Por: Rolando J. Vivas

Hace pocos días (18 y 19 de noviembre) se llevó a cabo en la Ciudad de México la CPAC “Conferencia de Acción Política Conservadora”. Esta es la versión mexicana de la reunión de personajes de la ultraderecha que se lleva de forma regular en los EEUU. La más reciente de ellas se llevó a cabo en la ciudad de Texas hace unos meses y contó con la presencia de Viktor Orbán, primer ministro de Hungría y quien se ha convertido curiosamente en un referente para los ultraconservadores a nivel mundial. En este punto en particular llama la atención la transformación que han sufrido Orbán y Hungría en épocas recientes. Desde sus orígenes liberales y ajenos a la religión (Orbán se consideraba ateo en sus inicios en la política), hasta su actual condición como conservador, defensor del estado y de los “valores cristianos”, y una Hungría que en su momento se convirtió en punta de lanza para la caída del comunismo, su condición adversa hacia los migrantes y su cercanía al gobierno de Vladimir Putin.

La versión mexicana de la CPAC, contó con varios personajes “referentes” al mundo de la ultraderecha, y otros que resultan bastante intrigantes e incluso confusos. Entre los expositores más conocidos, podríamos mencionar obviamente al “jefe de estrategia” durante la administración de Donald Trump, Steve Bannon. Ese “ultraderecha” que se declaró “leninista” (a falta de ideas de la ultraderecha, que han adoptado ideas de Marx, Lenin, Stalin, Gramsci y Marcuse), ese que reunía fondos para “reforzar” la seguridad en la frontera sur, pero que se enriqueció con esto. Ese que fue condenado a pasar meses en prisión por obstruir investigaciones internas del gobierno y cuya sentencia actualmente se encuentra en pausa. Por cierto, Bannon es el que ha buscado construir radicalizar a varios partidos de derecha en Europa, que ha buscado unirlos en una especie de “Internacional” de ultraderecha. También estableció una alianza con el millonario ultraderecha chino Guo Wengui con el fin de atacar al régimen comunista chino.

Otro personaje conocido es el diputado argentino, que rara vez asiste a sesión ya que se encuentra ocupado promocionándose en la región, Javier Milei. Milei construyó una reputación importante en programas de televisión de argentina. Su enfoque económico representó en su momento una visión diferente a la política y cultura en disputa en Argentina. Milei, en cierto espacio de tiempo, enfocó sus esfuerzos al tema económico y a posicionarse como una alternativa “libertaria” a la derecha moderada y al peronismo de los Kirchner y del actual presidente argentino Alberto Fernández. Lo extraño de Milei, es el hecho de que su vena “libertaria” se ha ido agotando y no ha encontrado mucho eco en la región. En su lugar, esa vocación ha ido girando hacia el ultra conservadurismo y hacia el culto a la personalidad de Donald Trump que muchos ultraderechas de la región practican. Milei es nombrado por algunos como posible candidato presidencial en Argentina, pero la realidad podría serle adversa cuando el “auge” que ha tenido en las redes, se enfrente a la realidad. Milei hace tiempo que dejó aquellos ideales “liberales” para ponerse fervientemente el traje de ultraderecha.

Seguramente el más célebre de los conferencistas presentes en la CPAC, sea el líder sindical Lech Walesa. Disidente, Premio Nobel, luchador por la democracia y presidente de Polonia. Walesa fue pieza clave para el desmoronamiento del comunismo soviético en la Europa de los 80s. Walesa fue pieza clave y fundador del sindicato Solidaridad, que, en conjunto con la Iglesia Católica de Polonia, formarían una mancuerna que se encargaría de romper la dictadura comunista e impulsar elecciones democráticas en Polonia. Arrestado en varias ocasiones, Walesa se convertiría en un luchador social que lograría establecer una mesa de negociaciones con el gobierno comunista, que transformaría a Polonia, de un país bajo el yugo soviético, en un país libre en la década de los 90s. Más adelante, Walesa “caería de gracia” en Polonia, debido a su tolerancia hacia ex miembros del partido comunista, al grado de que sería acusado por los hermanos ultraderecha, Lech y Jaroslaw Kaczynski (éste último quién gobierna realmente Polonia en este momento, desde las sombras) de haber trabajando en conjunto con el gobierno comunista polaco (su conferencia “Venciendo al Comunismo”, debió llamarse, “Vencido por el Fascismo”). Irónicamente, la figura de Walesa me recuerda mucho a otros dos personajes, la del ex presidente mexicano Vicente Fox, y la del actual presidente electo Lula da Silva, y en este punto, ya me imagino a muchos con los pelos de punta por mi declaración.

