Por: Rolando J. Vivas

Debió suceder algo mejor, el brote de Covid en Shanghai, el centro financiero y la ciudad más poblada de China debió estar mejor preparada. Una de las ciudades chinas que inspiraron las visiones futuristas del escritor y pionero del llamado cyberpunk, William Gibson, responden realmente a algo más parecido al futuro distópico presentado por series como Black Mirror, al tiempo que “perros” robot vigilan las calles y drones circulan por los aires durante la noche, advirtiendo a los habitantes de la ciudad, asomarse a sus ventanas o salir a sus balcones, voces que salen de los drones señalan a la población suprimir el deseo de sus almas por la libertad, pienso que ni Gibson hubiera podido imaginarse algo así. Nick Land, un filósofo contemporáneo auto exiliado en Shanghai desde hace unos años señalaba que ésta ciudad era una ventana al futuro. Si éste es el futuro que nos espera, hay que empezar a preocuparnos ya y escuchar a George Soros cuando mencionaba a la China de Xi Jinping, como uno de los grandes enemigos de las sociedades abiertas.
El comunismo de avanzada, que no se ha quedado estancado u obsoleto como en Cuba o Corea del Norte, convive en China junto al capitalismo más salvaje. A la llegada de las iniciativas proteccionistas de Donald Trump, China se alzó como la principal impulsora de la globalización. El mercado interno de China es inmenso, pero aún no está bien desarrollado, a China le urgía mercados como el de los EEUU o el de la Unión Europea para acelerar a fondo con su país-máquina productiva a toda velocidad. Las enseñanzas del célebre y pragmático Deng Xiaoping, llevaron a China a paso frenético de un país aislado y subdesarrollado, a la segunda potencia mundial en escasos 40 años. Xi Jinping, su actual líder, ha seguido el camino para consolidar más poder que ningún otro líder chino desde Mao Zedong, algo que también comienza a encender las alarmas en personajes de pensamiento más adelantado, como Bill Gates o Soros. China apunta hacia el futuro, pero no es el futuro que muchos deseamos, tal vez el futuro de China en la mente de Xi Jinping se parezca a lo que estamos viendo en Shanghai, y de ser así, es aterrador.
Más de 25 millones de seres humanos confinados de forma estricta en sus casas por más de dos semanas, Shanghai se a convertido en una colosal prisión, testigo de el mayo confinamiento en la historia moderna de la humanidad. La política de “Cero Covid” ha sido brutalmente aplicada en China, y en la enorme Shanghai, que hoy lucen sus calles desiertas, una ciudad fantasma con muy diminutos signos de vida durante el día, como la presencia del cuerpo de seguridad que recorre las calles con lentes de visión infrarroja para detectar cualquier signo de fiebre en algún ser viviente. Perros y gatos que deambulan por las calles vacías, son capturados y sacrificados, para el gobierno chino, éstos animales podrían ser causantes de que los contagios se sigan presentando y sigan acelerando en días recientes. El gobierno de los EEUU ha ordenado al personal de su consulado, abandonar la ciudad a la brevedad a medidas que los brotes se disparan, las medidas de confinamiento se endurecen aún más y lo peor, los alimentos y medicinas empiezan a escasear. A medida que los contagios se siguen saliendo de control, el Partido Comunista endurecen cada vez más la brutales medidas de confinamiento, sin mucho éxito. Aquellos que se desgarraban las ropas por las medidas de confinamiento en países como Australia, Francia o Canadá, que consiguieron reducir de forma exitosa los contagios y muertes en sus respectivos países, deberían de ir a Shanghai, para dimensionar realmente lo que es un confinamiento brutal, y tal vez, inhumano.
Se filtra información sobre las estrictas medidas de confinamiento en las que se le aplica de forma diaria prueba de antígeno a toda la población confinada, en dónde al detectarse un contagio, el contagiado, su familia y vecinos son llevados de forma inmediata a los abarrotados hospitales. Niños son separados de sus familias al detectarse un contagio. El Partido Comunista ha sido muy claro, “cero tolerancia”. La tradición de adquirir alimentos frescos en los mercados, ha sido otra variable que ha jugado para hacer más dramática la situación, la población china no tiene por costumbre comprar alimentos congelados o enlatados, por lo que tras dos semanas, cuentan ya con muy poca comida y el hambre comienza a hacer crecer la desesperación. Los mercados empiezan a quedarse sin alimentos, la mayor parte de las carnes, frutas y verduras se echaron a perder tras dos semanas sin asistencia a éstos locales. Los repartidores que son contactados por aplicaciones digitales, ya han sido llamados a no salir a las calles. Las escases de medicamentos empieza a poner en peligro a gran parte de la población de edad avanzada. En éstos momentos en Shanghai se sufre por igual a pesar de la condición social.
Las vacunas desarrolladas en China y utilizadas de forma masiva como parte del aparato de propaganda del Partido Comunista en gran parte de Asia, resultaron un fracaso, no fueron capaces de disminuir los contagios ni las hospitalizaciones. En parte esto ha hecho que los contagios no hayan disminuido en Asia. China, el lugar en dónde se originó el brote en diciembre del 2019, no ha sido capaz aún de controlar al virus y en éstos momentos parecería estar cada vez más lejos de lograrlo. Tal vez el Partido Comunista debería buscar utilizar otro tipo de vacunas y aplicarlas a la brevedad posible en su población, con el fin de reducir drásticamente la terrible situación por lo que pasa. La exitosa vacunación llevada a cabo en Occidente, y lo que está pasando en China, son una fuerte evidencia de la efectividad de la vacunación adecuada llevada de forma organizada. No cabe duda que el escenario que estamos viendo en China, está muy lejos de lo que se vive actualmente en América o en Europa.
Si como señalan Gibson y Land, Shanghai es una ventana al futuro del mundo, hay que poner atención a lo que está pasando en China, algo mucho más extremo de lo que la mente de George Orwell imaginó hace ya varias décadas. La tecnología de la mano del totalitarismo es algo que está sucediendo en China, y que resulta por demás atroz. Es algo que mucho no queremos ni imaginar, pudiera suceder en nuestro entorno inmediato. De ahí la necesidad de defender las sociedades abiertas y no permitir que el totalitarismo nos alcance algún día.