Por: Rolando J. Vivas

Friedrich Nietzsche dijo: “Si yo fuera Dios, hubiera creado diferente a Lou Andreas-Salomé”. Aún así, Nietzsche confesaría que Lou Andreas-Salomé (LAS), era “la persona más inteligente que había conocido”. Tremendas declaraciones si consideramos que vienen de un verdadero monstruo de la filosofía moderna. LAS fue una escritora, filósofa y psicoanalista nacida en Rusia, que no sólo sería una auténtica musa para Nietzsche, entre sus colaboradores y seguidores (y enamorados también) estarían figuras de gran renombre como el mítico psicoanalista Sigmund Freud y el reconocido poeta Rainer Maria Rilke. Se decía de LAS, que era una mujer libre, moderna e independiente, de una inteligencia feroz, con una personalidad magnética y demoledora a la vez, que se antojaba increíble que hubiese existido en el siglo XIX.

LAS seria autora de una decena de novelas, además de tener su propio despacho de psicoanálisis, lo que la convertiría en una suerte de estrella de la Europa de esa época, rechazaría la propuesta de matrimonio de muchos, para vivir una vida intensamente libre e independiente, lo que destrozaría a Nietzsche, uno de sus muchos enamorados (y que buscaría consuelo escribiéndole a Freud), entre otros. Así, LAS se convertiría en un sorprendente vínculo entre la filosofía, la literatura y la psicología. Algo que sólo podría comparar con la imagen del escritor y activista ruso Eduard Limónov, junto al filósofo e ideólogo de Putin, Aleksandr Dugin y al punk rocker underground Egor Letov al frente del Partido Nacional Bolchevique de Rusia. Se dice que LAS vivió de forma libre y sin compromiso bajo el mismo techo que Nietzsche y que el filósofo Paul Reé, algo sumamente escandaloso para la moral de aquél entonces. Nietzsche diría que por su inteligencia, “LAS estaba destinada para algo muy grande, pero por su moral, la cárcel tal vez era lo más adecuado para ella”.

Se presume que LAS fue la gran inspiración detrás del personaje de Lulú, protagonista de la historia La Caja de Pandora de 1904. Escrita por Frank Wedekind, un irreverente autor expresionista alemán, que buscaba escandalizar y sacudir la hipócrita doble moral de la época prevaleciente en la llamada república de Weimar. Wedekind era un personaje antisistema que se enfrentaba mediante sus atrevidas obras de sexo crudo, contra el poderoso aparato de censura de aquella época. La Caja de Pandora sería todo un escándalo, algo que por demás satisfacía a Wedekind. Más aún, el personaje de Lulú se convertiría en un emblema de la mujer inteligente, audaz y a la vez atrevidamente inmoral. El personaje iría de la infidelidad a la explotación sexual y del éxito al fracaso, y, finalmente al asesinato. La historia se convertiría unos años más adelante en 1937, en Lulú, famosa ópera del compositor vanguardista Alban Berg, en dónde la protagonista conoce su fin a manos de ni más ni menos que Jack El Destripador.

A Lou Reed nunca le faltó ambición. En los 60s, en plena época del “flower power” se lanzó con su versión sombría de la música moderna acompañado de los Velvet Underground (En Inglaterra algo parecido sucedería con Black Sabbath, aunque los Sabbath se volverían bastante populares entre los adolescentes, a fin de cuenta los BS minerales intelectuales precisamente). Los VU tardarían décadas en ser reivindicados como uno de los más grandes e innovadores grupos de rock de la historia. Lou iniciaría ya en los 70s una carrera en solista en la que buscaría conjugar su amor por el rock n roll de Chuck Berry, el jazz libre de Ornette Coleman y la literatura brutal de William S. Burroughs. Obras maestras como Transformer, Berlín, Rock N Roll Animal, The Bells y Street Hassle, serían trabajos que causarían gran controversia por su audacia y vanguardismo. La visión artística de Reed se adelantaba a todo y a todos. Reed era un provocador consumado y en ocasiones sacudía incluso a sus mismos seguidores con obras musicales impredecibles e imposibles de clasificar. Su disco Metal Machine Music de 1975, sería una obra desafiante que pocos entenderían y que le convertiría en uno de los músicos malditos de la época. Un trabajo que se adelantaba por años al punk rock y por décadas al noise rock.