Vicente Fox inició su carrera como supervisor de ruta en un camión de Coca Cola, en 10 años, Fox se convertiría en director de Coca Cola en México, y bajo su dirección, Coca Cola se convertiría en la bebida embotellada líder en el país. Manuel J. Clouthier, el legendario líder del partido de derecha, Acción Nacional, lo invitaría a integrarse al mundo de la política, en unos años, Fox se convertiría en gobernador del estado de Guanajuato, caracterizándose por, en la época del PRI y la “dictadura perfecta”, por presentar las finanzas del estado de forma transparente, lo que le lograría una gran fama y renombre en el país. Fox decidió continuar su carrera política con miras a ser candidato a la presidencia del país, a lo cual, su mismo partido, el PAN, opuso resistencia. Fox se valió de varias alianzas políticas para impulsar su candidatura y finalmente representar al PAN en las elecciones del año 2000, las cuales ganaría. Fox se convertiría en el primer presidente no proveniente del PRI, desde 1929. El problema de Fox sería que, al igual que Walesa, Fox no “rompería” con el anterior régimen, negociaría con él y gobernaría en conjunto con el viejo régimen, lo cual le restaría aprecio a su hazaña de haber llevado a la oposición al poder y de haber roto la “dictadura perfecta” de casi 70 años.

Al igual que Walesa, da Silva surgió de un sindicato de trabajadores. Lula se convertiría en un activista y parte importante de los grupos de oposición a la dictadura militar en Brasil. Da Silva sería fundador del Partido de los Trabajadores, que se convertiría en el partido de izquierda más importante de Sudamérica. da Silva se enfrentaría a la represión y el encarcelamiento, hasta que, en la década de los 80s, el debilitamiento del régimen militar, daría cabida a una nueva corriente democrática que cambiaría el ambiente político en Brasil. Tres campañas presidenciales tendrían que pasar para que Lula, de la mano de grupos evangélicos en Brasil, pudiera llegar al país, convirtiéndose en protagonista de la llamada “ola rosa” que cubriría casi toda América del sur y que apoyados en el despegue económico de China y del grupo de países conocidos como los BRICS, llevarían a acabo un importante crecimiento económico en la región. Lula caería en desgracia luego de la impugnación presidencial de su sucesora, Dilma Rousseff e incluso pasaría tiempo en prisión, antes de llegar al poder por tercera ocasión hace apenas unos meses.

Es bastante curioso que con estas similitudes a la “tibieza” de Vicente Fox para con el viejo régimen priista, o con los orígenes sindicales de da Silva, Walesa, ese repudiado por las ultraderechas en el poder en Polonia, sea ahora una figura invitada a la CPAC, siendo que participantes de esta reunión son duros críticos de la “tibieza” de la derecha actual en el mundo. Las ultraderechas llevaron a un líder sindical polaco con bastante similitud a Lula da Silva y a Vicente Fox a su evento inaugural en México (si, todo parecería indicar que Walesa “venció al comunismo”, pero luego Walesa fue vencido por la intolerancia de los ultraderechas), lo cual me hace pensar, ¿Qué tan bien conocen la historia los ultraderechas? ¿Será cómo cuando hablan de la biblia o de la biología, sólo están dispuestos a admitir las partes que les convienen? ¿Será que sus obsesiones con fantasmas del pasado como el comunismo, no los dejan ver las cosas de manera realmente objetiva? ¿O será, que realmente cuentan con pocos personajes destacados en su esfera y que no hay gran interés en el extranjero por este tipo de eventos de ultraderecha en México? Orbán o Giorgia Meloni (primer ministro de Italia), supongo que ni se enteraron, Hungría sólo mandó sólo a representantes Santiago Abascal o Donald Trump sólo aparecieron en video. Jair Bolsonaro, ni eso (aunque estuvo presente su hijo Eduardo). Incluso el nefasto e intolerante Agustín Laje también “brilló” por su ausencia, quizá decepcionado de la poca respuesta que han tenido sus propuestas en México (Su más reciente libro, “La Batalla Cultural”, es un mamotreto que es dos terceras partes paja, una tercera parte lloriqueos y una última tercera parte una revisión del liberalismo, presentado todo ésto como una “nueva derecha”, que no pasa de ser un pálido y débil intento de robar el concepto de “novedad” de la nueva derecha de Alain Benoist en los 80s). Nuevamente, las mayores “figuras” de este tipo de eventos de “ultraderecha” son hombres.

Me llaman poderosamente la atención tres cosas, primero, el evento, presidido por cantante y actor Eduardo Verástegui. Alguna vez miembro de una de esas “boy bands” desechables de los 90s. Cercano a Ricky Martin y actor de telenovelas juveniles. Hay varias acusaciones de fraude que pesan sobre Verástegui, pero eso les corresponderá a los acusadores probarlo. Lo cierto es que Verástegui se suma a esas figuras del medio del espectáculo, que buscan traducir su popularidad en capital político. Algunos dirán que Ronald Reagan fue actor y llegó a ser un buen presidente de los EEUU. Verástegui no tuvo nunca ni siquiera la estatura como actor de Reagan. Otro tema importante a destacar es el fanatismo religioso de Verástegui, ese que expone casi en todo momento en sus redes sociales (los días en que se efectuó la CPAC fueron iniciados con una misma católica). El evento sirvió para promocionar al mismo Verástegui como posible candidato presidencial de los ultraderecha, algo que me parece muy poco conveniente considerando el fanatismo religioso de Verástegui que en algún momento podría poner en peligro la división estado-iglesia en México. Por otro lado, esa instancia pro patria y Profamilia es bastante curiosa, considerando que Verástegui no vive en México, no está casado, no tiene familia y prefiere vivir con animales domésticos. Por si fuera poco, además de su fanatismo religioso, ésta ese fanatismo hacia la figura de Donald Trump, que pareciera ser precisamente el combustible que mueve a la CPAC.

