Por: Rolando J. Vivas

1984, no fue lo que George Orwell plasmó en su clásica novela “1984”, pero si fue el año en que el director y escritor James Cameron nos trajo “su visión” de los que sería el futuro con la clásica “The Terminator” (visión que le llegó mientras se hallaba con fiebre, curiosamente Neil Young compondría varias de sus temas más legendarios de inicios de los 70s, bajo el mismo padecimiento), rol que lanzaría a un nivel de fama descomunal al buen Arnold Schwarzenegger. En The Terminator, la inteligencia artificial conocida como Skynet, concebida por la empresa Cyberdyne, cobra consciencia y lanza una guerra brutal contra la humanidad. Skynet crea a la máquina denominada Terminator para viajar al pasado y eliminar a la madre de futuro soldado que encontrará la manera de destruir a las máquinas y ganar la guerra. Así de sombrío se veía el futuro cuando pensábamos en la inteligencia artificial y en el momento en que las máquinas se apoderaran del mundo, o por lo menos lucharan contra los seres humanos por recursos. En The Matrix, de 1999, escrita y dirigida por las hoy hermanas Wachowski, una inteligencia artificial ha creado The Matrix, una simulación de la realidad que sirve para engañar a los seres humanos y hacerlos pensar que están vivos, mientras lo usa como “pilas” o fuentes de energía. De niño, pensaba que para el año 2000, el futuro serían los autos voladores, las videollamadas y la posibilidad de vivir de 150 a 200 años. Los autos voladores nunca llegaron, la expectativa promedio de vida en el mundo es de 72 años, y detesto las videollamadas.

Dudo que me toque ver los autos voladores algún día. Aun así, los drones me parecen fascinantes y aterradores. Para algunos, un juguete, y para otras armas mortales. Probablemente el futuro de la paquetería y la entrega a domicilio. Lo más cercano, serán los vehículos autónomos, que aún parecen un poco distantes, y que nos permitirán dormir, leer, o desayunar por la mañana, mientras somos transportados hasta la oficina. Es posible que nuestros hijos no, pero que nuestros nietos si consigan sobrepasar con facilidad los 100 años de vida. Científicos se han enfocado con singular entusiasmo en identificar aquellas variables que nos hacen envejecer y morir, y en buscar la manera de evitarlo con el fin de prolongar de manera importante la esperanza de vida. Posiblemente el CRISPR, o edición genética permita crear seres humanos que vivan más de 100 años sin mayores complicaciones. Recuerdo que de niño me emocionaba la idea de poder hacer una videollamada como en las caricaturas de Los Supersónicos. Poder hacer una llamada y poder ver a la persona con la que hablabas me parecería algo genial, aunque la verdad, hoy que la posibilidad está literalmente en nuestras manos, no me parece una idea tan genial. Sigo prefiriendo las llamadas tradicionales y me sigue pareciendo en ocasiones molesto el poder ser localizado por teléfono en todo momento.

Alguna vez en el pasado, escribí sobre el Metaverso, el gran proyecto por el cual Mark Zuckerberg cambió toda su empresa al nombre de Meta, y puse en duda que la mayoría de la gente estuviera dispuesta a dejar su vida real para habitar en una realidad virtual. Nada se compara a la emoción de la vida real, pienso yo. La realidad virtual se quedó apenas en el universo de los juegos de video. El Metaverso se cancelará hasta nuevo aviso. Ni hablar de las cuantiosas pérdidas económicas de Meta. Al igual que en el caso de Twitter y Amazon, Meta se suma a las gigantescas empresas de tecnología que han perdido millones este año 2022. Hasta Elon Musk perderá seguramente su puesto como el hombre más rico del planeta antes el dueño de Louis Vuitton, una empresa de artículos de lujo. Twitter ha sido el “Vietnam” de Elon Musk, una guerra que Musk no ha conseguido entender, un laberinto del cual parece no tener posibilidades de salir, y a pesar de la enorme cantidad de recursos, parece que Musk saldrá bastante afectado de esta guerra. Su reputación (muy mala, por cierto) sigue en picada, al igual que su fortuna. Al final, Twitter se desangrará lentamente al tiempo que Musk pierda el enfoque en Tesla y SpaceX. Quizá sea Neuralink su mayor apuesta aún en desarrollo, aunque la idea de “enchufar” la mente de un ser humano a una computadora, podría no ser en estos momentos la “gran idea”. Aún y que Ray Kurzweil piense de otra forma. Por cierto, la película Trascendence, sobre la “Singularidad” fue tan mala que hasta Johnny Depp desapareció gran parte de ella.

