierno de cada ministro, la realidad es que la oportunidad de Meloni de hacer una diferencia es escasa. Italia ha tenido períodos de casi un año sin primer ministro y con crecimiento económico, lo cual los convierte en una interesante anomalía, un pequeño país con una economía del tamaño de todo Rusia, lo cuál debería apenas al neo zar Vladimir Putin. La impaciencia de los italianos es reconocida, los primeros ministros parecieran ser desechables para Italia, así que Meloni realmente tiene poco tiempo para dejar huella.

Resulta paradójico que hoy, sectores de conservadores de ultra derecha festejen el triunfo de una mujer en Italia, estoy seguro que no es el tipo de festejo que ellos quisieran. Me preguntó, ¿Cuántos de ellos estarán a favor de las protestas callejeras de mujeres en el teocrático y autoritario Irán? Estoy seguro que no muchos, al final, lo que los conservadores de ultraderecha quieren es un gobierno teocrático como el que se da en países islámicos, en donde las mujeres son convertidas en ciudadanos de segunda categoría. Por ello veremos a los ultraconservadores aplaudiendo a Meloni, y callando ante la lucha de las mujeres iranies. Italia, además de machista, es un país sumamente apasionado, y posiblemente su voto actual ha salido de la desesperación, más que del racionamiento. Es posible que se hayan cansado de apostar por socialistas, por empresarios, por la izquierda, por la derecha, por populistas y por moderados, y ahora su voto sea por “algo diferente”, por una mujer. Es posible que Meloni no escape a la suerte de sus predecesores, y escuchemos a los más rancios ultraconservadores decir en menos de dos años, que no fue la ultra derecha La que falló, sino que Meloni por ser mujer, no representaba realmente la ultraderecha. Podría apostar a que eso será su justificación.

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