Por: Rolando J. Vivas

Comencé a ver éste fin de semana a ver la serie DAHMER-Monster: The Story of Jeffrey Dahmer, estrenada en Netflix el 21 de septiembre. Derivado de mi gran interés por éste tipo de personajes, me dí a la tarea de leer bastantes libros sobre asesinos en serie durante mi juventud, si, fui un adolescente un tanto raro, no al nivel de Dahmer definitivamente, pero siempre hubo ese interés, no admiración, por los asesinos en serie. Seres que parecían pertenecer más a la ficción, que a la cotidianeidad en que solemos vivir. Personajes que definitivamente rompían con la realidad casi monotona de la vida diaria. Personajes como Ed Gein (que inspiraría la novela Psycho, y despúes la cinta clásica), Ted Bundy (que sería la inspiración de una de la canciones del disco debut de los Jane´s Addiction), John Wayne Gacy (Que sería la inspiración para el payaso Pennywise de la novela It de Stephen King), Andrei Chikatilo (el famoso carnicero de Rostov, que tanto trató de ocultar la ex Unión Soviética, ya que esas cosas sólo pasaban en el “decadente” Occidente, verdugo de más de 50 personas), Richard Ramírez (Sin duda uno de los más famosos “admiradores” de AC/DC, y que la banda Brujería menciona en uno de sus temas más conocidos) y obviamente, Jeffrey Dahmer (que parecería ser una enorme fuente de inspiración para Eminem). El “caníbal”, el “carnicero”, el “monstruo” de Milwaukee. Dahmer construiría su triste fama luego de asesinar de forma violenta a 17 jóvenes en el período comprendido entre los años 1978 y 1991, fecha en que Dahmer sería detenido de una forma casi ridícula, luego de que una de sus posibles víctimas escapara y pidiera ayuda. Ridícula, ya que no sería la primer vez que esto le sucedería a Dahmer, curiosamente, le pasó en varias ocasiones y la policía misma se encargaba de regresar a sus víctimas, o de hacer caso omiso a las denuncias de sus vecinos de que algo raro sucedía en su departamento. Dahmer convencería a las víctimas de ir a su departamento (a las que conocería en bares gay), las drogaría hasta dejarlos inconscientes, les tomaría fotografías, los mutilaría, los destazaría y despúes conservaría (y consumiría algo que lo ponía en un nivel único entre los asesinos seriales, sólo al nivel de Chikatilo) algunos de sus organos, huesos y craneos, como “recuerdos” de sus víctimas. Dahmer explica en cierta forma, gran parte de los 80s, con una sociedad presa del miedo y la paranoia. El gótico estadounidense dejaba las granjas solitarias en el campo, y llegaba a las ciudades, a los bares, a los conjuntos habitacionales, en las que Dahmer se convertía en el monstruo que “cazaba” a sus víctimas, en su mayoria jóvenes de color, migrantes y homosexuales. Era una época en que el racismo y la discriminación, se convertirían en los principales complices de Dahmer. El mismo Dahmer confesaría que en parte, los asesinatos que cometió, los ejecutó ya que le había resultado “muy fácil” llevarlos a cabo.