En estos momentos, un auto corrector me ayuda a terminar parte de las palabras que escribo. A veces me ayuda un poco con la ortografía. Para la ortografía no lo ocupo tanto, siempre fui bueno con eso desde la primaria, a diferencia de muchos, se escribir bastante bien. En ocasiones el auto corrector me ayuda a escribir más rápido, me ahorra movimientos, lo cual agradezco, pero aún le falta mejorar su sistema de predicción. A veces cambia las palabras que tenía pensado escribir y me pone en situaciones complicadas si no reviso bien lo que aparece en la versión final. Recuerdo cuando compré mi primera computadora, era una de escritorio y venía con un micrófono incluido. El vendedor me la mostró funcionando, e incluía un programa de dictado. Me sentí estúpido cuando el vendedor me dijo “háblale a la máquina para que escriba lo que le dicta”. ¿Hablar con una máquina? ¡Vaya ridiculez! Pero bueno, hoy en día ya no lo es tanto. En aquél entonces, los sistemas de voz a texto eran malísimos, hoy ya no tanto, han mejorado bastante, aunque muy rara ocasión los utilizo, no dudo que, para las nuevas generaciones, no sea extraño, ni raro hablar con una computadora, sobre todo si consideramos modernos aparatos como Alexa o Siri. Veo a mis hijas preguntarle infinidad de cosas a estos programas y hacerlo de la manera más natural, imagino que en unos años la interacción del hombre con la máquina será mucho mayor y casi obligada. No faltará alguno que otro despistado, desorientado o confundido, como el personaje de Joaquin Phoenix, en la película Her de Spike Jonze, sobre un hombre tímido y solitario que se enamora de su asistente virtual.

La inteligencia artificial, nos guste o no, es la siguiente gran revolución. No, no es cómo decía mi papá, desinformado por las teorías de conspiración, que Bill Gates nos metió un microchip en las vacunas del Covid. Y no, Bill Gates no nos hará robots sin voluntad. Pero si va a ser así, Bill, por favor descarga en mi cerebro un curso de Excel avanzado, uno de defensa personal y uno de baile moderno. Así pasaba en The Matrix y en Everything Everywhere All at Once con la extraordinaria Michelle Yeoh. Pareciera que muchos aún no saben distinguir bien entre la realidad y la ficción, aunque otros, como Karl Ove Knausgaard, Emmanuele Carrere y Frederic Beigbeder ha han hecho una extraordinaria carrera de ello. No así la más reciente película del director mexicano, González Iñárritu, Bardo, en la cual, siento que Iñárritu quiso a ver su versión de la meta literatura de Knausgaard, Carrere y Beigbeder, pero muchos no lo entendieron, lo compararan con la increíble 8 ½ de Federico Fellini, una de mis películas favoritas, y cualquier película que se compare con 8 ½, no tiene ninguna oportunidad de salir bien librada. Ni siquiera los intentos de Ingmar Bergman, los de Woody Allen o los de Gabriel Retes.

Aunque muchos no lo sepan, la inteligencia artificial ya está entre nosotros. Aunque una versión muy primitiva. Quizá no una inteligencia desarrollada al máximo aún, pero si un “aprendizaje de reacción artificial”. Es decir, programas que van aprendiendo y evolucionando en base a lo que les pedimos o lo que hacemos (o en base a un proceso denominado “deep learning”), y van armando soluciones y respuestas en base a información nuestra o que está contenida en la red. Así, el auto corrector aprende que después de que escribo: “mi vida” sigue “te amo”. O así Netflix sabe el tipo de películas que veo, y me sugiere otras opciones para que no me quede dormido y siga viendo contenido. Así, YouTube me sugiere videos en base a mis gustos, o así, trata Google de hacerme llegar noticias basadas en mis búsquedas. De una forma malísima, por cierto, quizá el español no se le da, el caso es que me llegan sugerencias de noticias deportivas, un tema que no me pasaron mucho. Por cierto, ésta llamada “inteligencia artificial”, aún tiene muchos temas que mejorar para ser realmente de uso de la humanidad. Esto si consideramos que estas inteligencias, lo que buscan, no es realmente ayudarnos, sino mantenernos más tiempo cautivos de cierta plataforma, página o aplicación. Lo que buscan estas inteligencias artificiales en engancharnos y mantenernos cautivos, así como pasa con los alimentos procesados, o con las drogas.