A los 67 años, Lou Reed subió a un escenario junto a la banda de Thrash Metal, Metallica como parte de un show para la presentación de los premios del Salón de la Fama del Rock n Roll. Ambos artistas hicieron versiones del clásico Sweet Jane y del White Light/ White Heat, horribles por cierto, hechas al “vapor” y que denotaban en aquél momento lo distintas que eran las propuestas de cada artista. Algunos pudieran pensar que ambos artistas no tenían nada en común. Yo no lo pensé así, aún y que el disco anterior de Reed, el Hudson River Meditations, era un disco instrumental de música ambient, y que el anterior disco de Metallica era del Death Magnetic, que apenas re conectaba a la banda con sus raíces más feroces, luego del tremendo fracaso del disco St. Anger. Lou Reed pensaba lo mismo seguramente, buscaba cual sería su próxima gran provocación. Su estado de salud ya era delicado y posiblemente pensó que el poder sonoro de Metallica sería la perfecta armadura para su próximo y más audaz proyecto musical. Si Eduard Limónov, alguna vez comparado con Reed por sus escritos, se había metido en medio de la guerra de los Balcanes a empuñar una ametralladora, ahora Reed tenía la oportunidad de ponerse al mando de algo así como un viejo tanque de guerra Soviético y armar una verdadera revolución al estilo del infame Machine Gun del alemán Peter Brotzmann.

Reed había escrito previamente las canciones para una puesta en escena basada en Lulú, la historia de Wedekind y la ópera de Berg. La historia seguramente le recordaba a otra famosa femme fatale, Nico, su ex compañera de banda, aunque Nico moriría al caer de una bicicleta y golpearse en la cabeza, no convertida en prostituta y asesinada por Jack El Destripador. Casi una década atrás, Lou había grabado The Raven, un sobresaliente trabajo basado en los trabajos literarios de Edgar Allan Poe, por lo que, acercarse nuevamente de forma tan audaz a la literatura no le parecía nada ajeno. Reed, Poe, Wedekind o LAS, después de todo, eran cercanos hasta cierto punto en su oscura visión del mundo. Si, Reed quería una poderosa armadura y una pared de sonido masiva para acompañar sus brutales y sangrientas historias de la vida bohemia en la Europa del siglo XIX. El potencial para crear una obra a la par de su clásico Berlín estaba allí. La oportunidad de combinarlo con el poder explosivo del Metal Machine Music estaba cerca, en Hetfield y compañía. En aquél tiempo, aunque ya un poco reivindicados, Metallica buscaba seguir recuperando el respeto de la crítica de años atrás.

En definitiva, Lou no era ajeno a los sonidos extremos. Con los Velvets, Lou había grabado Sister Ray en el 68, una brutal pieza de noise rock que es más estruendosa que el Thrash Metal de 20 años después. Grabar con Metallica no era nada descabellado y abría la posibilidad a sumar más experimentación a su siempre impredecible y controvertida carrera. El proyecto de Lulu sonaba como algo demasiado confrontacional, pretencioso e intelectual, aunque en 1984, Metallica había grabado un disco más o menos así, mi favorito, el Ride the Lightning con letras más elaboradas y una desmedida ambición artística que había puesto la reputación de Metallica en juego. Aunque algunos empezarían a hablar de que Lulu sería algo así como una mezcla del Berlín y el Master of Puppets, pienso que Lulu tendría más que ver con discos como el The Blue Mask y el Ride the Lightning. Entiendo que muchos fanáticos de entonces de Metallica parecían confundidos y aterrados por el experimento, la canción Fade To Black con guitarras acústicas había puesto a temblar previamente a muchos de sus fans. También entiendo que por su popularidad, se trató de promocionar a Lulu como un disco de Metallica, lo que obviamente explica el tremendo repudio al disco. Obviamente era un proyecto de Lou, y su personalidad dominaba todo el disco. Metallica era sólo una banda de respaldo y haría lo que Lou indicara.

