Por: Rolando J. Vivas

“Prepara a tus hijos para el camino, no prepares el camino para tus hijos.”
“Al tomar una decisión, no apostamos en contra de otra persona. Apostamos contra las futuras versiones de nosotros que no estamos eligiendo.”
Cuando era niño la cuadra era nuestro universo y “parque de diversiones” particular. Mis primos que vivían a unas casas y yo nos pasábamos toda la tarde, después de ir a la escuela, explorando todo ese “territorio”. Había un terreno baldío enorme que conectaba con la otra cuadra, que nos parecía una selva, con su correspondiente pasadizo a “otro mundo”. Había un par de construcciones abandonadas que nos servían de “club secreto”, y había una serie de tuberías de concreto que fueron dejadas por años en uno de los terrenos baldíos y que nos servía de “sistema de túneles” por el que solíamos transitar bastante seguido. Recuerdo que pasábamos la tarde enterada explorando estos lugares sin supervisión de adultos. Rara vez mi tía o mi madre se asomaban a ver cómo estábamos, salvo cuando empezaba a oscurecer y era tiempo de regresar a casa. Pasaban horas sin que mi madre tuvieran algún tipo de contacto visual conmigo. A pesar de que había gente transitando por la cuadra, ya que el camión pasaba en la esquina, a pesar de que había gente que ingresaba a esas construcciones abandonadas, fuera de salir corriendo cuando veíamos a alguien, nunca nos sucedió nada.
Sabíamos de historias del “viejo de costal” o de “roba chicos”, sabíamos que no debíamos hablar con extraños, aún así, nunca tuvimos miedo de jugar en éstos lugares y de permanecer allí por horas. Era un escenario muy diferente al que se vive al día de hoy y en que a los niños no se les permite ni siquiera salir a la esquina, o ir a la tienda, mucho menos ir solos a la escuela. Recuerdo que mi madre me enviaba a comprar cosas a la carnicería que estaba a unas 6 cuadras, a una gran tienda de abarrotes a unas 10 cuadras, e incluso caminaba diariamente 4 cuadras para ir y regresar de la escuela primaria. En 1979, el niño de 6 años Etan Patz, suplicó a su madre le dejara ir sólo hasta la parada del autobús escolar a unas cuadras de su hogar en el Soho en Manhattan, Era la primer vez en que Etan iría a la escuela sin supervisión. Etan jamás llegó a la parada del autobús. Pasarían décadas para que la policía encontrara pistas que llevaran a la captura y confesión del asesino de Etan, quien lo secuestró antes de que el niño llegara a la parada de autobús y lo estranguló. Otro caso igual de estremecedor, sería el de Adam Walsh, otro niño de 6 años que luego de un descuido de su madre, fue secuestrado en las afueras de un centro comercial y su cabeza se encontraría un par de semanas después. Ambos casos desatarían una histeria colectiva en los EEUU, y tendrían un impacto enorme en los padres de familia y en las futuras generaciones.
The Coddling of the American Mind: How Good Intentions and Bad Ideas Are Setting Up A Generation for Failure, es un libro publicado el 4 de septiembre del año 2018 por el psicólogo Jonathan Haidt. El libro toca de forma tangencial los eventos de Etan y de Adam, y señala 3 premisas como factores fundamentales en el “consentimiento” sobreprotector de las futuras generaciones a partir de esa época y que han tenido una influencia desastrosa en la actualidad. “La falsedad de la fragilidad”, “La falsedad del Razonamiento Emocional”, “La falsedad del nosotros contra ellos”. Sobre éstas tres premisas, Haidt analiza las acciones llevadas a acabo por parte de padres de familia, en el cual, la sobre protección ha sido clave para mermar la capacidad de madurar de las futuras generaciones, se les protege de forma exagerada y se les impide madurar de la manera correcta, así vemos jóvenes de 30 años, incapaces de lidiar con la incertidumbre, el miedo y la frustración, incapaces de procesar el fracaso y aterrados de tomar decisiones que los lleven a desarrollarse en su vida adulta.
