Por: Rolando J. Vivas

El 22 de noviembre llegó a México el presidente chileno Gabriel Boric, en lo que es su primer visita de estado a nuestro país. Algo que llamó mucho la atención primeramente sobre Boric, fue su declaración al respecto de la duración maratónica de las conferencias conocidas como “mañaneras”. Estas conferencias propagandísticas obviamente difieren mucho del estilo de gobernar de un presidente moderno y tienen más en común con el viejo populismo de personajes como Fidel Castro y Hugo Chávez. Y es que hay de izquierdas a izquierdas en Latinoamérica. Difícilmente, aunque muchos quisieran tomar el atajo reduccionista y simplón, podríamos meter a todas las izquierdas en Latinoamérica en un sólo canasto, y menos creer que todas son simplemente “comunismo”.

El mensaje de Gabriel Boric hacia Latinoamérica, desde México, ha sido uno bastante alentador, aunque seguramente incómodo para el presidente Andrés López, quien seguramente lo pensará dos veces antes de invitar nuevamente a Boric. El presidente chileno ha hablado fuertemente y ha condenado las violaciones a los derechos humanos en países como Nicaragua, los cuales el presidente López se ha negado a señalar. También ha condenado la violencia en contra de las mujeres, un tema que a López tampoco le gusta abordar. Por si fuera poco, Boric ha sido bastante enfático en señalar que, “los problemas de una nación, se resuelven con democracia”, algo que debió ser molesto para López, quien sigue interesado en vulnerar la autonomía del Instituto Nacional Electoral.

Queda muy claro que no todas las izquierdas son iguales. Simplemente debemos observar la no tan buena relación entre el presidente López, supuestamente de izquierda y su homólogo progresista en los EEUU, Joe Biden. Resulta bastante extraño pensar que López tuvo una relación más cercana al ultraderechista ex presidente Donald Trump. Quizá el populismo, el autoritarismo, el desprecio por la democracia y el conservadurismo se convirtieron en puntos en común entre ambos mandatarios. Sin duda es de señalarse la buena a relación que Joe Biden ha tenido con su homólogo canadiense, también de izquierda, Justin Trudeau. Todo parecería indicar que toda América se ha orientado hacia la izquierda y comienza a avanzar de forma uniforme hacia una dirección. ¿Porqué México no?

Tendremos que hacer memoria y recordar la primera “ola rosa” allá por el año 2000, cuando fuertemente apoyada por el brioso auge económico en China, la izquierda en Latinoamérica se hacia del poder en muchas regiones del continente. Los EEUU de Bush Jr. se encontraban en un momento muy complicado con el ataque a las Torres Gemelas y la paranoia destaca después de éste trágico evento. La izquierda buscaba una manera de cómo ganar terreno u organizarse en la región. Cuba como centro ideológico, Brasil como líder de la región (y miembro de los entonces prestigiosos BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Países que se anunciaban como las siguientes grandes potencias mundiales), y Venezuela como principal potencia petrolera y generador de flujo de efectivo.

Pero incluso bajo éste espectro de izquierda que tomaba fuerza en la región, había marcadas diferencias. Cuba y Nicaragua eran representantes del viejo orden mundial bajo la Guerra Fría. Un comunismo degenerado y obsoleto que resultaban semejante a la colapsada y humillada URSS. Venezuela parecía arrastrada hacia esa dirección derivado de la admiración de Hugo Chávez por Fidel Castro. Había otra izquierda en países como Brasil, Chile y Uruguay que realmente buscaba ser progresista y generar desarrollo económico, abundancia y una mejor distribución de la riqueza en sus países (aprovechando el impulso de China y el auge de la demanda de las materias primas de la región). Así, en Brasil millones de personas salieron de la pobreza. Chile se convirtió en el país más desarrollado de Latinoamérica y Uruguay se convirtió en lo que muchos llamaron la “Suiza” de Sudamérica. Perú y Bolivia, países también gobernados por la izquierda siguen totalmente fuera de la ecuación derivado de fuertes pugnas políticas al interior. En Bolivia, la fuerte influencia aún de Evo Morales y en Perú, el confuso proyecto de “izquierda” de Pedro Castillo, un personaje profundamente conservador (como el presidente López, que incluso buscó una sorprendente alianza con el ex presidente de Brasil, el ultraderecha Jair Bolsonaro).

Aquí cabe señalar un caso muy curioso. El de la Argentina de Ernesto Kichner y Cristina Fernández, su esposa. Argentina es un caso muy particular. Un país atascado en el laberinto del Peronismo, un fantasma conformado por fascismo, populismo y asistencialismo, y rampante corrupción, disfrazado de izquierda, que supo sacar provecho de la cercanía de China al continente y del momentum que había logrado la izquierda en la región. Un caso muy similar, aunque no en el poder en aquél entonces, seria la izquierda mexicana. Si en Argentina, ese laberinto sin salida de la izquierda se llama Peronismo, en México, nuestro laberinto se llama PRIísmo. Una tendencia a la izquierda que en su momento sufrió un cisma dentro del PRI, nos trajo al PRD y posteriormente a Morena, que casi 20 años después del años 2000, llegaría al poder.