Muchos podrían señalar a Dahmer dentro de los casos de abuso infantil o de hogares rotos. La realidad es que Dahmer no sufrió éste abuso por parte de sus padres, aunque si, una definitiva falta de atención (su padre estaba dedicado fuertemente a sus estudios y trabajo, su madre era hipocondríaca y no quería que nadie se acercara o tocara al niño para no hacerlo enfermar, por lo que lo aisló desde edad temprana). El hogar de los Dahmer se rompió cuando Jeffrey cumplió 18 años (técnicamente ya era un adulto) y sus padres se separaron, pero la extraña conducta de Dahmer ya se había manifestado mucho antes, desde niño, con un obsesivo interés por los cadáveres y su anatomía, una enfermiza atracción hacia el cuerpo masculino que despertaría durante su juventud, esto, además del abuso excesivo del alcohol. Dahmer nació en lo que hoy se podría denominar como “familia nuclear tradicional”, la familia era clase media. Se podría señalar la falta de tiempo e interés de sus padres, como fuente de los traumas de Dahmer, la realidad es que su hermano David (a quien, Jeffrey le escogió el nombre), no desarrolló las mismas tendencias retorcidas y violentas de Dahmer. La madre de Dahmer ingería gran cantidad de medicamentos debido a su condición de hipocondríaca, lo que pudo causar algun daño a Jeffery durante su gestación. Su padre en particular trató de apoyar a Dahmer para integrarlo a la sociedad, orientarlo hacia una carrera en ciencias o a una carrera en el ejército (incluso su abuela con quién en algún tiempo vivió, lo disuadió en ocasiones para ir a la iglesia). Dahmer simplemente no había mostrado interes en alguna de ellas, su interes era el consumo de alcohol. los cuerpos de otros hombres, y la mutilación de cuerpos y extraños tratamientos para conservarlos. Ed Gein tuvo suerte, y llevó a cabo sus macabros experimentos en una granja alejada de otras personas. Dahmer realizó sus crímenes en casa de su padres, de su abuela y en un departamento rodeado de vecinos. En definitiva, Dahmer tuvo muchas “facilidades” para cometer sus atrocidades, la sociedad su familia y la sociedad de quel entonces lo “habilitaron”. Dahmer, durante su confesión diría que no sufrió abuso infantil, que su niñez había sido normal y que no escuchaba voces. El único responsable de las muertes, señalaba haber sido él. Sería condenado a
15 cadenas perpetuas, casi mil años de prisión. La pena de muerte no fue considerada al haber sido abolida en el estado de Wisconsin más de 100 años atrás.

Probablemente, la serie de asesinatos de Dahmer tuvieron origen y concepción en su propia mente. Algo en su carácter que lo hacían diferente, demasiado introspectivo, y con una fascinación por el interior del cuerpo humano, un deseo incontrolable de dominar. Para Dahmer la sexualidad se trataba de torsos, rostros, organos internos, huesos y dominación, además de un miedo patológico por el abandono. Una sexualidad entendida de una forma muy diferente al común de los seres humanos. Ese interés morboso por los cadáveres surgido desde la niñez y detonado a los 18 años, tras el abandono de sus padres, la total soledad, la incapacidad de adaptarse a la sociedad y el exceso de alcohol. A los 18 años, Dahmer cometería su primer crímen, impulsado más por lo emocional, que por lo racional, Dahmer sumaba su primer víctima, un jóven de 19 años que le había solicitado un aventón. Su padre, estudioso de las ciencias, le había enseñado las bases de cómo disectar cadáveres de animales y de cómo limpiar, y conservar ciertas partes. Su padre debió pensar que debía alentar el interés de Dahmer “por la ciencia”, cuando en realidad, para Dahmer, los cadáveres despertaban una sensación casi sexual y obsesiva. Para Dahmer, su “despertar sexual” a los 18 años, sería al asesinar a un jóven golpeándolo con una mancuerna en la cabeza (Julio Castrillón, para los que lo recuerden, también usó una mancuerna como arma asesina), para despúes mutilarlo en partes pequeñas, pulverizar sus huesos y esparcirlos en los alrededores de casa de sus padres “para tener cerca” al jóven asesinado. En algún momento, el padre de Dahmer señaló que, luego de una operación de doble hernia, a muy temprana edad, Dahmer había cambiado para siempre, se había vuelto pasivo y ensimismado. La madre de Dahmer señalaría más tarde que la experiencia había sido traumática para el niño, debido a que había sentido que había perdido algo en su zona genital y eso lo volvió tímido y retraído, lo hizo sentirse diferente a los demás niños.