El jueves de la semana pasada, mi esposa me invitó a ver la obra 22:22, del productor, director, escritor y actor Odín Dupeyron. Dupeyron me recuerda bastante a John Malkovich. Dupeyron es un personaje con una interesante carrera en base a libros, puestas en escena y monólogos que invitan a la reflexión sobre temas bastante interesantes. 22:22 es una poderosa reflexión sobre la vida y el suicidio, pero sobre todo, sobre la importancia de saber tomar decisiones, hacerlo con responsabilidad y asumir consecuencias. La vida de va formando en base a las decisiones que tomamos a cada instante y cada día de nuestras vidas. La sobreprotección, el impedir que nuestros hijos se expongan a la adversidad, y que procesen la frustración, les está llevando a una enorme parálisis en la toma de decisiones, los estamos convirtiendo en adultos biológicos con mentes infantiles. Haidt se apoya en el concepto de la antifragilidad, y nos afirma que, sobre todos los niños, tiene esa capacidad de volverse antifrágiles, como señala el autor Nassin Nicholas Taleb, en el entendido que hay cosas que sucumben ante el estrés, otras lo resisten, pero lo esencial, es la antifragilidad, es decir, las cosas que se vuelven más poderosas como respuesta al estrés, esto último, logrado gracias a una exposición gradual a estresores.
El sábado fui con mi esposa a ver la película El Teléfono Negro, del director Scott Derrickson, Derrickson es un buen director de cine, aunque carente de una personalidad propia, que ha dirigido cintas como El Exorcismo de Emily Rose y Doctor Strange, ambas cintas bastante peculiares, pero en las cuales aún no es identificable el estilo de Derrickson, El Teléfono Negro, parece ser la consolidación de ésta identidad propia del director. Pero no sólo Derrickson se encuentra a si mismo en ésta cinta, también nos encontramos con la llegada de Joe Hill al cine, escritor de cómics y de cuentos, y que ahora llega éste cuento suyo a la pantalla. Hill es ni más ni menos que el hijo del maestro del terror, Stephen King. Joe Hill optó por cambiar su apellido para no ser relacionado con su famoso padre y formarse un camino y una reputación propia sin la influencia de su padre, acción bastante admirable y que es muy diferente a la hija de Elon Musk que se cambió el nombre para no saber nada de su padre, a quien considera nefasto. Supongo que Hill cuando era niño, a diferencia de muchos niños, no pedía a su famoso padre “una historia antes de ir a la cama”.
El Teléfono Negro, curiosamente también aborda temáticas que me llevan a pensar en el libro de Haidt. Se sitúa en el año 1978 en la ciudad de Denver, en la que un personaje conocido como El Raptor, secuestra a chicos del vecindario a los cuales, no se les vuelve a ver. Cuando el protagonista de la historia, Finney Shaw es secuestrado por el siniestro personaje, comenzamos a ver ciertas similitudes con el universo de King. Desde El Raptor con maquillaje y globos, lo cual nos podría conectar con Pennywise, el siniestro payaso de la historia It, los impermeables, los niños desaparecidos y las fuerzas sobrenaturales. La hermana de Finney, Gwen, es capaz de ver en sueños parte de los sucesos acontecidos con los niños, mientras que Finney, al estar encerrado en un sótano, usa un teléfono abandonado para ponerse en contacto con el alma de los niños desaparecidos y asesinados, los cuales le ayudan a enfrentar a El Raptor, algo que me recuerda mucho a la cinta Coraline, basada en una historia del genial Neil Gaiman, en la cual, las almas de niños desaparecidos ayudan a la protagonista a derrotar a una bruja.