En segundo lugar, es precisamente el Culto a Donald Trump, lo más preocupante de la CPAC. Más allá de los “valores cristianos”, más allá de los “valores conservadores”, más allá de “dios, familia y patria”, pareciera ser que lo que mueve a los ultraderechas hoy en día es la fascinación que les provoca Donald Trump. El culto a su personalidad, la fe ciega que han puesto en este personaje que sufrió un muy duro revés en las elecciones de medio termino que acaban de llevarse a cabo en los EEUU. Varias encuestadoras y analistas políticos señalan a Donald Trump como el gran perdedor de las elecciones intermedias. Derrotado una vez más por Joe Biden y los demócratas, Trump ha anunciado su intención una vez más de contender en 2024, lo cuál pudiera sellar desde hoy, la derrota de los Republicanos que han echado la razón por la ventana y que han optado por dejarse llevar por el fanatismo a ultranza. En un momento en el que la figura de Trump pareciera estar en su peor momento, ya rebasado por el apoyo a los demócratas y el auge del gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, la apuesta del ala radical del Partido Republicano de los EEUU por Donald Trump, parece más una carga muy pesada que cargarán por un par de años, más que la esperanza de que triunfarán en el 2024.

En tercer lugar, la CPAC hizo algo realmente absurdo, burdo y bizarro, la inclusión de dos figuras bastante impresentables y que degradan bastante cualquier sensatez en esta propuesta de ideas de ultraderecha que pretenden venderse como “conservadores”. La presencia del ex líder nacional del partido político Redes Progresistas, Juan Iván Peña Nader, y el ex diputado por Morena, Carlos Leal. Dos personajes que, por su bien, la CPAC debería mantener a distancia, pero una vez más, quizá por falta de figuras, se vea obligada a incluir. Peña Nader es un personaje lúgubre, con asociaciones probadas a gobiernos del PAN, al Sindicato de maestros y al partido oficial Morena. Por si fuera poco, Nader es conocido por haber estado en prisión acusado de violación, además de aparecer en varias fotografías realizando orgullosamente un saludo nazi. Peña Nader es de esos personajes obsesionados con el poder político dispuestos a vender su alma al diablo con tal de estar en el partido en el poder. Carlos Leal no es muy diferente, ex miembro de Morena (expulsado por homofobia), es miembro del partido evangélico de ultraderecha Partido Encuentro Social y ex miembro del Partido Verde (promotor de la pena de muerte, extraño lugar para alguien que se dice “provida”). Leal al igual que Peña Nader representa un estrato bajo de la política, esos personajes mercenarios que sólo son fieles a sus ambiciones de poder, que gravitan sin vergüenza de partido en partido y que lo único que desean es tener poder para imponer sus ideas de forma autoritaria.

El fanatismo religioso de los ultraderechas es uno muy curioso. En algunos países se dicen enemigos del islam. Lo absurdo se presenta cuando comparamos sus propuestas de extrema derecha, y resulta que no son muy diferentes de las propuestas del islam más radical y su llamada Ley Sharia. La inclusión de la iglesia dentro del estado (gobiernos teocráticos, en los que la “máxima autoridad es Dios”), educación religiosa en las escuelas (en respuesta al “adoctrinamiento del marxismo cultural”), rechazo a vacunas y ciencia (rechazo al legado de la ilustración, del progreso y una propuesta de regreso al oscurantismo), la prohibición del aborto y del matrimonio gay (atentados a la libertad de los demás e imposición de ideas, por parte de quienes se dicen “defensores de la libertad”). Si analizamos ambas ideologías, en realidad la ultraderecha no es tan diferente del islam radical y prácticamente son ideales o agendas muy similares. No es sorpresa que, en un país como Turquía, el dictador Recep Tayyip Erdogan se apoye en el islam para llevar a cabo su proyecto de gobierno conservador. Se habla de lo “politizada” que está la gente hoy en día, gracias a las redes sociales. El partido oficialista lo presume. El problema es que para que la “politización” sea correcta, ésta debe ir de la mano de la educación. Si no hay esa educación que genere un sentido crítico en la población, la politización en realidad es mero adoctrinamiento. Para el gobierno de México que se dice de “izquierda”, la politización no es otra cosa que una narrativa simplona de buenos contra malos y en el caso de la ultraderecha, de dios contra el diablo. Ese es el “nivel de la politización” en México.

Por cierto, nuestro presidente, supuestamente de “izquierda”. No dedicó muchas palabras a ésta reunión de ultraderechas fanáticos de Donald Trump. Después de todo, el presidente de “izquierda” es más afín a Trump y a sus fanáticos conservadores, que a Joe Biden o a Gabriel Boric, que se encuentra en México.

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