Recuerdo haber visto en la televisión uno de los muchos documentales que surgieron sobre Dahmer en los 90s, posterior a su captura. Recuerdo haber leído ávidamente el libro titulado El Arte Más Intimo (1996) de la autora Poppy Z Brite, que encontré usado, bastante barato, en un bazar de libros viejos. La novela de Z Brite hablaba sobre el imaginario encuentro de personajes basados en dos asesinos en serie, uno basado en Dahmer y otro basado en Dennis Nielsen (un asesino en seri inglés, que compartía la afición de Dahmer por jóvenes gays). En la historia de Z Brite, el inglés escapa de una prisión en el Reino Unido, viaja hasta América, ambos personajes se encuentran, tratan de asesinarse el uno al otro, y finalmente se convierten en amantes e inician una serie de asesinatos en la Nueva Orleans pre Katrina (Katrina aún estaba aproximadamente a una década de suceder, imáginense que esta novela hubiera tenido lugar en la Nueva Orleans post Katrina, el ambiente hubiese sido opresivo y delirante, al estilo de la película de Bad Lieutenant, la dirigida por Werner Herzog y protagonizada por Nicolas Cage, no la de Abel Ferrara con Harvey Keitel, siempre la gran controversia con esas dos cintas). Así, Brite uniría de forma genial en ésta novela, a un par de famosos asesinos de jóvenes gays, principalmente de color, que cazaban en bares de una ciudad oscura y decadente, rodeados de sangre y en una historia tan repulsiva como atractiva (paradojas). El libro es aterrador y bastante estremecedor, recuerdo haberlo leído en muy, muy poco tiempo, en aquél tiempo, Z Brite tenía la habilidad de escribir material realmente brutal y sumamente interesante. Quizá John Waters pudo haber hecho una mejor película con El Arte Más Intimo, que con Serial Mom (1994), para exponer su visión sobre los asesinos en serie que tanto le fascinaban al “Pope of Trash”. Quizá John Waters hubiera podido plasmar como nadie a ese brutal par, sólo que en ese tiempo Waters estaba apunto ya de entrar en las “grandes ligas” junto a Kathleen Turner, y su versión de los asesinos en serie que pasan desapercibidos como personas comúnes y corrientes (aún así, Serial Mom es una pelicula brutal y una bofetada descarada al “mainstream”.

Lo más lamentable sobre los asesinatos cometidos por Dahmer, es que fueron las circunstancias en los EEUU, las que hicieron que la labor de Dahmer fuera “tan fácil”, como él lo mencionó. El racismo y el desprecio por las comunidades homosexuales (homofobia), hicieron que hubiese poco interés en las victimas de Dahmer. La condición de hombre blanco, ayudó en varias ocasiones a Dahmer, a escapar de situaciones en las que de otra forma hubiese sido capturado casi de inmediato. Sus víctimas eran de raza negra, migrantes y gays, por lo que la policia simplemente los ignoraba, no atendía los casos y daba más credibilidad a las palabras de Dahmer, un hombre blanco, que señalaba a sus víctimas como sus amantes, lo que hacía que la polícia inmediatamente confiara en su palabra y dejaran de ver por el bien de las víctimas. Dahmer prosperó como asesino gracias a las condiciones de discriminación en los EEUU. Hoy en día, con el mayor respeto ganado a los derechos de personas de color, de migrantes y de homosexuales, dificilmente Dahmer se hubiera podido salir con la suya. El desprecio de la policia por las comunidades negras, también llevó a Dahmer a vivir en 1990, al infame departamento 213 en el edificio Oxford, en el que asesinó a gran parte (12) de sus víctimas, en un lugar, al que poco entraba la policía y en el que no les interesaba investigar las denuncias de los vecinos de color de Dahmer. En la sociedad cada vez más tolerante en la que vivimos, seguramente Dahmer no hubiera proliferado tanto en su trayectoria de asesinar a personajes que al día de hoy, ya no