Finney y su hermana son víctimas de abuso doméstico por parte de su padre alcohólico, Finney en particular es también sujeto de violencia por parte de sus compañeros de escuela. Hay una secuencia muy importante al inicio, en la cual Finney es pitcher de su equipo de béisbol y luego de tener al bateador en dos strikes, es sorprendido por un home run que le da el triunfo al equipo contrario. Finney enfrenta la derrota con buen temple y al final saluda al bateador, superando la derrota o el fracaso de manera bastante madura. Ese es el tipo de situaciones que tratamos de evitar para nuestros hijos, he escuchado de torneos en los cuales no hay ganadores, con el fin de evitar dañar los sentimientos de los niños. Vaya tontería. La capacidad de Finney de soportar el abuso, la violencia y el fracaso, al final le dan las herramientas para escapar de su cautiverio, enfrentar a su raptor y escapar vivo, a diferencia de los chicos anteriores. El libro y la cinta sirven como claros recordatorios de la importancia de las adversidades para forjar el carácter y para preparar al individuo para enfrentar a miedo, la incertidumbre y la duda. Sin duda Finney no hubiera sobrevivido si los antecedentes de abuso, violencia y fracaso no hubieran existido en su vida, es un caso extremo, definitivamente no es deseable que los niños pasen por éstos casos terribles de abuso, pero al final, una de las premisas de la cinta, y del libro, es esa, el no exponer a los niños a situaciones de adversidad, los deja sin preparación para enfrentar la vida.
La vida es cómo un rompecabezas y cómo uno de esos juegos que se trata de unir los puntos. Nos va lanzando piezas al azar y nos toca a nosotros ir armando la figura para entender cual es el mensaje que nos quiere transmitir, nos toco a nosotros hacer el trabajo mental para entender cuál es la lección que nos quiere enseñar la vida. Las respuestas no se revelan de forma inmediata, no llegan de forma fácil, pero para quien tiene los ojos bien abiertos y la mente bien abierta, las respuestas y las lecciones llegan de todos lados, de la forma menos esperada y en el momento que nunca imaginamos antes. Cierto que nadie nos enseña cómo educar a nuestros hijos, cierto que son nuestro más grande tesoro, pero que al protegerlos demás, les causamos un gran daño a pesar de nuestras buenas intenciones. Lo que no nos mata nos hace más fuertes, así que debemos permitirles enfrentar de forma gradual a los estresores. Las emociones, no deben ser suprimidas, pero no nos deben controlar (como en la nefasta película Intensamente) las emociones deben ser caballos dominados y usados por la mente, el jinete, para guiarnos a nuestros objetivos, el enojo debe ser un vehículo para sobreponernos, la tristeza un momento para la reflexión, el miedo, un momento para tener extremo cuidado y poner atención, no para paralizarnos. La vida no es una batalla de buenos contra malos, no todo es blanco y negro, también hay miles de matices de gris en medio, diría Odín Dupeyron.
Cierto es que la vida ha cambiado, las familias ya no tienen 10 hijos, ahora sólo tienen 2 o 3. Hemos reducido nuestras familias para darles más atención y una vida menos precaria para nuestros hijos. No es raro saber de casos en que las familias perdían a 1 o 2 hijos, esto pasó en la familia de mi padre y en la de la madre de mi esposa. Las familias se sobreponían de alguna forma a esto, era parte de la vida. Así como en las camadas de cachorros, sólo sobreviven unos cuantos. Para las familias de hoy en día, con 2 o 3 hijos, la pérdida de uno, aunque igual de dolorosa que antes, es un golpe mucho más difícil de lidiar, ya que se puede perder toda o la mitad de la descendencia. La intención de cuidar al máximo a los hijos, es comprensible, es deber de todo padre y madre, pero debemos evitar al máximo la sobreprotección, negarle esos estresores de forma gradual, a nuestros hijos, podría resultar en la pérdida de oportunidades y herramientas para volverse antifrágiles y enfrentarse mejor a éstos tiempos de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. Sólo hay que unir los puntos para captar la lección.
este es probablemente uno de los mejores escritos que he leído aquí, me dejó la cabeza dando vueltas
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otra vez ligaste cosas que en mi puta vida se me hubieran ocurrifdo, pero que si son ciertas
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muy relevantes los temas de las desapariciones de los niños, así como el tema de la sobre protección que les están dañando gravemente
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muy buenos los libros de odin
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