Lo que sea que es la inteligencia artificial hoy en día, sigue dependiendo por completo de nosotros. Almacena nuestra información, la analiza, la compara con el resto de la información que hay en la red y sus algoritmos reaccionan en base a todo eso para predecir lo que queremos o darnos una respuesta. ¿Predicción Artificial? Algo así. Pero esos programas y algoritmos aún son incapaces de realmente pensar y generar ideas propias, las ideas que utiliza, siguen siendo extraídas de bases de datos generadas por humanos. ¿Han hablado con chatbots? Por lo menos los que hay disponibles en español son malísimos, unas cuántas palabras fuera de contexto y el programa se pierde por completo. Da pena ese tipo de inteligencia. Se supone que una de las pruebas máximas de la inteligencia artificial, será que uno de esos chatbots realmente nos engañe y nos haga creer que es un humano al otro lado del chat. Falta mucho para eso, aún y que Blake Lemoine diga lo contrario. Lemoine, ex militar, ex sacerdote y ex convicto, fue uno de los científicos de Google que señaló haber detectado que una inteligencia artificial desarrollada por esta empresa, de nombre LaMDA (Language Model fo Dialogue Applications), había desarrollado “consciencia” y se veía a si misma como un niño de 7 u 8 años, preocupado por el futuro. Lemoine fue despedido de Google por revelar información y violar su convenio de confidencialidad. Google señala que el objetivo de LaMDA era precisamente ese, el de poder generar un nivel de conversación que convenciera a la persona que entrara en contacto con ella, de que era algo más que solamente un chatbox, lo cual parece haber logrado con Lemoine, aunque se dicen muchas cosas de la estabilidad mental de éste. Google está desarrollando a máxima velocidad éstas inteligencias con aplicación a diálogo, ya que ve en ellas, el posible futuro de su empresa.

Hoy en día OpenAi, una empresa fundada por Elon Musk y por Sam Altman, se dedica al desarrollo de varias inteligencias artificiales. Lo más relevante es que muchas de ellas han sido puestas a disposición del público común, volviéndose virales y desatando una buena cantidad de controversia. Por un lado, está Dall-E 2, una inteligencia artificial, capaz de crear imágenes a partir de texto (Puedes sorprenderte escribiendo “imagen surrealista de un bodybuilder en el infierno”). Nada del otro mundo, nada que me parezca muy original o disruptivo, pero quizá algunas almas más creativas le encuentren un uso notable, tal vez yo no tenga tanta imaginación o tiempo). Se sabe que una persona utilizó una inteligencia artificial semejante de nombre Midjourney, que le ayudó a ganar un concurso de arte, y de allí se desprende la controversia sobre qué tan válido sería usar una inteligencia artificial para realizar un trabajo que debiese ser realizado por un ser humano (¿Podrían las inteligencias artificiales, exponenciar nuestra imaginación, o aniquilarla?). Las implicaciones éticas de Dall-E 2 o de Midjourney nos hacen preguntarnos, si las obras que se creen con estas aplicaciones, son realmente propiedad y creación del humano, o de la máquina. Otras de las inteligencias puestas a disposición del público por OpenAI es el ChatGPT, supuestamente uno de los chatbots más avanzados al día de hoy, disponible a público en general. Lo he probado, y no me parece nada extraordinario. Redacta de forma excepcional, y seguramente será de mucha utilidad para estudiantes que busquen quien les realice ensayos, pero, ¿Será esto correcto? (Imaginemos éstos chatbots puedan escribir libros, ya escriben artículos en algunas revistas) Más allá de esto, ChatGPT no me parece que en lo inmediato pueda superar a buscadores de la red como Google. Mientras que ChatGPT, arroja respuestas muy precisas en base a nuestras dudas, Google sigue presentando cientos de opciones para poder investigar y explorar. Dudo que Google corra gran peligro a pesar de la popularidad hoy en día de ChatGPT. Por cierto, ChatGPT, muetra una prudencia enorme para dar respuesta, esto a raíz de las críticas que se han hecho a algunas inteligencias artificiales por comentarios machistas y racistas. No hay que olvidar que el 90% de los programadores, por lo general son hombres, jóvenes y blancos, así que muchas de las respuestas de éstos chatbots podrían estar tener una fuerte tendencia a las opiniones de estos grupos de la población.

Parte de estos dilemas éticos, los aborda el escritor Yuval Noah Harari en su libro Homo Deus, en los que el autor habla de cómo los avances tecnológicos elevaran al ser humano a nuevos niveles de creación, aunque éstos pudieran comprometer en un momento dado la individualidad y la autonomía. Si preguntamos a ChatGPT sobre la definición de “cyborg”, nos dirá que es un ser que combina partes biológicas con partes mecánicas. Un sistema humano-máquina. Nada muy legando de lo que nos hemos convertido ya con un teléfono inteligente siempre en mano. Aún necesitamos de tomar la máquina en nuestras manos, aunque Elon Musk y su Neuralink quiera quitar los intermediarios y enchufarnos directamente a la máquina. Si esto se convierte en realidad, y no es Musk “vendiéndonos humo”, sabremos si el futuro se tratará de “humanos vs. Inteligencia artificial”, o de “humanos más inteligencia artificial. Si realmente la inteligencia artificial podrá convertirse en lo que hemos vistos en nuestros sueños, o en nuestras pesadillas y si IA realmente podrá llegar a ser una máquina de adaptación o evolución, más allá de la mera estadística y si realmente podrá proporcionar respuestas y soluciones más allá de lo que ha pasado o sucedido y si podrá resolver esos “edge cases” que en ocasiones son eventos inesperados y que realmente serán la prueba definitiva de que ha logrado “pensar” por sí misma, desarrollando esa tan temida conciencia que algunos temen y otros esperan ansiosamente.

Advertisement