resultan tan marginales, cómo aún lo eran en los 80s. Los EEUU han creado una fascinación hacia éste tipo de personajes, hacia los asesinos seriales, quizá cómo ningún otro país en el planeta. Libros, cintas, programas sensacionalistas, series dedicados a éstos personajes, es lo que ha llevado al tema en particular de los asesinos en serie a tener un lugar bastante prominente en la sociedad y la cultura. La Unión Soviética ocultó por años los crímenes de Chikatilo, ya que consideraba que esas cosas sólo pasaban en medio de la “decadencia occidental”. La realidad es que es un fenómeno que ha sucedido en muchos países (México incluído con “La Bestia de la Huasteca”, “El Caníbal de Aztizapán”, “El Descuartizador de Chihuahua”, “El Asesino de las Vías del Tren”, “Pancho López”, “El Estrangulador de Tacuba” (el famoso Goyo Cárdenas, un asesino serial de prostitutas que en épocas de Luis Echeverría, fue mencionado como un caso exitoso de rehabilitación, algo que le hubiera encantando a John Waters), “El Asesino Serial de La Merced”, “Los Monstruos de Ecatepec”, “El Asesino del Tinaco”, entre muchos otros), pero la falta de transparencia, la ausencia de libertad de prensa y la incapacidad para investigar y ligar los casos por parte de las instituciones correspondientes, han dado la apariencia en que sólo sucedía en los EEUU. Hay una cierta fascinación por éstos personajes en los EEUU, basta recordar aquella cinta crítica al respecto por parte de Quentin Tarantino (guión) y Oliver Stone (dirección), Natural Born Killers, en la que un par de asesinos seriales se convierten en grandes estrellas mediáticas adorados por el público.

La nueva serie de Netflix sobre Dahmer, protagonizada por el genial Evan Peters y producida por el mismo equipo de American Horror Story (el productor Ryan Murphy, quien además de AHS y DAHMER, está apunto de estrenar The Watcher, otra serie de verdadero terror), lleva varios capítulos dirigidos por la también genial Jennifer Lynch, hija del Legendario director de cine David Lynch. Pero lo de Jennifer no es sólo el apellido, ya que ella fue directora de la legendaria película de culto Boxing Helena (que inspiraría una canción de los Misfits en su disco Famous Monsters). Qué mejor opción para dirigir una serie sobre Dahmer, que Lynch, que en Boxing Helena hizo todo un surrealista tratado sobre la obsesión, el amo bizarro, la mutilación y la angustia del abandono llevados al extremo. Qué mejor opción que Lynch, que hizo la genial y escalofriante cinta sobre asesinatos en serie Surveillance. Qué mejor opción que Lynch que realizó la delirante cinta Chained, sobre un asesino en serie que secuestra al hijo de una de sus víctimas por años, para hacerlo “su hijo” y buscar convertirlo en un asesino en serie también. Sin duda la intervención de Jennifer Lynch en la serie, es algo que eleva bastante la expectativa sobre ésta, y que da un toque bastante especial a cada uno de los capítulos dirigidos por la peculiar cineasta. Sin duda la brutal y estremecedora historia de Dahmer ha caído en increíbles manos. Con un protagonista que sabe como pocos, el arte de interpretar personajes realmente oscuros y turbados. Con un equipo de producción que sabe como crear los más sórdidos relatos y ambientes. Con una directora fuera de serie, que sabe como crear historias que impactan de una forma realmente terrible y fascinante a la vez. Si a ello sumamos la participación del combo formado por Nick Cave y Warren Ellis, como encargados de hacer el soundtrack de la serie (¿Será necesario mencionar el disco Murder Ballads de Nick Cave, publicado en 1996 con canciones que tratan acerca de asesinatos?) , sin duda tenemos una combinación tan brutalmente sombría, como ganadora, DAHMER es una serie que sacude de forma profunda, pero que vale mucho la pena ver.