Lou era un personaje al estilo del escritor Eckhart Tolle, autor del libro El Poder del Ahora, Reed no vivía en el pasado, rara vez regresaba a su obra anterior y el pasado le importaba poco o nada. El futuro parecía ser algo que tampoco le importaba a Lou, lo que el público pensará de sus trabajos le tenía con muy poco cuidado “ya todos mis fans se fueron despues del Metal Machine Music”, solía decir. Para Lou, era claro que sólo le importaba el presente, un disco con Metallica acerca de la vida bohemia en Europa del siglo XIX. En el caso de Metallica, 20 años atrás, le habían llegado millones de nuevos fans con su Disco Negro, de allí, había perdido el rumbo musical y apenas se había recuperado un poco gracias Rick Rubin y al disco Death Magnetic, pero, Rubin era especialista en viajes al pasado. Hetfield y compañía estaban profundamente nerviosos y atormentados por el futuro. Posiblemente esa haya sido la razón por la que aceptaron trabajar con Reed, buscaban adentrarse en ese tipo de dolor físico que te ancla al presente y te aleja del dolor emocional que provocan el pasado y el futuro.

James Hetfield parecía complacido, su guitarra ocupaba un lugar primordial en el disco, tenía espacio suficiente para aplicar sus ultra precisos riffs de guitarra, sin duda él era el “Destripador” de la historia. Su voz sonaba furiosa aunque el contraste con la monótona interpretación vocal de Reed, creaba un extraño efecto. Hetfield “corría como el diablo”, Reed avanzaba lento y amenazante cuál maestro de Tai Chi. Alguna vez durante las grabaciones, Ulrich y Reed estuvieron a punto de darse de puñetazos. Ulrich se inclinaba por un trabajo más técnico en la producción, mientras que Reed buscaba explotar emociones como la furia y el terror. La obra de Reed demandaba un intenso enfoque y una disciplina temeraria, una tortura psicológica parecida a la que el director Lars Von Trier había sometido a la cantante Bjork durante la filmación de la película Dancer in the Dark. Kirk Hammett fue advertido de no usar su pedal wah y no abusar de los solos de guitarra. Este era un disco de Lou Reed, no de “Loutallica” y menos de Metallica. Las señales de ésto eran muy claras.

Los fans que habían llegado con el Disco Negro o con Load o St. Anger, que probablemente ignoraban la osadía musical del Ride the Lightning o del Master of Puppets, obviamente odiarían al Lulu. Seguramente esos “fans” no recordaban al fallecido ex bajista de la banda, Cliff Burton, quien hubiera sido un gran fan de Lulu, Burton y Hammett eran grandes admiradores de los Velvets. No por nada Hammett declararía que Lulu era de las mejores cosas que había hecho en su vida. Burton era un personaje fuera de serie que había tomando el mando de la banda y los había empujado a la madurez, complejidad y sofisticación en el Ride the Lightning, gracias a su admiración por bandas como los Misfits, REM, Return to Forever, Thin Lizzy, Kate Bush y The Police. Por si fuera poco en el disco, Burton había plasmado su afición por la lectura de los escritos de HP Lovecraft y de Stephen King. Quién pensaría que años más tarde, Stephen King escribiría el prólogo para el libro del genial escritor francés Michel Houellebecq sobre Lovecraft. Burton hubiera enloquecido de la emoción.

Los fans de Lou Reed, si es que tenía, no eran mostraban aprensión alguna contra los impredecibles cambios musicales de Reed. Sabían que Reed podía un día hacer un disco de rock n roll tradicional, y al otro uno de libre improvisación. Los fans de Metallica eran de lo peor. Muchos de ellos habían llegado en la época del Disco Negro, y no estaban preparados para algo realmente diferente cómo lo era Lulu. No conocían el underground y estaban atrapados en la idea escuchar más de lo mismo, impidiendo a la banda evolucionar. Pienso que el único precedente era un disco del cantautor argentino León Gieco con la banda de hard rock D-Mente. Banda que en el 2009 había abierto algunas presentaciones de Metallica en aquél país. Tal vez bandas como los corrosivos Helmet, los esquizofrénicos Fantomas, los oscurísimos Slint o los audaces Anthrax hubieran sido más adecuadas para acompañar a Lou. Pero no se trataba de hacerlo fácil. Se trataba de arriesgarse y tomar la ruta más difícil. De realmente hacer lo que no se había hecho antes. En eso Lou era especialista, sólo que no siempre había publico que quisiera escuchar ese nivel de innovación. El Soused de Scott Walker y los Sunn O))) podría ser algo comparable, pero definitivamente en un nivel muy diferente. Scott y compañía parecían ni siquiera querer ser escuchados en su muy particular viaje al infierno. Walker era un ermitaño, Lou sólo en ocasiones.