Hace poco hablábamos sobre el regreso de Lula Da Silva al poder en su tercer mandato. Hablábamos del escenario muy distinto en éste 2022 a comparación del año 2000. Los BRICS se descarrilaron cómo la gran esperanza del mundo en desarrollo. Rusia se ha convertido en un paria global. China ha dejado de crecer de forma exuberante y su futuro le depara una aguerrida competencia con su vecino, India. Hay una nueva “ola rosa” en Latinoamérica. Y hay una asombrosa unificación política orientada hacia la izquierda, pero una vez más, hay más de una corriente en éste espectro político en Latinoamérica, y negarse a verlo y entenderlo, es un gran error de muchos que se dicen enemigos del viejo fantasma del comunismo.

La línea política en el continente pareciera estarla marcando, aunque de manera muy sutil el presidente progresista de los EEUU, Joe Biden, cuyo partido, el Demócrata, ha salido fortalecido de las elecciones intermedias en ese países apenas hace unas semanas. La popularidad de Biden sigue en ascenso e incluso ya ha tenido una mano amistosa a China. Es muy probable que una vez que Lula da Silva asuma el poder en Brasil, ambos países ( y Canadá) se enfoquen en un mismo proyecto regional que oriente a todo el continente. Es muy probable que si Biden y los Demócratas conserven el poder en el 2024, el proyecto cobre aún más fuerza y relevancia en la región.

A pesar de que Elon Musk se esfuerza en hacernos creer que el viejo liderazgo autocrático puede sobrevivir sobrevivir ésta época, Biden está demostrando lo contrario. Por un lado, los EEUU dieron su apoyo al candidato originario de Brasil para dirigir el Banco Internacional de Desarrollo. El presidente de Argentina, Alberto Fernández también se alineó a ésta iniciativa, dejando fuera al candidato mexicano nominado por el presidente López, lo cual ya de entrada, por la pobre diplomacia mexicana, implica un distanciamiento entre los EEUU, Brasil y Argentina hacia México. La distancia entre Biden y López podría dejarnos fuera de la inercia del momento y favorecer a Brasil, competir de México en muchos rubros. De igual forma, éste distanciamiento entre México y el bloque Brasil-Chile-Argentina, alineado con los EEUU, podría arrastrar al país a tener que acercarse más a países con gobiernos dictatoriales y de poco avance económico como Cuba, Nicaragua y Venezuela (éste último, sólo si Joe Biden no decide tenderle una mano y usar al país como aliado estratégico contra el petróleo ruso).

Se viene ahora la visita del presidente Colombiano Gustavo Petro, una auténtica incógnita para mi. Petro se convirtió en el primer presidente de izquierda en Colombia y un auténtico “game changer” en la región. Aún está pendiente conocer bien cuál será la dirección a tomar para la Colombia de Petro, pero las señales que ha dado, son alentadoras. Para muchos, me incluyo, Petro era un candidato poco confiable por su pasado cercano al Chavismo venezolano, a pesar de ésto, Petro ha mostrado una llamativa moderación y una inclinación por la tolerancia, los acuerdos y el consenso. Petro incluso ha tenido la disponibilidad de acercarse a partidos políticos de otros espectros ideológicos con el fin de implementar un proyecto de gobierno incluyente para Colombia (adicional, hay que señalar que, Petro está a favor de legalizar las drogas y abordar una agenda climática más activa, a diferenciadel presidente López). Quizá Petro siga dándole dolores de cabeza al presidente López en su vista al país de la misma forma que Boric y de la misma forma que Alberto Fernández, presidente de Argentina, que canceló su vista a México en parte por temas de salud, en parte por las diferencias entre ambos mandatarios sobre los candidatos para el Banco Internacional de Desarrollo.

Se habla de que Gabriel Boric no es un presidente muy popular en Chile, tal ve derivado de decisiones difíciles que ha tenido que tomar y que le han restado capital político. Esa es la tarea de un verdadero estadista, tomar decisiones más allá de sus intereses personales, anteponiendo los intereses de la nación. Quizá por ello, al contrario de Boric, el presidente López sea muy popular. Porque se ha negado a tomar esas decisiones y se ha limitado a gobernar sólo para los que votaron por el y le siguen incondicionalmente. Tal vez la popularidad es inversa a la capacidad de ser un buen gobernante y ser un estadista. Tal vez al presidente López le dé miedo tomar las decisiones correctas que tanto le hacen falta. Tal vez le interese más su proyecto personal que el bienestar del país. Tal vez por eso es tan popular. Aún así, Lula da Silva no visitará al país en los próximos meses, y México se irá aislando más del gran proyecto progresista que se viene para la región.