Lulu es un disco que hablaba a un nivel de intelecto mucho más allá de Enter Sandman. Hablaba de Boris Karloff, de Klaus Kinski, de Nosferatu y del Doctor Moreau. Monstruos legendarios en blanco y negro más allá de bestias infantiles en el clóset. Reed pudo tomar la ruta fácil y lanzar como primer sencillo Iced Honey, que parecía tomar inspiración de temas del clásico Loaded (No el Load de Metallica) como Sweet Jane o Rock N Roll. Había preferido usar la monolítica The View. Un tema que pareciera mezclar riffs a la Tony Iommi de los Black Sabbath con The Gift de los mismos Velvet Underground. El punto más débil a lo largo del disco sería Ulrich, incapaz de conectarse al nivel de emotividad requerido y en ocasiones cayendo víctima de su propio estilo sobre ejecutado. Ulrich, danés, curiosamente acérrimo fan de los Deep Purple, seguramente ignoraba que uno de sus ídolos, Ian Paice, baterista de los DP, había tocado la batería en el Squeeze, disco maldito de la discografía de los Velvets en el ya no estaba presente Reed.

Hay algo del sonido insistente de los Velvet en la incendiaria Pumping Blood, músculo y brutalidad al por mayor, Metallica tratando de ser protagonistas a toda costa en Mistress Dread, aún atropellando un poco a Lou. Sin duda la pieza más importante del disco sería la majestuosa Junior Dad, pieza de casi 20 minutos que Lou ya había ejecutado en vivo en varias ocasiones incluso antes de ensayar la con Metallica. Parte del éxito de la pieza sería que en ésta, Lou subyuga por completo a la banda y los hace prácticamente desaparecer. Sólo escuchamos a Reed y otra de sus extraordinarias y estremecedoras narraciones acerca del conflicto con su padre y del terror que le provocaba poco a poco irse convirtiendo en su propio padre. El tema caló hondo en Hammett y en Hetfield quienes confesaron sentirse destruidos por la profundidad del tema al reconocer sus propios conflictos personales. Podríamos adornar que Junior Dad, la última pieza del último disco de Lou Reed, es una de sus más grandes obras maestras y motivo por el cuál Metallica serán recordados y reconocidos en el futuro.

Personajes como David Bowie, Ian Astbury de The Cult y Buzz Osborne de los Melvins afirmarían que Lulu podría ser el mejor disco de toda la carrera de Lou Reed. La consolidación perfecta de su visión artística, lograda casi a los 70 años, apenas un par de años antes de su lamentable muerte en el 2013. El disco vería la luz el 31 de Octubre del 2011 y casi de inmediato se convertiría en el objeto de repudio para muchos. Para Lou Reed no era algo ajeno. Toda su carrera con los Velvet y como solista fue cuesta arriba, hasta que los Strokes editaron el disco Is This It en el 2001, con un sonido Velvetiano por completo y la hicieron en grande. Hasta entonces muchos de dieron cuenta de la visión adelantadísima de Reed. En su disco anterior, el Death Magnetic, Metallica evocaba a Nietzsche señalado que “Lo que no te mata te hace más fuerte”. Parece que también ellos empezaban a vislumbrar el futuro. O por lo menos volvían a acercarse a la literatura ya sin Cliff Burton. A casi 10 años de Lulu, sigue siendo una pieza muy vasta, compleja y sofisticada para digerir fácilmente. Seguro aún le faltan unos 10 años más para que el tiempo le dé una vez más la razón a Reed y el Lulu empiece a ser visto como lo que siempre ha sido. Una obra maestra de la música realmente innovadora y disruptiva. Una propuesta musical aventurada como pocas. Al tiempo.